Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola
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Intervino en la naciente industria salitrera peruana el chileno Pedro González de Candamo, quien, tras formar parte de la expedición libertadora del Perú como coronel de milicias, se radicó en ese país y participó en la construcción y explotación del ferrocarril del Callao a Lima, del de Chorrillos y del de Tacna a Arica507. Candamo habilitó en el negocio salitrero a Antonio Alfonso, discípulo de Domeyko y profesor de química en el liceo de La Serena, y emigrado al Perú tras la revolución de 1851508. También tuvo importante injerencia en la explotación del guano. Y su hijo Carlos Candamo, conviene subrayarlo, tuvo una participación preponderante en la solución del gran problema de la industria salitrera, el transporte del producto a los puertos. En efecto, los privilegios exclusivos obtenidos del gobierno peruano a partir de 1868 por la sociedad Ramón Montero Hermanos para construir ferrocarriles en la provincia de Tarapacá hasta los puertos de Iquique y Pisagua, fueron traspasados en 1873 a la recién creada Compañía Nacional de los Ferrocarriles Salitreros del Perú, de la cual Carlos Candamo fue socio509.
En la orilla occidental del salar de Bellavista, los británicos Williamson y Mac-Lean encontraron salitre y lograron adjudicarse más de 500 estacas. Carentes de capital, fueron habilitados hacia 1850 por los chilenos Tomás y Ángel Custodio Gallo en más de medio millón de pesos, y pudieron alzar varias oficinas, la más importante de las cuales fue la llamada Alianza510. No eran esos los únicos capitales chilenos que hicieron posible el desenvolvimiento de la industria salitrera en Tarapacá. Según lo indicó Billinghurst en su obra de 1889, varias casas comerciales de Valparaíso abrieron crédito a los salitreros entre 1854 y 1864, créditos que no fueron pagados a consecuencia de la baja del salitre en 1876. Entre 1870 y 1873 la Compañía Chilena de Consignaciones invirtió en habilitaciones casi un millón y medio de pesos. Otras casas de Valparaíso y Agustín Edwards hicieron adelantos a varios industriales por más de un millón de soles. Desde 1870 en adelante el mercado financiero de Valparaíso tenía intereses en la industria salitrera por más de seis millones 200 mil pesos511.
Los trabajos de los ingleses en el salar de Bellavista despertaron la atención de varios grupos de peruanos, que se adjudicaron estacas en dicho sector y establecieron numerosas oficinas. Las dificultades para el abastecimiento de las oficinas de Williamson y Mac-Lean, y, en especial, para transportar el salitre a la caleta de Patillos para su embarque, hicieron tambalear el negocio, que hubo de ser traspasado a los hermanos Gallo512. En forma independiente, Ángel Custodio Gallo adquirió propiedades salitreras desde 1852 en el sur de Tarapacá, las cuales pasaron al dominio de la sociedad Alianza en 1872513.
La falta de leña para la alimentación de las calderas en las oficinas constituyó un aliciente para que Matías Cousiño tratara de introducir el carbón de Lota en ellas. Después de las dificultades iniciales surgidas del precio del combustible, este comenzó a ser empleado en todos los establecimientos salitreros de Tarapacá. Incluso el propio Cousiño, mediante la sociedad Cousiño y Garland, también se dedicó a la elaboración de salitre. Tal vez lo más innovador de la acción de Cousiño fue el intento de resolver el problema del transporte del producto, enviándolo disuelto a la costa por una cañería514.
Entre otros chilenos que se distinguieron en la actividad salitrera de Tarapacá debe mencionarse a Daniel Oliva, propietario de las oficinas La China y Salar de la Noria, y a los hermanos Manuel J. y Francisco José Vicuña515.
