Elogio del profesor. Jorge Larrosa Bondia

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Elogio del profesor - Jorge Larrosa Bondia Educación: otros lenguajes

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un modo de ser profesor, y se propuso estudiarlo y hacerlo público para el estudio de los otros. El resultado de dichos ejercicios fue una exposición de fotografías y videos. Los textos que la acompañaban pueden ser leídos en “Elogio al oficio docente. Una exposición”.

      La última parte de estos ejercicios está centrada en el libro P de profesor, de Jorge Larrosa y Karen Rechia. El diálogo con la obra fue “encargado” a Thereza Cristina Bertazzo Silveira Viana que lo llamó “Profesora y estudiante. Una conversación con Jorge Larrosa y Karen Rechia”. La autora dice que aceptó el desafío desde el lugar que ocupa como profesora de sociología en la educación básica y en una escuela pública. En el proceso, entre una y otra palabra del “vasto diccionario”, como ella dice, se dio cuenta de que la exigencia de decir algo inteligente o inspirador sobre la obra le impedía seguir adelante en la lectura. De ese modo, el ejercicio que ella se propone es leer el libro como una estudiante, anotando palabras, subrayando el libro, dialogando con el texto. En sus propias palabras, “volví al inicio del libro y comencé una nueva lectura. En cuanto leía, despidiéndome de mi papel de profesora y convirtiéndome poco a poco en estudiante, fui dejándome llevar, despreocupadamente aunque no desatenta, por la lectura de cada palabra”. Su texto, más que ofrecer consideraciones sobre la obra, registra y refleja un (bello) recorrido formativo.

      Seamus Heaney observa desde la ventana a su padre cavando. La manera como su cuerpo se mueve y produce ciertos gestos encadenados e incorporados hace que el hijo admire el saber hacer del padre: “por dios, el viejo sabía usar una pala. Igual que su padre”. Y así, a través de la ventana de la memoria, evoca una escena de infancia con el abuelo, en el pantano, cuando cortaba cubos de turba. Al mismo tiempo en que, por medio de esa operación, coloca los oficios del padre y del abuelo a distancia, observándolos y describiéndolos, presenta esos oficios como modelos de inspiración de una forma de ser y de actuar. Su viejo “sabía usar la pala”, su abuelo cortó más turba “que cualquier otro hombre en el pantano de Toner”.

      Arar, escribir, enseñar, son modos de hacer que envuelven materialidades y gestos que hacen perdurar, todavía en estos tiempos, un cierto tipo de trabajo arduo y constante, portador de un cierto tipo de responsabilidad, herederos de un cierto mundo común y compartido.

      Entre el dedo y el pulgar, la pluma pesada descansa. Juntemos a ella el lápiz, la tiza, la pizarra y el cuaderno. Y vamos a cavar con ellos.

      Referencias bibliográficas

      Larrosa, J. (ed.) (2018) Elogio de la escuela. Buenos Aires. Miño y Dávila editores.

      Larrosa, J. (2018b) Esperando não se sabe o quê: sobre o ofício de professor. Tradução Cristina Antunes. Belo Horizonte. Autêntica.

      Larrosa, J. (2019) Esperando no se sabe qué. Sobre el oficio de profesor. Barcelona. Candaya. Hay edición argentina en Buenos Aires. Noveduc.

      Larrosa, J. (2020) El profesor artesano. Materiales para conversar sobre el oficio. Barcelona. Laertes.

      Larrosa, J. y Rechia, K. (2018) “Oficio”, en P de profesor. Buenos Aires. Noveduc.

      Larrosa, J. y Rechia, K. (2018b) P de Professor. São Carlos: Pedro & João Editores.

      Simons, M. y Masschelein, J. (2014). Defensa de la escuela. Una cuestión pública. Buenos Aires. Miño y Dávila editores.

      Capítulo 1

      

      Hacer escuela.

