La urgencia de ser santos. José Rivera Ramírez
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La alegría de la llamada
Y finalmente, otro aspecto de la llamada que aparece en san Mateo es el de la alegría. Porque lo primero que hace Jesucristo, apenas empieza a predicar, son las bienaventuranzas. A lo que nos llama Jesucristo es a la plenitud del ser dichoso. A todo el mundo. Lo que pasa es que hace falta bastante fe para darse cuenta que la dicha que Cristo nos ofrece, lo mismo que dice de la paz, no la da Él como la da el mundo. Y por otro lado El, que dice: “he venido a traer la paz”, en otra parte dice que no ha venido a traer la paz; darnos cuenta que no hay contradicción, que sencillamente son las mismas palabras que están expresando matices muy distintos y materias muy distintas; la bienaventuranza, lo que la gente entiende por alegría –no digo que todo el mundo– ... la mayor parte de la gente entiende por alegría las cosas sensibles, la alegría sensible; no es casualidad que a eso se le suele llamar divertirse, es decir distraerse, salir de sí mismo...no es estar uno metido en la alegría, es al revés, salirse uno de sí mismo para buscar la alegría; mientras que una persona intelectual la alegría la entiende de otra manera... ¡lo que yo disfruto leyendo solo!... leyendo y pensando. Jesucristo está hablando de la alegría nuestra y entonces las formas de ser alegre también son distintas.
[Es necesario] creernos, por ejemplo, que la alegría es tan mandato como el no fornicar o como el santificar las fiestas; es tan mandato porque está mandado; los mandatos de san Pablo son tan mandatos como los que están en el AT pero más: “estad siempre alegres, os lo repito, alegraos en el Señor”. Alegraos. Uno puede sentir tristeza, sentir angustia por causas biológicas, pero tienen que ser biológicas... porque las demás tienen que acabar desapareciendo todas, porque la tristeza que se pueda pasar por cosas que realmente son tristes tendrá que ir siempre ya como un ingrediente precisamente de la alegría, de la alegría que en ese momento será espiritual, no será sensible, pero una alegría de verdad.
Cuando vosotros veis a la gente ¿os dan verdaderamente ganas de hacerla feliz? ¿o no sentís un poco decir “vamos a no complicarle la vida que, después de todo, bastante tranquilo está y si lo metemos en estos líos... luego empieza y se va uno enredando y ya no hay por donde salir...”?. Uno de los aspectos de nuestro apostolado es que ¿nos da pena ver que la gente sufre?, aunque sufra la gente que está contenta; podemos encontrar perfectamente unas personas que la temporada que las encontramos están tan a gusto, dentro de ciertas molestias que tiene este mundo, pero están felices... y de momento nosotros las inquietamos y les organizamos un lío psicológico, de momento, claro, porque estaban tan a gusto allí. ¿Tenemos la conciencia de que estamos simplemente volviendo a la vida a una persona que está en coma? ¿volviendo a la sensibilidad a una persona que había perdido la sensibilidad, que estaba embotada, pero para hacerla feliz precisamente? Por supuesto que saberlo lo sabemos todos, pero examinaros un poco, porque esto es un aspecto del apostolado, es simplemente expandir el gozo de Jesucristo. Es predicar la buena nueva. Predicar una buena noticia: que está cerca el reino de Dios.
La gente se quedaba atónita, realmente revuelta, cuando hablaba Cristo, precisamente por esto, porque la palabra de Dios es como una espada de dos filos, que va cortando en lo profundo, por tanto se siente el corte y ¿estamos atónitos? ¿sentimos la autoridad de Cristo? Ya meditaremos que, en cuanto somos pastores, nosotros tenemos esa autoridad y en cuanto somos cristianos sin más. Vamos a dejarle a Jesucristo que nos santifique durante estos días.