George Smith, quien había ampliado las instalaciones en La Noria para incrementar su producción, decidió construir una nueva planta en Sal de Obispo, en el sector septentrional de la provincia de Tarapacá, para lo cual obtuvo el financiamiento de la casa Guillermo Gibbs y Cía., de Valparaíso, primera intervención de esa empresa en la actividad salitrera516. Para el embarque del abono de la nueva oficina Carolina habilitó asimismo la caleta de Junín en 1863. Deseoso de dar término a su actividad en la minería, Smith decidió liquidar su deuda con Gibbs, para lo cual negoció con esa sociedad y con el inglés Melbourne Clark la constitución de una nueva empresa, formándose en Tacna, el 8 de noviembre de 1865, la Compañía de Salitres de Tarapacá517.
A partir de 1840 se instalaron en el Departamento Litoral boliviano, y específicamente en el puerto de Cobija, fundado 15 años antes, comerciantes y mineros, en su gran mayoría extranjeros, entre los cuales destacaron los españoles José María Artola y Manuel Ruiz y Montilla, los hermanos franceses Domingo y Máximo Latrille, mineros de cobre en Gatico y descubridores de las covaderas de Mejillones, y los chilenos José Santos Ossa y Matías Torres. A fines de 1845 Cobija contaba con 600 habitantes, de los cuales 200 eran bolivianos, 250 chilenos y el resto peruanos y de otras nacionalidades.
Ossa se dedicó a la compra de minerales para remitirlos a las fundiciones de Copiapó y Vallenar, y traía desde el valle del Huasco maderas, cereales, vinos, mercaderías varias y carbón518. Después se interesó en la explotación del guano y, en sociedad con Artola, instaló una planta resacadora de agua en Cobija. Dedicado a la extracción de cobre, fue natural que recorriera la región en busca de yacimientos de ese mineral o de plata. Parece indudable que los descubridores del salitre en el litoral del desierto fueron los hermanos Latrille en 1857, quienes intentaron sin éxito obtener una concesión del gobierno boliviano. En abril de 1860, Ossa, siguiendo probablemente el derrotero de los hermanos Latrille, persiguió un mineral de plata en el cerro Palestina y encontró salitre en el sector de Aguas Blancas, lo cual mantuvo en secreto, pues la falta de agua le impidió efectuar un reconocimiento cabal de la zona519.
En 1866, asociado con Francisco Puelma, logró que se le adjudicara un sector en el Salar del Carmen para la extracción de salitre. En efecto, el 18 de septiembre de ese año, en Santiago, donde se encontraba negociando el tratado de límites con Chile, el ministro boliviano Mariano Donato Muñoz le otorgó a la Sociedad Explotadora del Desierto de Atacama una concesión para la explotación del nitrato, la que fue ratificada por un decreto dado en La Paz el 30 de julio de 1867. Mediante este, se le adjudicó a la empresa cinco leguas cuadradas continuas para extraer salitre y bórax en el Salar del Carmen, debiendo los beneficiarios habilitar la caleta de la Chimba y construir un muelle de propiedad del Estado y destinado al uso público. Además, deberían hacer un camino de 25 o 30 leguas hacia el interior. Ya en posesión de la concesión, Ossa inició una nueva expedición hacia el sur, hasta llegar al lugar denominado La Chimba, en la costa, donde después se alzaría Antofagasta. Desde allí se dirigió hacia el interior, y en agosto del citado año, en el Salar del Carmen, fue reconocido el yacimiento de salitre ya descubierto por los Latrille520. Para poner en marcha el proyecto, que requería de considerables capitales dada la baja ley de los nitratos, Ossa viajó a Valparaíso, donde inició conversaciones con Agustín Edwards, su habilitador. Ellas fracasaron por las reticencias de Edwards a intervenir en esa actividad. Acudió entonces al francés Henri Arnous de Rivière, conocido en Chile como barón de la Rivière, “quien después de hacer grandes demostraciones de su interés” en que el negocio quedara en manos de capitalistas galos, viajó a su país521. En carta de noviembre de 1868 Puelma, quien había sostenido nuevas conversaciones con Edwards, le expresaba a Ossa:
Parece que don Agustín no estaría dispuesto a entrar por sí solo en el negocio, ya sea porque no lo entiende, ya por no tener alguna persona de su confianza