El trabajo de tu vida. Ignacio Álvarez de Mon
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Ahmed y vosotros, vuestras cartas, me reafirman en que, aunque a veces los nubarrones aparezcan o las cosas se tuerzan, estoy donde debo estar y hago lo que debo hacer. Muchas gracias a los tres por recordármelo. En breve espero estar allí para agradecéroslo personalmente. No me perdería la sonrisa de Ahmed por nada del mundo.
Un fortísimo abrazo
Daniel
AUARA5, El agua con valores
Auara es una marca de agua mineral que invierte el 100% de sus dividendos en llevar agua potable a personas que no la tienen, y que además fabrica sus botellas con un 100% de plástico reciclado R-Pet.
Su reto es llevar agua potable a las personas más necesitadas y reducir el impacto ambiental de las botellas que consumimos.
Auara convierte un hecho cotidiano como beber agua en un acto extraordinario.
Entrevista a ANTONIO ESPINOSA DE LOS MONTEROS, presidente y fundador de Auara
IAM ¿Qué valores personales han sido piedras angulares en tu vida?
AEM Cuando te paras a pensar de manera un tanto crítica en aquello a lo que dedicamos nuestro tiempo y nuestra vida, te das cuenta de que a veces estamos un poco desenfocados. Trabajamos ocho o diez horas al día después de dormir, la actividad a la que más tiempo le dedicamos, y no nos planteamos seriamente el motivo de nuestro trabajo. Somos unos privilegiados, yo el primero, al podernos plantear asuntos así. ¿Trabajamos para sobrevivir, para lucrarnos, o nos planteamos la posibilidad de que haya algún tipo de vocación detrás? El dinero está demasiado presente en todo lo que decidimos y hacemos. Dedicamos la mayor parte de nuestra vida a trabajar para adquirir un dinero que nos permitirá hacer lo que realmente deseamos el resto del tiempo, escaso, que nos quede cuando dejemos de trabajar. Las cuentas no salen.
IAM ¿Cuándo decidiste que el juego de trabajar por dinero no lo querías jugar?
AEM El dinero es necesario y todos lo necesitamos para vivir, pero yo he tenido la suerte de poder dedicarme a algo en lo que el dinero no es la primera prioridad. Salí de la universidad y empecé con Auara, que es una empresa social. Pero ese ha sido mi camino, cada uno tiene el suyo. Las personas que trabajan en todo tipo de empresas, cada una desde su posición, pueden impactar en la sociedad de manera positiva sin necesidad de abandonar su trabajo. Debemos empezar por cambiar lo más cercano, lo más inmediato. ¿Qué mundo vas a cambiar si tienes a la gente de tu oficina machacada? Ponemos como prioridad las grandes cosas, el cambio climático, la lucha contra el hambre… y se nos olvida que tenemos a nuestra abuela en una residencia y que hace mucho que no la vemos. Yo soy el primero que me olvido de estas pequeñas cosas. Tengo a mi abuela en Sevilla y debería visitarla mucho más. Lo grande está lejos, es impersonal, mientras que en lo pequeño te tienes que mojar, bajar al barro, poner una sonrisa cuando cuesta más. San Pablo, en la primera Carta a los Corintios, lo deja muy claro: «si no tienes amor, ¿de qué te sirve?».
IAM ¿Por qué das el salto de crear Auara?
AEM Todo parte de la experiencia brutal para mí de conocer la pobreza material. Yo estudiaba Arquitectura en Madrid y en el verano del segundo año de carrera me fui a ayudar a construir un colegio con un misionero en Perú. La razón de irme para allá era más técnica que otra cosa; quería ver cómo lo que yo dibujaba en un papel se ejecutaba luego en la práctica. Pero la experiencia resultó mucho más humana que técnica. Conocí una gente que vivía en una miseria total. Miseria material, pero a la vez con una grandeza moral increíble. Había personas que te sonreían, que te daban todo lo que tenían sin un mal gesto. Nosotros tenemos dolor de muelas un día y no soportamos nada ni a nadie; esta gente tiene toda la boca destrozada y solo piensa en agradarte. Es el contraste entre pobreza física y alegría; todo un choque para un chaval de veinte años entonces como yo.
IAM ¿Y cómo digiere un chaval de veinte años un choque así?
AEM Mi primera reacción fue de culpa. ¿Por qué yo lo tengo todo y ellos no? Esa reacción es mala, porque empiezas a rechazar todo y a todos en tu entorno y te vuelves un ser bastante insoportable. El punto de inflexión es cuando pasas de la culpa al agradecimiento. Desde el agradecimiento te das cuenta de que lo que tienes no te lo has ganado pero que lo tienes que aprovechar. Agradecimiento y optimismo fueron a partir de entonces dos motores en mi vida. Empiezas a asumir que tienes la capacidad, desde una posición privilegiada, de cambiar el mundo; no hace falta ser Bill Gates, ni entrar en trance o tener una experiencia mística. Si buscas tu oportunidad, la encuentras. Yo creo que la vida es búsqueda.
IAM ¿Te consideras un optimista natural?
AEM Natural no, pero sí un optimista construido; ha habido que trabajarlo. En Perú, las personas que yo conocí no se planteaban este tipo de cuestiones, no se podían permitir ese lujo, no podían deprimirse; su lucha era sobrevivir cada día. En Etiopía, estando en un hospital te dabas cuenta de que las personas allí entendían la vida de otra manera para poder soportarla. Comprobé que una madre que perdía a su tercer hijo lloraba igual que lo haría una madre occidental, pero el llanto le duraba menos. Es la misma dureza, pero hay que pasar página más rápido para salir adelante.
IAM ¿Cómo fue tu colaboración con la orden de la Madre Teresa de Calcuta?
AEM He estado en varias casas de la Madre Teresa de Calcuta, en Etiopía, en Burkina Faso, en Madrid también. Ellas aquí atienden a personas sin hogar, drogadictos, enfermos de sida… Yo iba una vez al mes a hacer un turno de noche. Las monjas de esta orden suelen ser chicas formadas, con carrera y que renuncian a todas sus posesiones materiales. Yo no he visto gente con mayor felicidad, que contrasta con la miseria de la que se rodean. Generan alegría en un ambiente de pobreza extrema. Yo creo que tiene mucho que ver con el desarrollo de una vida espiritual y el desapego material.
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