La primera. Katherine Applegate
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—Tiene nombre —protestó Tobble—. Es mi agrandador y achicador teúrgico. Pero me imagino que si vosotros decís que no es teúrgico debería cambiarle el nombre —se rascó la peluda barbilla—. ¿Qué tal si lo llamamos un cerca-lejos?
El cerca-lejos nos había mostrado las cosas como eran en realidad. Había una aldea, una aldea humana fortificada, a lo lejos. Nos tomó la mayor parte del día descender por la empinada y rocosa pendiente del volcán y ya era casi de noche cuando llegamos a sus cercanías. La temperatura parecía ir reduciéndose con cada paso que dábamos. Al principio, nos pareció vivificante, pero pronto nos encontramos tiritando y echándonos encima hasta la última prenda de abrigo que llevábamos en las mochilas. A pesar de eso, decidimos dormir en el descampado, pues los desconocidos que llegan en plena la noche casi nunca son bienvenidos.
Por la mañana, helados y hambrientos, nos aproximamos al portón cerrado de la aldea. Al acercarnos, seis arqueros se levantaron justo por detrás de las puntas de la empalizada de troncos. Seis flechas surcaron el cielo, y seis flechas se clavaron en el suelo a menos de un palmo de nuestros pies y patas.
En ese momento me alegré de haber esperado hasta la mañana siguiente, porque si ésta era la bienvenida que nos recibía a plena luz del día, ya podía imaginar lo severa que hubiera sido por la noche. La puntería de los arqueros era alarmante: resultaba obvio que habrían podido matarnos.
Un caballero en armadura, con la cara oculta tras un visor con una ranura para los ojos, se asomó por encima de la empalizada, y a su lado vimos a un heraldo. Fue el heraldo el que nos increpó.
—Mi señor, Mirob el Poderoso, exige saber quién vive y qué busca.
—Somos simples viajeros —dijo Kharu.
El caballero murmuró algo al oído del heraldo.
—Mi señor, Mirob el Poderoso, les concede pacífico tránsito, mas no los recibirá.
Era evidente que no podíamos entrar a la fuerza. Pero Kharu no había terminado.
—Si pudieran abastecernos de alimento y agua, seguiremos tranquilamente nuestro camino.
El heraldo se aprestó a contestar, pero el caballero levantó una mano para impedirlo.
—Les daremos agua y comida —exclamó—, pero en tiempos de tribulación no permitiremos que unos forasteros crucen nuestras puertas.
—¿Y por qué son atribulados estos tiempos? —preguntó Kharu.
—Veo que no son de por aquí, de lo contrario lo sabrían. Se avecina la guerra. Al otro extremo de las montañas, las fuerzas de Nedarra se agrupan. Y en éste, el Kazar Sg'drit también se prepara.
—Usted nos disculpará, mi buen señor —continuó Kharu—, pero pensaba que en Dreylanda gobierna el rey Marekyn.
—El rey Marekyn no... no está —el caballero negó con la cabeza y agregó con voz apagada—: No hablaré más del Kazar.
Entonces el caballero se retiró de nuestro campo visual. Eso fue todo. No era la primera vez que oíamos rumores de la guerra que enfrentarían Nedarra y Dreylanda. Pero nada había que pudiéramos hacer al respecto. Éramos un grupo de cinco, cinco apenas. Y no era problema nuestro.
Mi misión, nuestra misión, era encontrar más dairnes. Y ésa era nuestra única preocupación.
Al menos eso fue lo que me dije mientras esperábamos.
Diez minutos después, dos mujeres ancianísimas salieron de la aldea fortificada por una pequeña puerta oculta. Nos traían hogazas de pan fresco y carne seca, así como odres repletas de agua hasta el borde, y se retiraron sin pronunciar una sola palabra.
Reemprendimos el viaje, pero entonces noté que Gambler se comportaba de manera extraña. Parecía cabizbajo, con la cola también baja. Seguía moviéndose con la poderosa elegancia de su especie, pero detecté que algo lo perturbaba.
—Gambler, hay algo que te inquieta, ¿verdad?
—Sí.
—¿Quieres contármelo?
—Claro que sí. Me contuve sólo porque he estado tratando de pensar qué es lo que puede significar —suspiró—. Ese título y ese nombre... Kazar Sg'drit... Me temo que son palabras en idioma felivet, y palabras peligrosas, además. Muy peligrosas.
11
La amenaza del valtti
Kharu se detuvo de inmediato.
—¿Qué has dicho?
—Kazar es un título antiguo, no una palabra que se use hoy día —comenzó Gambler—, nada que uno ahora pueda enorgullecerse al proclamar. Hace mucho tiempo, un felivet se alzó entre todos los demás para gobernar nuestra especie. El título que escogió fue Kazar, que quiere decir “soberano absoluto”. Y Sg'drit es una abreviatura de una palabra mucho más larga en felivet. Quiere decir “el implacable”. En otras palabras, un asesino.
—Bueno, eso no suena muy alentador —coincidió Renzo.
—Los felivets hemos dejado atrás esas épocas, esas creencias, muy atrás. Eran venenosas. En especial, la idea de que nosotros estábamos destinados a gobernar por encima de todas las otras especies.
—Eso es exactamente lo que el Murdano pretende en Nedarra —dijo Kharu, mirándome—, incluso si ello implica exterminar especies enteras.
—Si lo que decís es cierto, si Dreylanda ha caído en las redes de las mentiras de un valtti —dijo Gambler, y su cola se movía de un lado a otro—, significa una terrible humillación para todos los felivets.
—¿Un valtti? —pregunté.
—Como bien sabes, Byx, somos una especie solitaria. Cazamos por nuestra cuenta. Nos juntamos sólo para formar una familia y adiestrar a los pequeños. Nuestra naturaleza nos llama a ser independientes, a pensar por nosotros mismos... pero... —Gambler suspiró—, hay ocasiones en que surge un valtti, un felivet que alimenta el odio hacia las demás especies y convence a otros felivets de la importancia de su causa. Los que no escuchan son silenciados, bien sea a través del miedo o tras los barrotes de un calabozo. Es un tipo de locura que se apodera de aquellos cuya mente es débil.
Continuamos el camino, sopesando lo que Gambler acababa de revelarnos. De ser cierto que la guerra se avecinaba, ¿qué podría resultar de un enfrentamiento entre el Murdano y un agresivo dictador felivet?
—Gambler, ¿qué podemos esperar de un ejército al mando de uno de estos valtti? —preguntó Renzo.
—Astucia, engaños, perspicacia, y una crueldad absoluta.
—Fabuloso —murmuró Renzo—. Vamos a encontrar la isla de Byx para así poder largarnos de esta locura lo más pronto posible. Incluso si la isla es carnívora, significará un avance sobre lo presente.