Historia de la República de Chile. Juan Eduardo Vargas Cariola
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Por su naturaleza geológica, Caracoles fue un mineral de mantos, de una extensión de siete mil hectáreas, cuya mayor riqueza se encontraba a 40 o 50 metros de profundidad, sin que tuviera una veta real. Esta misma circunstancia llevó al otorgamiento de cientos de concesiones y a justificar una creencia en las ilimitadas riquezas del mineral. Por tal motivo se multiplicó, sin un conocimiento exacto de la realidad del yacimiento, la creación de sociedades comerciales, en comandita y anónimas en las ciudades del norte, y también en Valparaíso y Santiago, para adquirir barras y emprender labores mineras. El traspaso de barras, con el sostenido incremento del valor de estas, originó una especulación inédita en el país. De ser un negocio minero, Caracoles se transformó en un negocio financiero, en el cual las casas comerciales de Valparaíso y abogados, como Marcial Martínez, Francisco Risopatrón, Benicio Álamos González y Miguel Cruchaga Montt, desempeñaron un papel determinante393. De los problemas judiciales a que dio lugar el descubrimiento merece recordarse el de Arnous de Rivière con su socio Díaz Gana, sus representantes Watson y Meiggs y su acreedor Luis Pereira394.
Un ejemplo ilustra muy bien el proceso especulativo desencadenado por el hallazgo de Caracoles: entre julio y agosto de 1872 la casa Dorado y Volckmar de Valparaíso compró a cinco mineros de dicho yacimiento numerosas barras en 23 mil 500 pesos, parte de las cuales vendió el 6 de septiembre del mismo año en 100 mil pesos a Marcial Martínez. Este había formado entretanto la sociedad anónima Lealtad, a la que traspasó sus barras en la suma de 280 mil pesos. Es necesario observar, sí, que parte de estos pagos no se hacía en efectivo sino en acciones, lo que podía significar tanto pérdidas como ganancias395. Era manifiesta la sobrevaloración de las barras, que no respondía a antecedente objetivo alguno. Al contrario, se sabía en mayo de 1871 que de las más de 600 vetas denunciadas solo había 30 en beneficio, otras tantas en trabajos de reconocimiento y el resto en simple amparo. En mayo de 1872, de las mil 500 vetas denunciadas se trabajaban únicamente 87396. Por entonces, Díaz Gana decidió vender todas sus barras, en 250 mil pesos cada una, a José Rafael Echeverría y a Luis Cousiño, quienes formaron la Gran Compañía de Caracoles397. Como es evidente, aumentaron las transacciones de acciones realizadas por los corredores de valores de Valparaíso y Santiago, entre las cuales estaban en 1872 las de, al menos, 15 sociedades anónimas mineras de Caracoles398. De las 50 sociedades anónimas formadas sobre dicho yacimiento entre 1870 y 1880, dos correspondieron a 1870, 11 a 1871, 29 a 1872, año en que culminó la fiebre especulativa, cuatro a 1873, dos a 1874, y una a 1877 y 1880, respectivamente399. Esa variación refleja con exactitud la brevedad de la bonanza del mineral.
Entre 1871 y 1878, Caracoles produjo 855 mil 202 kilos de plata, con el punto máximo en 1873, con 195 mil 933, que ya en 1876 había descendido a 80 mil 738 kilos400.
Desde el punto de vista técnico, las minas se explotaron en la misma forma primitiva ya antes examinada, con elevados contingentes de mano de obra, salvo en las 17 minas Descubridoras que, además de la alta ley de sus metales, contaban con máquinas de vapor401. Las demás, por su menor ley y por sus elevados gastos de explotación y, en especial, por el costo del transporte, no resultaron rentables. Las tres casas habilitadoras y compradoras de minerales de Caracoles, que eran Dorado Hnos., Escobar, Ossa y Cía. y Edwards y Cía., se unieron al danés Bertoldo Kröhnke y formaron la Sociedad Beneficiadora de Metales402. Esta utilizó el nuevo sistema de amalgamación al que se aludió antes, y empezó a funcionar en septiembre de 1873 como un virtual monopolio403.