La alegría de asemejarse a Cristo
San Ignacio en los ejercicios coge a la gente y supone que la primera semana hay que limpiarla un poco; en fin, yo supongo que ya estáis limpios por la palabra que el Señor os habla... y, por consiguiente, empiezo ya por lo menos por la segunda semana. Pero está muy bien que expresamente hagamos esta respuesta también: la respuesta a que san Ignacio invita es a ponerse a disposición para que yo me santifique y a lo que invita es a que se hagan oblaciones de mayor momento; si somos sacerdotes, la santidad eximia necesariamente tiene que expresarse por eso de pedirle que, en la igualdad de gloria suya, prefiramos parecernos más a él (aparte que lo de la “igualdad de la gloria” no me lo creo mucho; siempre habrá alguna diferencia si usamos más los medios que tiene); pero que por nuestra parte prefiramos más oprobio que quedar bien, más enfermedad que salud, más pobreza que riqueza, etc., etc. Y dándonos cuenta de una cosa: que cuando le pedimos a Dios las cosas no en balde ha dicho “pedid y se os dará si pedís en mi nombre”.
Yo me he encontrado algunas veces, después de unos cuantos años, con personas, generalmente mujeres, pero no sólo, que proceden de otras épocas, de la mía, de cuando yo era joven, y en aquella época habían hecho su voto de víctima... y luego te vienen [diciendo] que lo pasan muy mal... ¿Pues no hiciste voto de víctima?, pues aguanta... o qué te crees; tú no sabías lo que hacías, pero Dios sí, por eso vas aguantando, después de todo; pero cuando uno se le ofrece a Dios es que está movido por él, si se le ofrece en las condiciones debidas; está movido por él, realmente le mueve a que le pida que le haga de una manera especial sentir esta tarea de expiación, que podemos llamar “víctima”, porque se lo piensa dar... Pero luego que no gruña.
Yo no sé vosotros, esto ya es una manera de ser, a mí lo que me revienta es que un tío se haga cura y luego venga protestándome, que un individuo se case y luego venga gruñendo, que se haga médico y luego se enfade porque es médico y que pida ser víctima y luego se enfade por ser víctima ¡Aguanta marea que para eso lo has pedido! Daos cuenta de que si realmente le pedimos al Señor que nos haga pobres, lo más probable es que nos haga pobres. Pero además lo más probable es que nos haga pobres no como a nosotros se nos ocurre esta tarde, sino de otras maneras bastante más molestas para la naturaleza humana. Y que, si le pedimos oprobios, pues no son los insultos o las cosas que se nos ocurran a nosotros esta tarde; yo me acuerdo, dando ejercicios, hace mucho tiempo, a seminaristas, les decía: pedir la cruz, muy bien, pero daos cuenta que vosotros la cruz os la imagináis irse a Los Alares y allí vivir una vida pobre y escondida y hacer oración y pasar frío y tratar con la gente e irla convirtiendo... Resulta que salís y os ponen en las oficinas de palacio y la máquina os revienta... ¡pues ponte la máquina a la espalda a ratos y esa es la cruz que tienes que llevar y ya está!; está bien que le pidas cruz al Señor, pero no se la señales, ya te la dará él. Pues aquí pasa igual, es un entregarse de verdad, un acto de confianza. Para mañana, en la misa, actualizar esta respuesta a la llamada a la santidad.
11 Los defectos o “pecados” de la persona que tenemos enfrente.
Su despacho con la vieja cartera que viaja con él
a todos los sitios a donde va.
4. Radicalidad, interioridad, totalidad y coherencia
La radicalidad en cuanto a Dios
Nuestra actitud viene de arriba. La actitud primera es esta: la radicalidad. He puesto muchas veces el ejemplo de la pobreza. Uno puede decir: “pues yo soy pobre porque ¿para qué quiero tantas cosas?”; esto es muy razonable... pero lo pensaba también Diógenes, q.e.p.d., y no parece que era especialmente cristiano. San Jerónimo, comentando aquello de “lo hemos dejado todo” dice: “Jesucristo no les contesta <vosotros que lo habéis dejado todo>, sino <vosotros que me habéis seguido> porque dejarlo todo también lo dejaron Cráteres y otros filósofos”. Se trata de que cada cosa venga hecha porque sois hijos de Dios, que venga del Padre. La buena noticia es que somos hijos de Dios.
Otra contestación que puede dar otro es: “yo quiero ser pobre porque así me domino más, soy más dueño de mí mismo, soy más libre”... Pero eso lo puede decir también un pagano; entonces ¿qué gracia tenemos? ¿y qué gracia tiene el asunto? No es que esté mal, esa expresión puede ser válida, pero no es la expresión cristiana todavía, no