El equilibrio del ser. César Tejada Atahualpa
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Si así le parece, escuche lo siguiente: «He pasado los mejores años de la vida dando a los demás placeres ligeros, ayudándoles a pasar buenos ratos, y todo lo que recibo son insultos, la existencia de un hombre perseguido». Quien así habla es Al Capone.
Sí, Al Capone, «Dos Pistolas» Crowley, Dutch Schultz, los hombres y mujeres desesperados tras las rejas de una prisión no se culpan por nada, ¿qué diremos de las personas con quienes usted, lector, o yo, entramos en contacto?”.
Dale Carnegie, Cómo ganar amigos e influir sobre las personas.
Como podemos observar (salvando las distancias con los ejemplos citados) puede que nosotros en ocasiones pensemos que nuestro accionar es el correcto, ya que en teoría parecemos no hacer daño a nadie, sin embargo, no somos capaces de notar las consecuencias que nuestras acciones conllevan. Todos nosotros tenemos la potestad de disfrutar y actuar en nuestra vida como lo consideremos más conveniente, pero deberíamos buscar ser celosos vigilantes de que dichas acciones no trasgredan el derecho de los demás.
Puedes alimentarte en la calle, pero no puedes tirar el empaque de basura porque trasgrede el derecho de ver la calle limpia de alguien más.
Puedes hacer una fiesta en tu casa, pero si la música incomoda a tus vecinos, deberías buscar un volumen adecuado para no afectarlos.
Puedes buscar ser un próspero empresario, pero si tus actividades repercuten al medio ambiental o social de manera negativa, deberías corregir o anular tu accionar.
NUESTROS DERECHOS TERMINAN DONDE EMPIEZAN LOS DERECHOS DE LOS DEMÁS
Un punto de partida para tener la certeza de que nuestros valores y principios son efectivamente los correctos (y no caer en la incongruencia), es recordar dónde empiezan los derechos del prójimo. Todos estos malhechores, a pesar de considerar tener muy sólidos sus “valores”, transgredieron inexorablemente esta declaración. Intentaron hacer el “bien” infringiendo el bienestar de los demás. Es por ello que incluso el principio de Robin Hood (robar al rico para darle al pobre), es delictivo porque parte de una premisa incorrecta. Trasgrede el derecho de posesión de la persona inicial.
¿Puedes ver claramente dónde empieza el derecho de los demás?
“Cuando tus valores son claros para ti, tomar decisiones se vuelve sencillo”.
Roy Disney, empresario cofundador The Disney Company.
Dos
Mente
Sobre Sí Mismo, Sobre Su Cuerpo Y Sobre Su Mente, El Individuo Es Soberano.
John Stuart Mill, Filósofo escocés.
La que es considerada la gran joya de la humanidad, lo que nos diferencia del mundo y nos coloca en la cima de todo el resto de la naturaleza, la que nos llena de orgullo… nuestra mente y su capacidad de raciocinio y análisis, ha sido el mayor obstáculo para una gran cantidad de hombres durante siglos.
Puede que esta última afirmación resulte difícil de aceptar, ya que es justamente nuestra mente quien nos dio la posibilidad de conquistar el mundo, viajar al universo, dominar la energía, el sonido, etc. No parece posible que nuestro órgano más desarrollado y su gran capacidad sea un inconveniente, sino por el contrario, nuestro mejor aliado. Y en efecto, nuestra mente es quien nos dio la posibilidad de lograr todos los grandes avances tecnológicos, la seguridad, los descubrimientos científicos que hoy tenemos. Nos abrió la posibilidad de tener el estilo de vida que hoy manejamos.
Sin embargo, tampoco deja de ser cierto que los grandes hombres que consiguieron dichas proezas se debieron a que gozaron en líneas generales de su mente como un gran aliado, siendo un generador de dinamismo, persistencia y decisión. Ellos debieron superar sus inseguridades e incertidumbres para situar sus pensamientos de su lado. Es difícil imaginar a un Thomas Alva Edison, creador de la bombilla luego de más de mil intentos, cediendo a la procrastinación, o a los hermanos Wright, los primeros hombres en volar al crear el avión, considerando que nadie lo había logrado antes, tal tarea no era posible (pensamiento limitante1).
Si ese es el caso, ¿en base a qué afirmamos que nuestra mente ha sido nuestro mayor obstáculo? Para responder a ello, propongo las siguientes preguntas: ¿Cuál es nuestra predisposición mental al momento de empezar un nuevo proyecto? ¿Te es conocida alguna de las siguientes afirmaciones?
Para el próximo mes empezaré a alimentarme correctamente (Estado mental: procrastinación).
Previo a entrenar siento somnolencia o letargo (Estado mental: desmotivación).
En el momento del examen, olvidé las respuestas (Estado mental: bloqueo).
Me siento derrotado, incluso antes de competir (Estado mental: derrotismo).
Yo no puedo ser empresario, no nací para eso (Estado mental: pensamiento limitante).
Así es como manipula el cerebro nuestra voluntad. Nos limita, nos hace dudar, nos condiciona, e incluso en muchas ocasiones nos avergüenza.
Un magnífico criado, un amo temible
¿Qué hace que, ante una misma circunstancia, con las mismas condiciones, una persona pueda ver una gran crisis y la otra una gran oportunidad? ¿Qué hace que algunos vean sus objetivos como verdaderos retos y otros solo como una gran ilusión? ¿Qué hace que algunos vean a sus hijos como una gran razón para seguir adelante y otros como una gran excusa para detenerse? ¿Por qué a algunos nos parece que el esfuerzo es excesivo?
Esto se explica en la predisposición mental o facultad que posee cada individuo en decidir consciente o inconsciente una disposición anticipada previo a realizar algún fin concreto. ¿Y por qué podríamos ubicarnos en la predisposición limitante o restrictiva? Ello podría tener la siguiente respuesta: nuestra mente se ha antepuesto sobre el “verdadero nosotros”, (la verdadera esencia de nuestro ser que implica nuestros más profundos principios, anhelos, deseos, etc.) que llamaremos nuestra voluntad o consciencia. Nuestro cerebro, un órgano tan empoderado, ha domado nuestra consciencia imponiendo su afán de inacción. Ha sucumbido a nuestras fuerzas y deseos, nos ha hecho dudar y nos ha dado “argumentos” (en realidad son solo excusas) para no intentarlo y caer en la pasividad, y todo debido a un principio que rige en la naturaleza (y por ende también en nosotros)… LA LEY DEL MÍNIMO ESFUERZO.
La ley del mínimo esfuerzo es la búsqueda de la máxima conservación de energía para obtener un mismo objetivo, o en otras palabras, es consumir la mínima cantidad de energía posible para llevar a cabo una tarea. Y en efecto, la naturaleza, dentro de su gran sabiduría, a modo de sobrevivencia, cumple con esta ley. Por ejemplo, cuando el cuerpo humano entra en un estado de frío, prioriza el mantener la temperatura corporal interna (comienza a tiritar), sobre otras funciones como la digestión. Esta situación se llama corte de digestión (un ejemplo común se da al entrar a una piscina fría luego de haber comido). Como se puede observar, para cumplir su objetivo (preservarse) el cuerpo no realiza las dos funciones simultáneamente, sino que ejecuta la función más primordial (mantener