Preparen la tierra. Ps. Carla Vivanco
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Se puede haber llegado al nivel profundo de expresión de sentimientos, pero éstos pueden estar aún referidos a lo que le pasa a uno frente a otros o frente a una circunstancia específica. Mas, cuando el tema es la misma relación y se expresa al otro lo que se siente —especialmente lo que se teme o necesita del otro—, se ha llegado a la máxima profundidad. Por ejemplo, se da cuando en un momento especial, de riqueza afectiva, un hijo consigue decir “has estado poco en casa este último mes, me he sentido solo y enojado” o “a veces no te busco porque temo que me rechaces”. Alcanzar este nivel no es fácil, porque requiere conocimiento de uno mismo, claridad y mucha valentía para expresarse. También depende mucho de las habilidades interpersonales con que se cuente, así como de la capacidad de autoanálisis. A los hijos les brinda una experiencia de crecimiento relacional, mayor confianza y seguridad sobre la expresión de emociones, lo que pueden extrapolar a otras relaciones. En el fondo, se modela una forma de relacionarse que es madura y saludable. Este nivel permite a los padres saber lo que sienten sus hijos en relación con ellos y es una poderosa oportunidad para ser conscientes de lo que va bien, así como de lo que pueden mejorar o fortalecer.
Haciendo un análisis de estos niveles en la relación con mis hijos esta semana recién pasada, pude observar que hubo momentos bien variados. Transitamos por todos los niveles y con los dos, al menos esta semana, llegamos a niveles más profundos. Observé el nivel 2 cuando mi hija me contó que se sentía tranquila frente a la pasantía que viene, pero con sentimientos encontrados porque le demandará más tiempo fuera de casa. Por un lado, me expresó que le alegraba el hecho de que estaría más ocupada y saliendo más de casa; pero por otro lado, eso mismo la pone triste porque implica dejar más tiempo a su gatita sola. Llegamos al nivel 1 un día en que le recordé algo que tenía que hacer y ella me expresó firmemente que no le gustaba que le dijera cómo tenía que hacer las cosas. Esto es posible porque en nuestra relación hay confianza y ella sabe que me puede decir lo que piensa y siente sin que yo me “ofenda”, aunque de hecho, a veces me ofende realmente. Ella sabe que aunque algo me duela, no destruye nuestra relación ni me desmorona a mí.
Con mi hijo, hubo momentos en que él me expresó, como niño simple y honesto que es, algunos de sus sentimientos respecto a las rutinas y responsabilidades. Y para mí el momento más profundo con él fue cuando me puse a su altura (él estando sentado), lo miré a los ojos y le expresé con lágrimas lo difícil que me estaba resultando supervisar todos los aspectos de su tratamiento alimentario y cuidados de su piel atópica. Le dije claramente que no quería ser el “carabinero” que lo supervisaba y que necesitaba sentirme sólo como la mami que lo amaba, junto con pedirle con toda firmeza que me ayude y se haga más cargo de su tratamiento.
Como pueden observar, tanto padres como hijos pueden llegar a expresarse en este nivel acerca de la relación.
Los niveles que planteo, forman un continuo en el que se transita de ida y vuelta. A veces, se avanza hasta el final, muchas veces se queda en el medio. Una buena comunicación no implica que el objetivo sea llegar siempre al nivel más profundo, ese es un momento reservado para las ocasiones especiales. Sin embargo, es relevante saber llegar, porque si nunca se logra hablar de la relación, no se dan claves al otro para dirigir las conductas y favorecer el vínculo.
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