Preparen la tierra. Ps. Carla Vivanco
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Con mi hijo hay diarios abrazos y despedidas con besitos. Es una forma importante de conectarnos y expresarnos amor. También hablamos de cosas profundas en dos ocasiones, una cuando me expresó lo entusiasmado que estaba por su campamento que viene y me dejó saber algunas cosas que lo aburren o lo cansan. Se sintió libre para expresarme cuando no quería hacer algo o estaba desanimado.
La descripción de estos tipos de interacción te puede ayudar a examinar el patrón actual de interacción con tus hijos. ¿Qué tipo de interacción con tus hijos está predominando? ¿Cuál está faltando o notas que se da con menor frecuencia?
Aunque todos estos tipos suelen estar presentes, la personalidad especial de cada padre, favorecerá o dificultará algunas de las instancias descritas. En ocasiones, un padre o madre se “especializa” en un cierto tipo de interacción, lo que puede llevar a descuidar otros. De manera inadvertida, a veces la pareja parental se compensa, de modo que uno de los progenitores suple lo que al otro le falta. Sin embargo, puesto que cada padre aporta un aspecto relevante y la relación padre–hijo es personal, si un padre identifica ausencia de alguno de estos tipos, es beneficioso que haga un esfuerzo voluntario e intencionado para realizar un cambio en favor de la relación y un vínculo más cercano con sus hijos. Siempre es posible crecer y fortalecer el rol parental.
Desde otra perspectiva, me hace sentido analizar los momentos con los hijos de acuerdo a su nivel de profundidad en la conexión emocional. Los niveles que se pueden alcanzar en la comunicación con los hijos son pensados especialmente en las interacciones de conversación y las de intimidad, por cuanto ellas son una vía potencial para llegar a niveles profundos que sean hondamente satisfactorios y constructores de cercanía afectiva con los hijos. Mantener la conexión con ellos, de corazón a corazón, se trata de saber llegar a comunicarse en niveles más profundos. Pero como los hijos se encuentran aún en proceso de desarrollo y formación, son los padres los encargados de encausar las interacciones hacia la intimidad afectiva. Esto puede ser difícil para algunos padres o en algunos periodos de la vida de los hijos, por ejemplo, en la adolescencia. Sin embargo, ésta es mi misión principal: animarte y desafiarte a que Dios te revele cosas nuevas y te lleve más alto y más lejos en tu vida de padre o madre.
Niveles de comunicación con los hijos
Describiré a continuación mis postulados sobre los niveles de comunicación con los hijos, partiendo desde los niveles menos profundos, aunque no menos importantes, porque —como señalé— aquí ya nos encontramos con interacciones de conversación e intimidad, por tanto hay al menos cierta cercanía afectiva.
Quiero mencionar también que es difícil llegar directamente al nivel más profundo. Habitualmente es clave ir rondando los niveles más superficiales para generar confianza y un clima de interés que favorece y permite la apertura del corazón y el permiso a la vulnerabilidad. Siempre es difícil compartir los sentimientos más profundos y, por eso, es tan necesario un piso básico de confianza, receptividad y apertura. Es necesario saber que al otro le interesa escucharte, que le importa lo que digas y desea comprenderte.
a) Nivel 5: “Lo que yo veo”
Es el nivel más superficial. Se encuentra en las interacciones de conversación o en cualquier otra situación donde se pueda conversar. El tema es un hecho o circunstancia que se relata sobre otras personas o situaciones externas que se observan. Aportan un espacio para compartir las experiencias o acontecimientos que se observan del mundo o de los otros y son una prueba para llegar a niveles más profundos. Un padre astuto puede pesquisar datos desde sutiles evidencias. Por ejemplo, si un hijo dice “en la fiesta estaban todos fumando y nadie les decía nada”, quizá está buscando una oportunidad para investigar tu parecer acerca de ese comportamiento. Este nivel no es profundo porque no devela quién es el otro a simple vista y sólo permite hacerse hipótesis con poco sustento en evidencias y con un alto margen de error. Sin embargo, sin transitar por él, suele ser difícil llegar a los demás niveles. Un padre puede avanzar al nivel siguiente haciendo preguntas, cuando perciba que su hijo es receptivo y sea un buen momento para hacerlo.
