Suficientemente vivo. Paul Holboll
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momentos fugaces y delicados
sonrisas cómplices, plenas de calma
silencios que hablan,
que gritan y claman
extraños sentimientos ocultos
miradas que anuncian y callan
un atardecer que se vislumbra
como otros y tan diferente
la voz dulce que acompaña
tan cercana, pero a la distancia
en rara perspectiva.
El tiempo muere en el arribo
el hoy ya es pasado y alumbra,
febrilmente,
nostalgias del mañana
tristezas de tarde de domingo
y recuerdos de un apacible camino
de una ilusión lejana,
pretérito perfecto convertido en destino.
Vienen imágenes de un paisaje,
antes visto y ahora descubierto
de un modo (y un mundo) diferente
Más y más colas de zorro y otros detalles
paradójicamente acechando,
acosando una infructuosa mente
que pide que hable, pero también que calle
tiñendo el viaje que ha terminado,
tan efímero y perenne.
Su muy querida presencia
convertida ahora en ausencia
vuelta distante, lejana
se precia de haber sido
como se jacta también de haberse ido
aquella lejana y dulce voz
que vaya alguien a saber de dónde viene
una utopía tierna…
tan real…
extraída de un asombroso paraje,
como una quimera…
mi exótica compañera de viaje
EL LOCO QUE ESCRIBÍA (I)
Por y para ella escribía el loco,
mientras su alma moribunda yacía,
oprimido por la oscuridad de su celda;
su triste mirada vacía
que traspasaba, que agobiaba
penetraba en recuerdos borrosos,
arenosas realidades construidas
en un psiquismo endeble...
su musa pasada, ya perdida
lo angustiaba, lo hostigaba y carcomía.
Ahora, inmerso en su locura,
plagada de delirios floridos,
de voces crueles, acuciantes
que lo torturan, que lo marchitan.
El loco sigue soñando incesantemente
dentro de las paredes de su prisión
y en su sueño continúa muriendo
por un amor que no fue
que nunca pudo haber sido;
solo en su realidad caótica
construida sobre naderías,
en sus vagos momentos de lúcida nostalgia;
Lo que fue real ahora es fantasía.
Un destino esquivo, trágico
y pleno de melancolía,
apagado y carente de color
que le observa y susurra,
sonriendo con ironía…
a modo de voz,
arrasando desde afuera,
prensando cada vez más dolor.
El hombre escribe y escribe
en tanto al abismo mira,
escudriña y luego cae…
Su derrumbe se hace presente
en un cuerpo marchito,
en su carne viva.
La jornada se apaga,
viene una muerte anunciada,
la del loco que escribía,
quien reside en perpetua agonía,
desahuciado de su propia vida.
Llega su momento,
finalmente…
viviendo como vagabundo,
emerge una súbita energía,
la de un espectro y su algarabía,
que lo devuelve a su oscuro mundo.
EL LOCO QUE ESCRIBÍA (II)
(CECILIA NAVONE)
Canción
Estrofa canción:
El loco escribía
su triste mirada
se apagaba día a día.
Preso de un amor
que nunca fue