Contrafactuales. Richard Evans

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Contrafactuales - Richard Evans

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de una Inglaterra soviética les habría horrorizado tanto como a monseñor Ronald Knox; un matrimonio entre María, reina de Escocia, y don Juan de Austria no habría contribuido de ninguna manera a que la reina escocesa fuera menos veleidosa, más sensata o más capaz de controlar a los protestantes, y se habría excluido al príncipe austríaco de la vida política británica con la misma firmeza con la que se excluyó a Felipe II cuando se casó con su homónima, María I de Inglaterra; ni Luis XVI de Francia ni ningún familiar suyo mostró la más ligera inclinación a convertirse en monarca constitucional y habrían restaurado el régimen absolutista enseguida que hubieran podido; una biografía reciente ha demostrado que la idea de que Federico III de Alemania era liberal es un mito, y en cualquier caso era un personaje débil con el que el implacable Bismarck, carente de escrúpulos, hacía lo que quería; puede que la posteridad haya considerado a Carlos Eduardo Estuardo como una figura romántica, pero él también era débil e indeciso y era poco probable que hubiera cambiado significativamente nada si hubiera llegado al trono; y Estados Unidos ya era demasiado fuerte e independiente en la década de 1860 incluso para que una Confederación victoriosa contemplara la unión con Inglaterra. Sin duda los ensayos no pretendían convencer, sino meramente entretener a través de la especulación; pero ya se demostraba que era necesario que los historiadores fueran más cuidadosos que los colaboradores de Squire en el establecimiento de condiciones plausibles para sus imaginaciones si tenían que convencer a sus lectores.

      El volumen de Squire reflejaba de alguna forma las incertidumbres y los miedos de la política británica de finales de la década de 1920 y principios de la de 1930, cuando ningún partido era capaz de conseguir una mayoría en el parlamento y políticos como Oswald Mosley y Winston Churchill pasaban con facilidad de un bando a otro. A medida que los contornos de la política británica y europea se volvieron más nítidos con la ascensión del nazismo, este tipo de especulaciones desapareció. Ocasionalmente siguieron apareciendo ensayos contrafactuales, unos más serios que otros, en los años sucesivos. El enorme Estudio de la historia en varios volúmenes de Arnold Toynbee incluyó un puñado de intentos de especulación de este tipo, siguiendo los pasos de Gibbon y abordando cómo habría sido Francia si Carlos Martel no hubiera derrotado a los árabes, pero también imaginando las consecuencias de una invasión vikinga completa de Europa.20 En 1953 el escritor estadounidense Joseph Ward Moore publicó una novela, Lo que el tiempo se llevó, ambientada a mediados de siglo xx, después de la victoria de Lee casi un siglo antes en la batalla de Gettysburg durante la guerra civil estadounidense (el punto a partir del que el relato contrafactual diverge de la serie cronológica histórica). La Confederación victoriosa ha conquistado América del Sur y buena parte del Pacífico, pero los alemanes han ganado la Primera Guerra Mundial y se han convertido en la potencia rival. Se ha abolido la esclavitud pero los avances tecnológicos han sido muy lentos y no hay aviones, bombillas, coches ni teléfonos. Mientras la Confederación prospera, Estados Unidos se ha visto reducido a una zona relativamente pequeña de América del Norte y ha caído en la pobreza y la violencia racial. En este caso el objetivo, antes que proponer un escenario contrafactual plausible, es invertir los signos de la historia real con intención satírica; y la adscripción de la novela a la ciencia ficción se confirma cuando el protagonista descubre cómo viajar al pasado (de forma improbable, dado el atraso tecnológico que se nos había descrito), visita la batalla de Gettysburg y sin darse cuenta cambia el curso de la misma de modo que Lee pierde en lugar de ganar, con lo que la serie cronológica vuelve a ser la que conocemos: el Norte derrota a la Confederación y ocurre todo lo que ocurrió en realidad. De forma oportuna, en ese momento el protagonista queda atrapado en el pasado que ha creado, ya que el mundo del que ha venido desaparece sin dejar rastro.21