      La voz y la vía del profesor7

       Jan Masschelein

      Hace tiempo, con Maarten Simons, ensayamos una exploración y una elaboración de qué podría significar hacer escuela, es decir, organizar y dar cuerpo a un encuentro entre los seres humanos y un mundo a partir de condiciones de libertad y de igualdad pedagógicas. Y eso de tal manera que el mundo se abra o sea des-cubierto, que comience a hablar, a interesar y a formar a los estudiantes (o escolares) que emergen como tales en el hecho mismo de encontrarse alrededor de la mesa donde se presenta ese mundo (Masschelein 2011, Simons y Masschelein 2014, Larrosa 2017). En lo que llamamos una defensa de la escuela, subrayábamos también el papel esencial de la tecnología y del ethos del profesor en ese trabajo de hacer escuela (y tomábamos la noción de ethos en un sentido foucaultiano, como la manera de relacionarse consigo mismo, con el mundo y con los otros). En esa perspectiva, quisiera apenas ofrecer algunas consideraciones complementarias a propósito de la tecnología del maestro o del profesor, particularmente a propósito de su modo de hablar y de su voz en tanto que, de cierto modo, pueden ponerse en relación con su vía. Y es con esa vía con lo que voy a comenzar.

      La vía del profesor. Una perspectiva pedagógica

      Es importante indicar que voy a hablar del maestro/profesor desde un punto de vista pedagógico. Pienso que eso implica que el profesor es tomado siempre como un maestro de escuela, es decir, que no sólo enseña una disciplina, sino que da un curso (y no sostiene un discurso) y hace escuela (ver también Larrosa, 1998). Y eso exige precisar qué quiere decir perspectiva pedagógica (para una clarificación más elaborada, ver Masschelein, 2015).

      La noción de pedagogía suele ponerse en relación con la instrucción y con la enseñanza. Pueden encontrarse muchas definiciones donde la pedagogía o la ciencia pedagógica es entendida como constituida por los métodos y prácticas de enseñar en relación con una comprensión sistemática de los procesos de aprendizaje. El Oxford Dictionary of English, por ejemplo, confirma claramente que pedagogía significa el método y la práctica de la enseñanza. Pero pienso que es importante proponer otro modo de entender la pedagogía para poder activar otro modo de imaginar el oficio del maestro/profesor. Para eso voy a relacionar la noción de pedagogía con la figura del pedagogo griego. Una de las imágenes del pedagogo más antiguas que existen muestra claramente que no hay que identificar inmediatamente esa figura con la del maestro/profesor.

      En la imagen se ve claramente que el pedagogo (representado típicamente, con su bastón) está detrás de uno de los alumnos. Eso ha sido señalado muchas veces, claro (Castle, 1961; Roberts y Steiner, 2010), pero también ha sido casi siempre ignorado. Quisiera hacer revivir esa distinción (aunque hay que tener en cuenta que las figuras del maestro y del pedagogo pueden estar reunidas en la misma persona) y subrayar dos puntos que tienen que ver con el carácter público de la escuela. Por decirlo de un modo simplificado, los maestros pueden existir sin lo público y sin la escuela, pero los pedagogos tienen una relación crucial con lo público y con la escuela. La palabra pedagogo viene de pais (niño) y ago (conducir, con-ducere) o poner en movimiento. El pedagogo acompaña al niño, lo conduce, lo pone en movimiento. Por eso el profesor de escuela da un curso y no sostiene un discurso. El dis de dis-curso es un privativo que señala la detención del movimiento, del curso, mientras que el curso señala la suspensión del discurso, es decir, la puesta en movimiento. Y eso debe entenderse primero como un desplazamiento, es decir, como un acompañar en un camino, en una vía, en la vía que va a la escuela. Tanto para el pedagogo como para el niño se trataba de dejar la casa (el oikos) para ir no al ágora (o al mercado) sino al lugar del ejercicio (al gimnasio que, según Michel Serres, era también el lugar de la profanación de los dioses) y del estudio, es decir, para ir a la escuela. El espacio-tiempo en el que se situaba el pedagogo era, primero, el que había entre la casa y la escuela y, después, como puede verse en la siguiente imagen, en los

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