b) Nivel 4: “Lo que yo vivo”
Es un nivel un poco más profundo, que también es posible de alcanzar en momentos de conversación, en los cuales padres e hijos cuentan acerca de algo que les ha acontecido. El tema aquí es un suceso personal, no de terceros, que es relatado al menos descriptivamente, aunque no implique reporte emocional. Un espacio construido para contarse mutuamente lo que se vive, permite a los hijos sentirse importantes a través de ser escuchados. Los padres pueden desaprovechar estos momentos cuando se muestran desatentos o distraídos o cuando interrumpen o aportan opiniones o sugerencias antes del tiempo suficiente para que el hijo se exprese. Algunos hijos suelen parecer estar muy bien entrenados para detectar el interés de los padres y se retraen si no tienen la seguridad de haber despertado interés. Otros parecen hablar y hablar a modo de desahogo, dando la impresión de que no les importara si se les escucha, como soltando palabras al viento. Los padres pueden llegar a creer que los hijos no están esperando tanta atención o que los temas no son relevantes. Sin embargo, he constatado que cuando no se ha construido bien la atención y el interés en este nivel de comunicación, posteriormente, cuando se llega a necesitar que el hijo cuente lo que está viviendo, es difícil lograrlo. Dicho de otra forma, se necesita una historia de experiencias previas en que el hijo sepa que su padre lo escuchaba, habiendo comprobado que sus asuntos son importantes, para que ese hijo comparta algo que realmente para su padre es importante saber.
c) Nivel 3: “Lo que yo pienso”
Es un nivel algo más profundo. Se encuentra en las interacciones de conversación o en situaciones donde se esté conversando. El tema es una idea u opinión del emisor sobre un acontecimiento del mundo, sobre otros o sobre sí mismos. Es más profundo, puesto que sí implica una revelación, pero sólo referente a pensamientos, sin “riesgo” de mostrar más allá. Es un gran momento para que los hijos se sepan escuchados, comprendidos, conocidos y respetados en sus opiniones o ideas sobre el mundo, los otros o sí mismos. Los padres sabios privilegian el escuchar las opiniones de sus hijos, antes que expresar las propias. Sin embargo, muchas veces, los padres tienden a dar sus puntos de vista más de lo que buscan escuchar los de sus hijos, de manera que éstos se aburren de atender a los padres y de sentirse no escuchados. Para que este nivel sea de mayor provecho, es conveniente que se dé espacio de expresión a ambos interlocutores y, especialmente, que los padres expresen interés por conocer las ideas de sus hijos y las respeten (aunque no opinen igual).
d) Nivel 2: “Lo que yo siento”
Involucra la expresión de sentimientos, por lo que se ha avanzado a la interacción de intimidad. Son los momentos en que los padres e hijos hablan de lo que sienten. Hay revelación y se sienten vulnerables, por lo que sólo se llega aquí cuando hay confianza y apertura. Puede llegar a expresarse temores, necesidades o conflictos profundos, que son de más difícil acceso, por lo que se requiere autoconocimiento y mucha reflexión. Estos espacios brindan la experiencia de una relación segura donde se puede mostrar vulnerabilidad y ser aceptado incondicionalmente. Los hijos se animan a expresar sentimientos cuando encuentran dicho espacio y los padres construyen los momentos propicios. Los padres facilitadores de este nivel suelen ser muy respetuosos de los sentimientos y ritmos de sus hijos y tienen la habilidad de plantear hechos combinados con hipótesis, de modo que el hijo pueda llegar a identificar los sentimientos que movilizan sus conductas. Por ejemplo, mostrándole su miedo de que los compañeros lo rechacen si opina algo diferente a ellos. Para ayudarlos a reflexionar o entenderse mejor, se puede cruzar el puente estratégicamente, haciendo preguntas directas después de haber construido un piso de acogida, por ejemplo: “Sé que has estado discutiendo con tu amiga, ¿cómo te sientes ahora?”. Los padres sabios se esfuerzan