      Durante la década de 1960 y 1970, pueden encontrarse es­porádicamente artículos, a menudo debidos a historiadores especialistas que especulan sobre su propio campo de investigación, en varias revistas y periódicos, sin que lleguen a iniciar una tendencia. En 1961 el periodista estadounidense William L. Shirer, autor del gran éxito de ventas Auge y caída del Tercer Reich, publicó un breve ensayo, “If Hitler Had Won World War II” [Si Hitler hubiera ganado la Segunda Guerra Mundial], en el que sugería que los nazis habrían conquistado Estados Unidos y habrían iniciado el Holocausto de los judíos estadounidenses. Pensado para intentar reavivar el recuerdo estadounidense de la maldad del nazismo, el ensayo apareció en un momento en que el juicio en Jerusalén contra Adolf Eichmann, el teniente coronel nazi que fue el administrador principal del exterminio de los judíos europeos, volvía a despertar la memoria pública sobre los crímenes del nazismo. Shirer había sido corresponsal de prensa en Alemania durante los años treinta y fue testigo de primera mano del antisemitismo nazi. Convencido desde un principio de que Hitler disfrutaba del apoyo abrumador de la mayoría de los alemanes de a pie, no quería que se olvidara la historia del nazismo en una época de amistad entre Alemania Occidental y Estados Unidos en el contexto de la Guerra Fría.22 En una vena más académica, en 1976 el historiador británico Geoffrey Parker publicó un ensayo más serio sobre el contrafactualismo con un breve estudio sobre lo que habría pasado si la Armada Invencible hubiera conseguido desembarcar en Inglaterra en 1588: Felipe II de España habría conquistado el país y restablecido el catolicismo, y aprovechando los abundantes recursos de la economía inglesa para sus ambiciones globales, es muy posible que hubiera llevado a la contrarreforma a la victoria en Alemania y que hubiera asentado el control español de América del Norte.23

      Parker iba a regresar a la historia contrafactual cuatro décadas más tarde con una colección de ensayos y un intento más sistemático de justificar las especulaciones de este tipo. Su ensayo, junto a las distintas recopilaciones que lo precedieron y siguieron, demostró un rasgo de la historia contrafactual, a saber, que en tanto especulación histórica siempre adopta la forma de ensayo, normalmente muy breve. Privados de verdadero material empírico, los historiadores no tardan en quedarse sin combustible. Las especulaciones contrafactuales más extensas casi siempre han adoptado la forma de novelas. El escritor italiano Guido Morselli llevó a cabo un intento especialmente notable de novela contrafactual en 1975. Su libro Contro-passato prossimo: un’ipotesi retrospettiva [Pasado condicional: una hipótesis retrospectiva] mezcla técnicas novelísticas, crónica e historia para retratar un mundo en que el ejército austríaco rompe el punto muerto en el que ha embarrancado la Primera Guerra Mundial en 1916 al utilizar un túnel secreto bajo los Alpes para invadir por sorpresa el norte de Italia y penetrar en el sur de Francia. Mientras tanto, un comando británico secuestra al káiser, cuya oferta característicamente megalómana de que lo intercambien por ochenta mil prisioneros de guerra británicos levanta tal indignación en Alemania que el jefe del gobierno, el canciller Bethmann Hollweg, se ve obligado a dimitir; lo sustituye el político liberal Walther Rathenau, que concluye un armisticio con las potencias aliadas después de que el ejército alemán haya penetrado en sus filas en el frente occidental y de que la marina alemana haya destruido a la británica en el mar del Norte. Las condiciones del armisticio de Rathenau que, para sorpresa de todos, no formulan reivindicaciones territoriales, sino que proponen la creación de una Europa federal sobre una base socialista, se rechazan en Alemania, donde un golpe expulsa a Rathenau entre manifestaciones antisemitas y lo sustituye por Hindenburg. El mariscal de campo impone leyes tan severas en los países derrotados que surgen movimientos de resistencia por todas partes y los sindicatos de toda Europa lo derrocan mediante una huelga general, lo que lleva a la vuelta de Rathenau y finalmente a la fundación de la confederación socialista europea.24

      Morselli hace grandes esfuerzos por ofrecer detalles cuidadosamente documentados de los acontecimientos históricos de la guerra, pero desplazándolos un poco en el tiempo, de modo que el putsch de Kapp de 1920, en que una huelga general derrotó a un golpe derechista en Berlín, se desplaza hacia adelante y cae en manos de Hindenburg, y los avances militares en los frentes italiano y occidental siguen a una descripción detallada del estado de cosas que les precedió procedente de documentos históricos. Sin embargo, los hechos históricos alterados que sustentan el relato de Morselli son demasiado numerosos y arbitrarios para convencer al lector. El túnel secreto que atraviesa los Alpes es por sí mismo una hipótesis osada, pero no es en absoluto seguro que hubiera dado a los austríacos la ventaja decisiva que Morselli describe; además, no se trata de una circunstancia histórica alterada, sino de pura invención ficticia. Y añadir a ello el secuestro

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