Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola

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Historia de la República de Chile - Juan Eduardo Vargas Cariola Historia de la República de Chile

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ya se dijo, la llegada de empresas británicas dedicadas a la minería del cobre y, en especial, de comerciantes del mismo dio un fuerte impulso a la actividad. Así, entre 1820 y 1835 el promedio de la producción de ese metal fue de dos mil 750 toneladas409. El descubrimiento de vetas de cobre y plata por el célebre cateador Diego de Almeida, en abril de 1827, en la sierra de Las Ánimas, entre los puertos de Chañaral y Flamenco, puso a la minería del cobre en una posición expectable en Atacama410. Destacó en la explotación del cobre de las Ánimas el empresario Federico Varela Cortés-Monroy, quien estableció una fundición en Chañaral, y, aprovechando la fiebre minera despertada por el descubrimiento de Caracoles, vendió sus pertenencias en dos millones de pesos a la Compañía de Minas y Fundición de Chañaral, y adquirió más tarde la oficina salitrera Valparaíso411. Al concluir el decenio de 1870, la explotación de las numerosas minas de esta empresa había disminuido considerablemente412. En el mismo sector la empresa de Arturo Besa explotó varias, entre ellas Frontón y Fortuna413. La conducción del mineral entre el yacimiento y el puerto se hacía por un ferrocarril que servía las necesidades de las Ánimas y el Salado. Hacia 1833 o 1834 el cateador Pedro Luján descubrió los mantos de cobre del río Salado, a unos 35 kilómetros al este del puerto de Chañaral414. Explotadas sus minas en forma muy precaria por el británico Eduardo Miller, pasaron más tarde a Roberto Walker, y, a continuación, a Agustín Edwards. Cuando fue visitado el yacimiento por Rodulfo Amando Philippi en 1853, se trabajaba solamente una mina, la Boquerona, por cuenta de Waddington415. “En todo el mineral —observó en 1878 un viajero— no existe una sola mina medianamente bien trabajada”416 El descenso en la producción por la ausencia de buenas técnicas en las labores aconsejó en 1880 iniciar una seria rehabilitación, que en 1883 dio lugar a un gran alcance417. Pero tal vez el mineral de Carrizalillo, a unos 50 kilómetros al noreste de Chañaral, exhibió la producción más sostenida y abundante de “bronces amarillos”. Descubierto en 1855 por los hermanos Juan y Ramón Ossandón y Manuel Briones, fue vendido a Sampson Waters, activo empresario minero inglés418, quien a su turno transfirió un cuarto de la propiedad a la casa norteamericana de Augustus Hemenway. Posteriormente, en 1881, la mina fue adquirida por Isidora Goyenechea de Cousiño419.

      A estos yacimientos deben agregarse las minas de Puquíos, cerca de Paipote, en la misma zona, cuyas primeras vetas se habían explotado a fines del siglo XVIII; Garín Viejo, yacimiento descubierto a mediados del siglo XVIII y que en 1827 fue trabajado por Pedro Pablo Garín por encargo de Diego Portales420; Checo de Cobre, en el cerro del Checo, en el valle del río Copiapó; Ojancos, en el cerro de ese nombre, al sureste de la ciudad de Copiapó; Algarrobo, al este de Caldera, descubierto hacia 1841 por Diego de Almeida, y los minerales de Cerro Blanco, uno al sureste de Chañarcillo y el otro al sur de Freirina. Abundaron también los minerales de cobre en el valle del Huasco: Marquesa, de Camarones; Grande, de San Antonio; Rincón, de Arenillas; Quebrada Seca, de San Juan; Morado, explotada por los hermanos Alejandro y Guillermo Walker, y muchas otras. Algunas fueron trabajadas por la firma Rodríguez Cea y Cía., de la que hasta 1825 había formado parte Pedro Nolasco Valdés, el afortunado dueño de barras en Arqueros, que explotaba en el Huasco la mina Agua Amarilla, en el Cerro Blanco. Hacia esa época inició sus actividades en la región Juan Sewell, agente de la casa calcuteña Fletcher Alexander, quien habilitó a Rodríguez, Cea y Cía. en fuertes sumas, deudas que llevaron a esta sociedad a la quiebra en 1832. Sewell se asoció durante un tiempo con Juan Walker y más tarde lo hizo con Thomas Patrickson, formando la importante casa habilitadora y comercializadora de metales Sewell y Patrickson421. Los hermanos Walker, por su parte, establecieron en Vallenar una casa compradora de minerales, que intervino asimismo en el negocio de la habilitación.

