El equilibrio del ser. César Tejada Atahualpa
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Sin embargo, en reiteradas ocasiones nuestra mente tergiversa involuntariamente (o voluntariamente) esta ley. Pretende conservar energía reduciendo nuestro deseo de movilidad, actividad y/o análisis a costa de un mejor (futuro) bienestar. Pero permitir ello no es eficiencia, es negligencia. Nosotros no nos hallamos en frecuente estado de sobrevivencia, por lo que permitir esta ley en nuestra mente o cuerpo de manera irresponsable es un boletaje seguro al conformismo y a la mediocridad. Esta ley es bastante útil si lo que haces es optimizar recursos de manera inteligente para un mismo resultado, pero si por el contrario nuestra mente la altera para evitar cualquier tipo de movimiento, inspiración, aspiración u otro, será nuestro gran lastre (he oído más de una vez a personas con altos grados académicos decir: “Me da flojera pensar”). Romper esa resistencia al movimiento neuronal o físico requiere un desgaste, fatiga, da pereza, pero no romperla jamás merma tu autoestima, tu amor propio, te mantiene inerte y estancado.
Para nuestra fortuna, la manera más efectiva de superar esa pesadez inicial es bastante simple y consiste en que nuestra consciencia decida voluntariamente moverse, y empezar a ACTUAR.
Para reflexionar:
Ciertamente, puede que en algunos casos ideales el ACTUAR se dé por una MOTIVACIÓN (dado un factor externo) pero en su mayoría de veces corresponde a una DECISIÓN, ya que es la voluntad de nuestra consciencia quien se impone sobre la mente, a pesar de su apatía inicial.
He de decir que generar una voluntad decidida mientras nuestro estado mental se encuentre aún laxo es bastante desgastante, por lo que comenzar a actuar no será lo más grato, puede que te genere mentalmente incomodidad, fatiga e incluso stress (tu mente intentará mantener su primacía sobre ti). Sin embargo, cuando el cuerpo ya empieza a andar, cada vez la mente encuentra menos razones para resistirse, por lo que ese estado de fatiga debido a la contrariedad consciencia-mente se supera rápidamente. Una vez aceptada y adoptada la nueva circunstancia con el transcurrir del tiempo es probable que la mente se vuelva un generador de ideas, innovaciones, razones y motivaciones para continuar (y será un magnífico criado). Este comportamiento común se repite en distintos ejemplos, como en quien tiene el deseo de empezar a ejercitarse, pero en primera instancia siente una gran resistencia corporal y mental, sin embargo, solo unos días después de empezar, ya no tiene deseos de parar, e incluso busca nuevas formas e ideas más exigentes para ejercitarse.
Él y tú no son lo mismo…
“Cuida tus pensamientos, porque se volverán actos, cuida tus actos porque se harán costumbre, cuida tus costumbres porque formarán tu carácter. Cuida tu carácter por que formará tu destino. Y tu destino será tu vida”.
Mahatma Gandhi, dirigente de Movimiento de Independencia Indio.
Como bien decíamos, la mayor trampa mental del cerebro consiste en hacernos creer que él (los pensamientos que produce) y nosotros (nuestra consciencia) somos el mismo individuo (si nace en mi mente el miedo entonces pienso que soy un cobarde, si siento pesadez me considero un perezoso, si tengo dudas debo ser una persona poco decidida, etc.). Constantemente nuestro cerebro emite pensamientos efímeros que realmente parecen compenetrarnos a él y a nosotros como un mismo ser: Ideas malas o buenas, burdas o refinadas, egoístas o altruistas. Sin embargo, la realidad es que ninguna de ellas son mi verdadero “yo”. Son solo descargas eléctricas de información a nivel neuronal (sinapsis) que aparecen y se van. Por tener un pensamiento no me convierto en un ser perverso o noble. Un pensamiento no dice más de nosotros que un pequeño lunar de nuestro cuerpo, no nos define en absoluto si no permitimos que se instaure en nosotros.