Las dificultades de Caracoles, visibles ya en 1873, se acentuaron en los años siguientes, y en 1877 solo una de las minas de la Descubridora era capaz de cubrir sus gastos ordinarios con la producción. El término de la efímera bonanza de ese riquísimo yacimiento obedeció no solo a que el ánimo especulativo se sobrepuso al propiamente técnico, que demandaba mayores inversiones, sino a un doble proceso exterior. El primero fue el descubrimiento de yacimientos argentíferos en Nevada en 1859, cerca de Carson City, y en California, los que, no obstante su baja ley, gracias a la aplicación de capitales y tecnología, a partir de 1870 convirtieron a los Estados Unidos en uno de los mayores productores de plata del mundo. Y el segundo fue la desmonetización de la plata en Alemania, en 1871, cuando el país adoptó el patrón oro, ejemplo seguido por Noruega, Suecia y Dinamarca, lo que arrojó al mercado grandes cantidades del metal, con el consiguiente descenso de los precios internacionales404.
Aunque otros descubrimientos posteriores —como en 1873 el yacimiento de La Florida, a 70 kilómetros al este de Chañaral, y en 1881 el de Cachinal de la Sierra, al oriente de Paposo— permitieron mantener la explotación argentífera, el ciclo de la plata había concluido, no por el descenso de la producción sino por la reducción del precio. En efecto, la producción argentífera, que en el decenio de 1860 osciló entre un mínimo de 35 toneladas (1864) y un máximo de 82 (1869), en el decenio de 1870 mostró un mínimo de casi 35 toneladas (1876) y un máximo cercano a las 65 toneladas (1873). Y solo como punto de comparación conviene tener presente que en 1887 la producción de plata se aproximó a las 194 toneladas y que un siglo más tarde, en 1997, superó las mil toneladas405.
LA MINERÁA DEL COBRE
Carente de los rasgos espectaculares de los metales preciosos, capaces de mover a grandes masas humanas en pos de hallazgos fabulosos, la minería del cobre exhibió una notable permanencia en el tiempo y una rentabilidad interesante, aunque muy variable. Es cierto que, en general, los mineros chilenos preferían el oro y la plata, cuyas utilidades eran elevadas y de rápida obtención. Con todo, muy tempranamente, como ya se ha indicado, la demanda de la India inglesa dio un notorio impulso a esta actividad extractiva, cuyos volúmenes, por las limitaciones técnicas conocidas, fueron muy modestos. Pero las necesidades de cobre, tanto para la fabricación de bronce como para aplicarlo en forma de planchas a los cascos de los buques, aumentaron en forma gradual merced a la revolución industrial. Así, la fabricación de locomotoras, locomóviles, calderas y motores para la industria y para los buques y, en especial, la invención del generador eléctrico por el inglés Michael Faraday en 1831, los tendidos telegráficos, el bronce para los sistemas de iluminación con gas y, más adelante, los conductores para la iluminación con electricidad hicieron del cobre un metal básico y crecientemente requerido por la industria. Esto explica que durante buena parte del periodo en estudio la demanda por el cobre chileno fuera sostenida, con las variaciones vinculadas a los ciclos económicos, y que al concluir aquel sufriera un descenso imparable, producto de la competencia de una minería moderna en los Estados Unidos, España y Australia, alimentada con elevados capitales.
En la primera mitad del siglo XIX el negocio de fundición de cobre tuvo su centro indiscutido en Gran Bretaña, más precisamente en Swansea, en Gales, al combinarse allí varios factores: uso del carbón de piedra; empleo de hornos de reverbero; transporte marítimo de los minerales y régimen tributario adecuado406. No solo se procesaron en Swansea los minerales ingleses de Cornualles y Devon, sino también los de Cuba, explotados en la década de 1830 por dos sociedades británicas en el este de la isla; de Australia del Sur, provenientes de sus minas de Kapunda (1842) y de la riquísima de Burra Burra (1845)407; de Chile y de Perú. Las prácticas monopólicas y monopsónicas de los fundidores ingleses, que permitieron