Historia de lo trans. Susan Stryker

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Historia de lo trans - Susan Stryker

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no se pueden cambiar en un determinado momento. Unos se dedican al arte o escriben literatura para alimentar las almas de los miembros de la comunidad o cambiar la forma en la que los conciben los demás y los problemas a los que se enfrentan. Otros hacen el trabajo intelectual y teórico de analizar las raíces de las formas de opresión social que les afectan directamente y diseñan estrategias y políticas que propicien un futuro mejor. Y otros dirigen su atención hacia la promoción de la aceptación propia y de la autoestima entre los miembros de las comunidades minoritarias que puedan haber interiorizado actitudes o creencias invalidantes sobre sus diferencias con la mayoría dominante. En definitiva, comienza a gestarse un movimiento activista para el cambio social multidimensional. Y fue precisamente un movimiento de dichas características para abordar cuestiones de justicia social que afectaban a las personas transgénero el que se desarrolló en los EE.UU. durante la segunda mitad del siglo xx.

      Términos y conceptos

      Las cuestiones transgénero rozan preguntas existenciales so-bre el significado de estar vivo y nos conducen a lugares que raramente consideramos de forma consciente y con atención –como sucede con la actitud que mantenemos con la gravedad, por ejemplo, o con la respiración. Solemos llanamente ex-perimentar estas cosas sin pensar en ellas demasiado. En el curso diario de eventos, la mayoría no tiene motivos para hacerse preguntas del tipo «¿qué hace hombre al hombre, o mujer a la mujer?» o «¿cómo se relaciona mi cuerpo con mi papel social?» o incluso «¿cómo sé cuál es mi género?». Más bien nos dedicamos a nuestras empresas diarias sin cuestionar las percepciones y presuposiciones indiscutidas que conforman nuestra realidad operativa. Pero el género y la identidad, como la gravedad y la respiración, son fenómenos tremendamente complicados cuando una persona comienza a considerarlos de forma aislada y a descomponerlos.

      Debido a esta complejidad, convendría establecer algunas definiciones más técnicas de palabras que empleamos en nuestro día a día, así como definir algunas palabras que para nada solemos necesitar, antes de introducirnos en el relato histórico. Dedicar algo de tiempo a debatir términos y conceptos puede contribuir a poner de manifiesto algunas suposiciones ocultas que solemos hacer en relación con el sexo y el género y ayuda a presentar algunos argumentos que aparecerán en capítulos sucesivos.

      Les ruego tengan en cuenta que continuamente surgen nuevos términos y conceptos y que las palabras que se usaban cuando este libro se escribió podrían haber pasado de moda o caído en desuso en el momento de su lectura. Para estar realmente al tanto de la cuestión, lo mejor es hacer de Internet tu mejor amigo.

      * (asterisco): El asterisco aparece con cada vez más frecuencia en los debates sobre cuestiones de transgénero. Su uso proviene de las bases de datos y las búsquedas de Internet, en las que el símbolo funciona como comodín. Es decir, una consulta con un asterisco encontrará la cadena de caracteres concreta que se busca más cualquier otro carácter. Por ejemplo, las búsquedas de ex* darán como resultado exagerar, exceso, extraordinario, o cualquier otra palabra que comience con la cadena de caracteres ex. El uso de trans* en lugar de transgénero se convirtió en una forma taquigráfica de indicar la inclusión de muchas experiencias e identidades diversas arraigadas en el acto de atravesar, sin estancarse en luchas sobre etiquetas o conflictos enraizados en distintas formas de desmarcarse de las normas de género. El asterisco puede igualmente representar una incitación a pensar sobre las interrelaciones entre transgénero y otros tipos de cruces categóricos. ¿Cuál es la relación de trans- en transgénero y trans- en transgénico, transespecie o transracial? Es fácil imaginar el asterisco como una representación visual de la intersección de innumerables guiones que apuntan a distintas direcciones, asociando cada uno de ellos a la idea de atravesar con aquello que ha de atravesarse.