      Además de Sewell y Patrickson, tuvieron también fundiciones en Atacama Walker Hnos., José Miguel Almarza, Jorge Edwards y Cía., Eduardo Hardy, José María Montt, Ramón Caldera, Pablo H. Délano, Agustín Edwards y Mariano Saavedra. De acuerdo a una estadística del puerto de Huasco, entre 1830 y 1838 se exportaron 130 mil quintales de cobre, cifra modesta pero que indica que esa minería seguía operando en la región a pesar de la competencia de la plata422.

      La innovación representada por los hornos de reverbero impulsó la explotación de viejos yacimientos que, como Carrizal Alto, a 50 kilómetros al noroeste de Vallenar, habían sido abandonados. Una memoria del intendente Antonio de la Fuente contiene una lista de 43 minas antiguas de cobre, algunas de principios del siglo XVIII, que en 1843 estaban aún en labores en el departamento de Vallenar423. Muchos de los minerales extraídos de allí eran vendidos a Sewell y Patrickson para su fundición, sin perjuicio de lo cual varios mineros establecieron sus propios hornos, como lo hicieron el célebre cura Bruno Zavala, José Bruno González —después, importante empresario agrícola en Talca—, José Tomás Ovalle, José Rafael Herreros y José Montt, entre otros424. El laboreo de las minas de Carrizal Alto continuó hasta 1842, año en que la profundidad alcanzada por los piques aconsejó abandonar las faenas por el elevado costo de la extracción por medio de apires. En 1854, como consecuencia de la guerra de Crimea, se produjo en Europa una escasez de cobre y nuevamente Carrizal Alto reinició su explotación. En 1859 José Tomás de Urmeneta, que necesitaba asegurar una adecuada provisión de minerales para la fundición de Guayacán, adquirió la mina Rosario, que puso en labor con la colaboración de Nicolás Naranjo, quien se convirtió en su agente en Vallenar, y adquirió y denunció minas en la región y ofició de habilitador425. En la costa, Carrizal Bajo llegó a contar con más de cuatro mil habitantes gracias al movimiento portuario originado en el embarque del cobre y el desembarco del carbón. La construcción de un ferrocarril a partir de 1859 permitió la sustitución de las carretas y facilitó el transporte de dichos productos426.

      La difícil situación de la minería al concluir el decenio de 1850 estimuló a la Junta de Minería de Copiapó a formar una comisión que investigara el problema y propusiera soluciones. Una primera comprobación fue que, de los 12 establecimientos de fundición existentes en el departamento de Copiapó, cuatro se encontraban en Caldera —Compañía Mexicana, con 10 hornos; Livingston y Cía., con ocho; Tagle y Cía., con seis; Compañía Inglesa, con 11—, y el resto, en Copiapó, Tierra Amarilla, Nantoco y el interior del valle, de propiedad de Eduardo Abbott, Compañía del Rosario, Sewell y Patrickson, Ossa y Escobar y Herman Hnos. En Taltal José Antonio Moreno tenía ocho hornos, y el total de estos era de 66427. Dicho número obedecía indudablemente a los altos precios del metal, que permitía no solo fundir minerales de baja ley, sino absorber el impuesto de cinco por ciento a la exportación de cobre en barra y ejes establecido por la ley de 20 de octubre de 1852. Pero el descenso del precio, en especial como consecuencia del término de la guerra de Crimea, tuvo una respuesta inmediata: en 1862 funcionaban ocho establecimientos con solo 12 hornos428. Y según la Junta de Minería habían podido resistir los fundidores que eran, a la vez, dueños de minas. Pero un cálculo hecho sobre el costo de producción del metal indicaba que, al precio del cobre en 1862, el fundidor perdía un peso por quintal a bordo429.

      Como es fácil de comprender, la incesante búsqueda de nuevos minerales por cateadores de tanta experiencia como Diego de Almeida, José Santos Ossa y José Antonio Moreno, los fue llevando cada vez más al norte. Así, Almeida descubrió cobre en Taltal en 1838 y Moreno, explorando por la costa, encontró y explotó riquísimos yacimientos en Paposo, y en especial en el mineral que denominó Placeres, a corta distancia de la caleta del mismo nombre y a unos 75 kilómetros al sur del actual puerto de Antofagasta430. En 1853, cuando Philippi visitó el lugar, ocupaba a 60 operarios, pero la falta de agua le impedía aumentar la faena431. Almeida había descubierto en 1848 un yacimiento de cobre en San Bartolo, a unos 30 kilómetros al norte de San Pedro de Atacama, trabajado en el periodo prehispánico por los indígenas, el cual, tras muchas dificultades para obtener la concesión del gobierno de Bolivia, estaba en faenas en 1854 cuando Philippi lo visitó y lo describió432. No obstante lo anterior, el científico alemán estimó que “el inmenso desierto” era muy “pobre en especies minerales”433.

      Fue

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