El equilibrio del ser. César Tejada Atahualpa

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El equilibrio del ser - César Tejada Atahualpa

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estos fenómenos de la siguiente manera: “Si quieres encontrar los secretos del Universo, piensa en términos de energía, frecuencia y vibración”. En ese sentido, nos es útil conocer que le llamamos vibración al movimiento de la energía. La energía más sutil es la energía que vibra en alta frecuencia (más rápida). Esta está relacionada con el orden, la sutileza, la inocencia, el espíritu, etc., sensaciones comunes al amor. La vibración más densa y tosca es aquella que lo hace en frecuencias más bajas (más lenta). Esta está relacionada al caos, la culpa, preocupación, destrucción, etc., sensaciones comunes al miedo. Si deseáramos percibir en carne propia cómo notar una alta o baja frecuencia bastaría con reconocer la diferencia de sensaciones que tenemos al ingresar a un lugar de mucha paz y tranquilidad o al de ingresar a algún lugar lúgubre, como por ejemplo: Una casa abandonada. La diferencia de estos dos espacios radica en la frecuencia de la energía que en ellos se encuentra.

      Lo importante de este conocimiento es saber que los cuerpos atraen vibraciones similares a las que emanan. Un método efectivo de demostrarlo, es si en un mismo ambiente colocas 2 instrumentos de cuerda (como arpas o guitarras) afinados al mismo tono, y tocamos la cuerda de una de ellas, la cuerda semejante del otro instrumento también comenzará a resonar, debido a que se encuentran en la misma frecuencia. ¿Y ello qué significa? Que todos nosotros somos sumamente atrayentes, y que de acuerdo al nivel de frecuencia que nosotros emanemos, ese mismo nivel de circunstancias atraeremos. Conforme a nuestra predisposición, actitudes y acciones, nuestro entorno se “pintará del mismo color” (algunos dibujos animados suelen representar este concepto de atracción con un gruñón que siempre tiene una nube lloviendo en su cabeza). Así pues, de acuerdo a como vayamos elevando nuestra frecuencia, tenderemos a una mayor satisfacción, ya que nos estaremos aproximando al ámbito más sublime, ese ámbito que las religiones explican o personifican de distintas maneras pero que tienen como fin el encuentro con la paz y tranquilidad.

      En ese sentido, ¿cómo podemos elevar nuestro nivel de frecuencia? Ya lo insinuamos antes, actuar con intenciones de paz, tranquilidad, amor, gratitud o armonía.

      Por ello, es importante advertir que actuar conforme a los ejemplos de la lista (los ejemplos de acciones con vibración negativa) es lo que nos generará pensamientos adversos y bajas frecuencias que pueden derivar en actitudes autodestructivas. Una predisposición mental con una frecuente connotación dañina es causal de enfermedades. ¿Has podido observar a aquellas personas que piensan que su vida es un permanente sacrificio y martirio, en su mayoría, años después terminan enfermos? Es debido a que, en esta frecuente de insensata autosugestión, las partículas que conforman su organismo entran en desorden y caos, lo cual genera dichos padecimientos.

      La medicina milenaria China, con siglos de aprendizaje y sabiduría, reconoce este efecto. Debido a ello en la antigüedad se sostenía que para sanar a una persona antes de curar el cuerpo había que curar el alma. Hoy la medicina convencional de a poco comienza a dar por válidos estos fundamentos. Por citar un ejemplo, puedes corroborar de distintas fuentes que las gastritis o úlceras son provocados por stress, y ¿qué es el stress?, son pensamientos de presión o exigencias que colocas (o colocan) sobre tu persona de manera sistemática que a la postre alteran tu tranquilidad y estabilidad. Gracias a Abraham Maslow, psicólogo y uno de los fundadores y principales exponentes de la psicología humanista, la psicología descubrió que la buena salud también está expuesta a “síntomas”: El optimismo, la alegría y la sensación de ser feliz.