      Acrónimos: Los miembros de la porción T de la comunidad LGBTIQQA A (lesbianas, gais, bisexuales, transgénero, intersexo, queer, de género indeterminado, asexuales y aliados/as) emplean muchos acrónimos. Las siglas en inglés MTF y FTM significan respectivamente «de hombre a mujer» y «de mujer a hombre», indicando la dirección de la transición de género; habría sido más apropiado hablar de «de macho a mujer» y «de hembra a hombre», pero el hecho es que en la práctica nadie lo llama así. Algunas personas transgénero se sienten ofendidas y rehúyen de estas etiquetas direccionales, alegando que tienen el mismo escaso sentido que calificar a un hombre «de heterosexual a gay» o a una mujer «de heterosexual a lesbiana», y que únicamente sirven para marginalizar a los hombres y mujeres transgénero dentro de las poblaciones más grandes de otros hombres y mujeres. De hecho, los dos acrónimos son mucho menos frecuentes de lo que lo eran. Las siglas en inglés CD (en ocasiones XD) hacen alusión a la práctica del cross-dressing. TS hace referencia a transexual, que pueden ser «pre-op» o «post-op» o incluso «no-ho/no-op» (si no optan ni por hormonas ni cirugía pero aun así se identifican como miembros del género contrario al que le asignaron al nacer), mientras que TG es «una persona transgénero», empleado más como sustantivo para un tipo concreto de persona que como adjetivo que describe el género de una persona. El término apropiado para hacer referencia a una persona en particular no depende de los ojos de quien la mira; es la persona que lo aplica a sí misma o a sus semejantes quien debe decidirlo.

      Agénero: Sentimiento de no poseer identidad de género más que una identidad de género en desacuerdo con el género asignado al nacer; puede considerarse dentro del epígrafe trans en la medida en la que una persona agénero se ha distanciado del género impuesto al nacer por obligación.

      AHAN y AMAN: Acrónimos para «asignada hombre al nacer» y «asignado mujer al nacer». Estos términos ponen de relieve que, cuando venimos al mundo, alguien nos dice quién cree que somos. Matronas, técnicos de ultrasonidos, obstetras, madres y padres, familiares y otro sinfín de gente observan nuestros cuerpos y manifiestan lo que les parece que nuestros cuerpos significan. Determinan nuestro sexo y nos asignan un género. Adquirimos conciencia propia y crecemos en el contexto que han creado para nosotros dichos significados y decisiones, devorando nuestra existencia individual. Las diferencias cor-porales son reales y nos sitúan en distintas trayectorias vitales, pero lo que la gente que emplea esos términos de asignación pretende destacar es que nuestros cuerpos y los senderos a los que nos conducen, por muy impuestos que fueran en un comienzo, no deben determinar necesariamente todo lo que somos. Las categorías que nos fueron asignadas son situaciones dentro de las cuales podemos tomar decisiones sobre nosotros y nosotras mismas y emprender acciones significativas para cambiar nuestras trayectorias, incluyendo el autoasignarnos otro género distinto.

      Género binario: Idea de que existen únicamente dos géneros sociales –hombre y mujer– basados en dos y únicamente dos sexos –macho y hembra. La historia de las personas trans* nos enseña que tanto el género como el sexo pueden entenderse de forma no binaria.

      Cisgénero: Palabra que no logró aceptación hasta el siglo xxi pero que pronto se difundió como sinónimo de «no transgénero». El prefijo cis- significa «en el mismo lado de» (es decir, lo opuesto a trans-, que significa «al otro lado»). Su intención es la de indicar el privilegio normalmente tácito o asumido de no ser transgénero. La idea que esconde el término es la de combatir la forma en la que los términos «mujer» u «hombre» denotan «mujer no transgénero» u «hombre no transgénero» por defecto, a menos que la condición transgénero o no binaria de la persona se nombre de forma explícita. Es la misma lógica que llevaría a alguien a optar por decir «mujer blanca» y «mujer negra» en lugar de usar simplemente «mujer» para describir a una mujer blanca (presentando de este modo a los blancos como la norma no marcada) y «mujer negra» para indicar la desviación de la norma.

      El uso de la terminología cis- se ha difundido entre personas, particularmente del entorno educativo y universitario o relacionadas con el activismo de base, que se consideran aliadas de las personas transgénero o que desean indicar su concienciación en relación con los privilegios a los que tienen acceso por ser binarios o no transgénero. Pero ni el propio término cisgénero está libre de contradicciones o debilidades conceptuales. Emplearlo de forma demasiado rígida puede alimentar otro tipo de género

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