Preparen la tierra. Ps. Carla Vivanco

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para eso. Si tienes hijos pequeños, es el momento preciso de enfocarte en invertir en aquello en que su cerebro está abocado. Si son mayores, te animo a identificar los puntos débiles y dar a tus hijos un cuidado especial para sanar, reparar o fortalecer. Los padres somos los llamados a ese cuidado especial. En Dios siempre hay esperanza porque el poder viene de Él.

      Tengo la convicción de que leer este libro será para ti una experiencia renovadora, porque Dios mismo abrirá tus ojos a verdades nuevas que Él quiere que sepas. Tu mente será reverdecida y tu manera de actuar irá demostrando tu amor de una forma nueva, porque nos ha dicho que en Él somos nuevas creaturas y que las viejas han pasado.

      En Él, puede haber un nuevo comienzo cada vez que sea necesario. Cuando te da una nueva revelación, te da un nuevo desafío y te muestra cómo subir el peldaño siguiente. Podemos dejar atrás pautas y patrones viejos y renacer con Él. Te invito a darle espacio a la nueva versión de ti que Dios está queriendo formar, en beneficio de tus (sus) hijitos.

      1 Quizás no sea el nombre técnico preciso. Lo describo tan solo como lo entiendo como madre.

      En principio y desde cualquier punto de vista lógico, uno pensaría que en una tierra estéril no es posible sembrar vida. No obstante, Dios creó el mundo desde la nada. También en la Biblia se nos muestra cómo Dios sembró vida en el vientre de Sara. Personalmente he conocido al menos dos historias similares, donde Dios puso vida en vientres estériles.

      Una tierra estéril puede ser una mente llena de paradigmas que no se dejan derribar, patrones de comportamiento que no se quieren soltar, pensamientos negativos o deseos de hacer las cosas a la propia manera. Para efectos de este proceso de ser modelados hasta alcanzar el ejemplo de Padre que es Dios, es necesario abandonarnos a sus manos con un compromiso consciente. Hace falta estar dispuestos a decirle: “Padre, eres mi Señor y como tal, quiero que me enseñes cosas nuevas y quiero cambiar”. No se va a tratar de lo que yo escriba en este libro, por muy “inspirada” que crea que estoy. Se va a tratar de lo que Dios revele a tu corazón mientras lo lees. Tu decisión de soltar el control para que Él lo tome, hará el cambio en ti, hará fértil tu tierra y la buena semilla de Dios dará fruto.

      Por si aún no lo has notado, ¡TÚ eres el recurso principal! Dios te ha designado para ser quien prepara la tierra dentro del corazón de tu hijo, para que su llamado sea escuchado y pueda ser activado en su vida. En el tiempo más sensible de la vida de tus hijos, todo pasa por ti. Algunos padres (por la razón que sea) no alimentan a sus hijos y se desnutren. Otros los descuidan (por la razón que sea) y se accidentan. Otros los maltratan (por la razón que sea) y quedan heridos y vulnerables. En general, la mayoría de nosotros podríamos decir que los alimentamos, los cuidamos y no los maltratamos; eso hilando grueso.

      Pero si hilamos más fino y nos vamos al mundo emocional más secreto y bien guardado, ese que solo Dios conoce y a veces nosotros alcanzamos a divisar, hay un símil de desnutrición, de accidentes, de maltrato. Espero que no duelan mucho mis ejemplos, pero lo tengo que decir. Una madre que amamanta y, mientras lo hace, está conectada a Whatsapp no entregó alimento emocional. Otras escenas podrían ser: un niñito que vio el aviso de un monstruo al pasar por el living cuando sus hermanos mayores veían una película y luego tuvo pesadillas. Un zamarreo y tirón de pelo cuando derramó su leche sobre la mesa. Quizás “un evento” no signifique mucho, pero “eventos reiterados”, pueden dejar huellas más profundas de lo que imaginas.

      Si estás pensando, por si acaso, que tu infancia te dejó tan seco y tan destruido que tienes poco para dar, te levanto en esta hora para que declares que en Él no hay tierra estéril y que te puede convertir en la plantación más frondosa que existe. Sólo necesita tu corazón dispuesto y rendido. Lo demás lo hace Él. No se trata de hacerlo nosotros, se trata de dejarlo obrar a Él.

      Si estás pensando, tal vez, que no sabes cómo, te animo en esta hora a que entiendas que esto no es por ti (por supuesto que tampoco por mí), sino que Él hará a través de ti (y de mí). No habrá padres sin fuerzas, porque Él los levanta; ni habrá padres sin instrucción, porque él mismo los guiará. No habrá padres incapaces, porque Él los hará capaces por medio de su gracia.

      Mira tu vida. ¿Identificas heridas en tu historia? ¿Fuiste dañado, desnutrido, descuidado, maltratado? ¿Ya has sido sanado? ¿Estás en proceso? ¿Cómo te ha sanado Dios? Déjate tiempo para pensar, toma notas si quieres. Puedes usar un cuaderno personal en este proceso de ser guiado por Dios hacia una paternidad y maternidad renovadas.

      ¿Pensaste alguna vez en las cosas que tus padres habían hecho y que de alguna manera te dañaron, proponiéndote jamás repetirlas con tus hijos? ¿Te has visto repitiendo sin querer ese mismo patrón? ¿Te ha causado dolor verte a ti mismo actuando del mismo modo en que tus padres te dañaron a ti? ¿Lo estás viendo ahora por primera vez? Es difícil que esto no ocurra de alguna manera o en alguna ocasión. Porque las heridas, aunque sean pequeños rasguños, tienden a movilizar en nosotros pautas aprendidas. Activan en nosotros todo que hemos levantado para defendernos de ellas y ahora salen ante la mínima señal de ataque. Quiero ejemplificarlo con esta historia:

      Víctor venía dotado por Dios con una sensibilidad especial a los cariños y abrazos, se sentía bien y cómodo siendo acunado y mimado. Pero sus padres no eran tan expresivos ni les quedaba cómodo mostrar su amor con abrazos. Sumado a esto, la llegada de un hermano menor, que tuvo necesidades especiales de atención y cuidado, fuer dejando vacíos y heridas por momentos de cariño físico no expresado y necesidades emocionales no correspondidas. Conforme crecía, Víctor, para no sufrir por lo que leía como rechazo, fue distanciándose físicamente de las personas, ya no buscaba abrazos ni esperaba besos ni caricias. Cuando fue adolescente y tenía que describirse, se dijo a sí mismo que era “frío”. Esta etiqueta fue aceptada por su esposa, también herida, sin descubrir ambos que habían sido creados para disfrutar y dar demostraciones de cariño físico.

      Cuando fue padre y cada uno de sus hijos fue pequeño, era muy sencillo demostrar cariño físico, ya que los hijos pequeños no son de temer porque no rechazan. Pero cuando cada uno creció, cualquier señal de rechazo (un “no te pesco” del niño pequeño o del adolescente) activaba todas las alertas del vulnerable sistema y se levantaban todas las defensas de distancia y frialdad. En consciencia, siempre se dijo a sí mismo “no seré frío como mis padres”, pero al momento de ser padre, afloraba sin intención como mecanismo de sobrevivencia.

      No es a propósito que actuamos como lo hacemos. La mayoría de las veces, actuamos sin la menor consciencia.

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