Esto debido a que nuestra consciencia tiene la posibilidad de definir si decide desechar las ideas de inmediato, de examinarlas por un periodo más prolongado o de implantarlas en nuestra mente. Nuestra voluntad es como un espectador que puede “ver pasar” los pensamientos y olvidarlos al instante o “capturar” los que intencionalmente desee preservar. Esta capacidad se hace mucho más evidente en la práctica de la meditación, que tocaremos más adelante. (Como sustento a la afirmación de independencia consciencia-mente, basta con el siguiente simple ejercicio: En un momento cualquiera en el que tu mente se encuentre deambulando en aspectos negativos o estresantes, intenta reaccionar y sorprenderla, y voluntariamente decide reorientar a tu favor esos pensamientos. Esa es tu consciencia).
Pero cuidado, todos los pensamientos que decidamos mantener en nuestra mente en el corto o largo plazo tienen un costo o beneficio, pues pueden costarnos ira, stress, intranquilidad, acciones de las cuales luego nos arrepentimos, o felicidad, éxito, tranquilidad, etc. Y si los haces crecer tienen tal fuerza que realmente pueden terminar orientando el destino de tu vida. La mejor demostración de ello se puede observar en la siguiente historia que debes de conocer:
La fuerza de un pensamiento
En 1972 un grupo de jóvenes miembros de un equipo Rugby Uruguayo tomó el muy conocido vuelo 571, con dirección a Chile. El mal tiempo los obligó a hacer una parada en Mendoza. Luego de una noche en la ciudad enrumbaron a Santiago. Trascurrido un tiempo de vuelo, debido a cambios climatológicos, descoordinaciones propias de la época y otros factores, se autorizó al piloto descender a 3,500 m.s.n.m considerando que se encontraban a poca distancia de la ciudad de Curicó – Chile, cuando en realidad el avión recién se adentraba en la cordillera, en medio de los cordones montañosos, sobrevolando el límite argentino-chileno. El piloto sin capacidad de ver las montañas, debido a la densa capa de nubes, procedió al descenso, y cuando pudo observar las cimas de la cordillera poco pudo hacer para evitar el impacto del avión, partiéndolo por la mitad.
Increíblemente luego del choque, hubo sobrevivientes, pero las heridas, la falta de alimentos, de accesorios y ropa adecuadas para el lugar, de medicinas, el extremo frío, la intemperie, avalanchas y las inclemencias propias de la naturaleza hacían que día a día fueran muriendo los tripulantes uno a uno. Luego de 3-4 días, en una pequeña radio que aún funcionaba en el avión, se enteraron de que la fuerza aérea Chilena había cesado la búsqueda. Se habían quedado solos a su suerte…
Y así pasando 60 días, de los 32 sobrevivientes iniciales, quedaban 16. Hasta que 3 jóvenes, entre ellos Nando Parrado y Roberto Canessa, decidieron ir en busca de ayuda, sin ningún tipo de accesorio adecuado para el entorno, decidieron subir la montaña más alta que visualizaban desde su ubicación con la esperanza de visualizar al otro lado lo que serían rasgos de civilización. Con lo último de sus fuerzas, y tras tres largos días de caminata, llegaron a la cima, pero lo que encontraron fue desgarrador.
Al otro lado de la montaña solo veían más inclementes cerros y densa nieve hasta donde se perdía su vista en el horizonte. En ese momento, ya desnutridos y exhaustos, lo único que desearon fue echarse a dormir a esperar la muerte para acabar con la tortura. Sin esperanzas, pues ya no tenía sentido seguir intentándolo. Pero hubo un pensamiento que les vino y grabaron en su mente: “No moriremos sentados, si hemos de morir, lo haremos caminando”.
Y así, enviando al 3er joven de vuelta al avión, avanzaron tortuosamente paso a paso. No les preocupada la muerte, les preocupaba que, si llegaba, fuese caminando.
Finalmente, luego de 10 días, con casi 30 kilos menos cada uno y más muertos que vivos, logran hacer contacto con la civilización, pudiendo llevar el rescate donde el resto de sus compañeros.
Estos 2 heroicos jóvenes, gracias únicamente a un pensamiento, salvaron 16 vidas… y pasaron a la historia.