       “Son llamadas enfermedades psicosomáticas, porque no hay un agente etiológico específico que sea el único responsable de la enfermedad. En la génesis de estas enfermedades los factores emocionales juegan un papel importante. Pero en un sentido general todas las enfermedades son psicosomáticas, porque la actitud y los sentimientos de una persona influyen tanto en su aparición como en su curso. Por ejemplo, incluso en una dolencia como la tuberculosis, en la que se conoce el agente etiológico, Holmes descubrió que «quienes desarrollaron la enfermedad habían pasado por un número significativamente elevado de cambios vitales en los dos años previos a la aparición de la tuberculosis»”.

      Alexander Lowen, médico y psicoterapeuta, La voz del cuerpo.

      En coherencia a todo lo manifestado hasta ahora aplicado en nuestra vida cotidiana, podremos entender que ver “noticias” de suicidios, asesinatos, accidentes, chismes, etc., al despertar no es la mejor opción. Nuestro día se torna o contamina con un aura de pesimismo, aburrimiento, desgano y posible apatía. Incluso nuestro desayuno (o almuerzo, de acuerdo a la hora que te expongas a ellas), no se digiere con la misma calidad. O consideras que, ¿después de ver estas noticias, podríamos sentirnos vitales y llenos de energía? Sinceramente considero que no, porque al exponernos a ellas nos infestamos de negativismo. Durante ese lapso de tiempo, nuestro organismo se uniformiza a esa vibración caótica. El efecto es casi inmediato, generándonos intolerancia o alternación (esto es notoriamente visible en el sentir general de las personas en las calles). Por esa razón es preferible evitar las malas noticias que nos venden los periódicos, noticieros, etc. En caso de que nos encontremos en ese estado (de alteración) podemos transmutarlo cambiando a un entorno que nos genere una buena energía, como reír, jugar, recibir una buena noticia, leer, o cualquier otro. Es considerablemente más beneficioso escuchar los casos de éxito, triunfos o alegrías, porque ellos nos llenan de esperanza y positivismo. Esto no implica estar de espaldas a la realidad, sino que esto conlleva a cuidar de nosotros mismos en primer lugar. Podemos estar enterados de lo que acontece en nuestra sociedad, pero no necesitamos llegar al morbo.

      Es de gran utilidad comprender que seleccionar mejor los pensamientos, actividades, noticias, o incluso las personas de quienes nos rodeamos, tendrán un efecto benéfico en nuestra vibración. Notaremos cómo de manera gradual nuestra forma de afrontar la vida sutilmente cambia a una perspectiva más armoniosa, feliz y tranquila. Ello no implica que nuestras dificultades o problemas se solucionarán, sino que gozaremos de una mejor predisposición (y posiblemente una mejor salud) para resolverlos.

      En base a este conocimiento, somos más proclives a entender el trasfondo de estas acciones o situaciones:

       Sin importar el credo o religión que sigas, cuando se procede a orar o meditar, en estas acciones al encontrarse en un campo de vibración alta, las personas hallan momentáneamente paz y tranquilidad.

       En el mar o en el bosque encuentras calma y te relajas.

       Los nativos honran a la tierra, a la montaña, al río, etc.

       Agradecemos al universo/vida/entidad por cada privilegio que tenemos, como comer, caminar, estar con los nuestros, etc.

       Cantamos, bailamos, hacemos el amor, contactamos a la naturaleza.

       Nos distanciamos de personas discordantes al amor y paz, aun si él o ella fuese un familiar; tu salud te lo agradecerá

      Cada persona es un individuo propio, pero no vive solo, el humano es innatamente social desde sus inicios. Dado esta socialización compartimos lugares geográficos, historias, costumbres, etc.

      A lo largo de estas experiencias vamos creando sentimientos colectivos más profundos, como el orgullo por nuestra historia o cultura, o satisfacción por los logros alcanzados por nuestro país. Estos sentimientos pueden ser benéficos, porque nos dan una identidad, una base personal y un sentido de pertenencia a un lugar geográfico (concepto de gran importancia para el humano según la psicología).

      No obstante, esta identidad u orgullo patriótico no pueden implicar la generación de sentimientos divisorios frente a quienes no comparten estas características con uno. Discriminar a nuestro prójimo por

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