Yo veo / Tú significas. Lucy R. Lippard

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Yo veo / Tú significas - Lucy R. Lippard Paper

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      AUTOBINOGRAFÍA OBSCINEMA

      LA POLICÍA MANTIENE LA PRESIÓN SOBRE LOS PROXENETAS

      SUPERMAN NUNCA DICE... ¡AY!

      ¿TE MASTURBASTE ENTONCES?

      NADA PARA NADIE

      ¿QUÉ EDAD TENÍAS LA PRIMERA VEZ QUE...?

      MÁS FÁCIL DE USAR MÁS COMPLETO ACTUALIZADO ESENCIAL PARA CASA ESCUELA Y OFICINA

      ¿TODAVÍA TE MASTURBAS?

      PARA EL HOMBRE O LA MUJER QUE TIENE TODO Y TIENE QUE SEGUIR QUERIENDO ALGO

      ¿CREES EN DIOS?

      Blanco y negro, cuadrada.

      Tres personas en el banco de un parque, unos cuantos árboles sin hojas a media distancia. Edificios altos y oscuros detrás de ellos recortan el cielo. Un hombre rubio en abrigo corto de tweed está sentado entre dos mujeres jóvenes. La de su izquierda es morena y estilosa, lleva una boina de crochet y un voluminoso abrigo blanco de piel en el que se arrebuja, con las manos en los bolsillos. Su falda es muy corta y la longitud de sus largas piernas, en mallas y botas altas con hebillas, se exagera por el escorzo. La chica de la derecha lleva pantalones con peto y tacones, cruza una pierna sobre la otra rodilla dejando el pie en el aire. Sostiene un cigarrillo con el pulgar y el índice, echa la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados y exhala humo por la boca fruncida. El hombre rubio hace ademán de alcanzar el cigarrillo. A la derecha, a cierta distancia del banco, hay un segundo hombre de pelo largo, bigote descuidado, ojos saltones, pantalones de pana y chaqueta de borreguito; un libro de tapa blanda le asoma del bolsillo.

      ¿Por qué no has hecho nunca arte figurativo?

      Lo he hecho. Dibujo del natural todo el rato. Pero es un placer privado. No voy a negar que hay un gran placer en observar intensamente, en ver y definir un objeto tridimensional sobre una superficie bidimensional. Pero no es un elemento de mi pintura.

      ¿Te tomas la fotografía como un arte?

      Supongo que me gustaría fotografiar con tanto rigor como hacer fotografías que uno pudiera abordar como si no fueran arte en absoluto.

      ¿Estás de acuerdo con Zola en que no se puede afirmar haber visto algo del todo hasta no ver su fotografía?

      De ningún modo. Las fotografías tienden a oscurecer lo que llamamos realidad mucho más de lo que la iluminan. Es fácil ver por qué los pueblos primitivos que no han visto nunca una no reconocen las fotografías de sus propias mujeres. Como dijo Magritte, la imagen de una pipa no es una pipa. Justo hace poco me encontré con una foto mía de hace algunos años, un primer plano perfectamente claro, con más gente. A ellos sí los reconocí a pesar de no haberlos visto en años y de que a uno apenas lo conocía, antes de llegar a la conclusión de que el último era yo. Eso es lo que me interesa de la fotografía. Esa distancia de la realidad que hace de tu cara la de un extraño.

      Blanco y negro, cuadrada, flash.

      Interior de una tienda llena de expositores de revistas y libros, gente que hojea. De izquierda a derecha: un hombre blanco de mediana edad, con calvicie avanzada, cuya cara está casi oculta, viste un impermeable con el cuello levantado y adelantándose al hombre que tiene al lado coge una revista en la que pueden leerse las letras EENAGED NUD; un hombre más joven con camisa oscura y chaquetón abierto de cordero está apoyado sobre una pierna con la otra rodeándole el tobillo y sostiene un librito de un solo color con bordes en blanco y negro y el título en letras mayúsculas ilegibles; dos chicas medio tapadas por un hombrecillo negro de mentón breve y labios gruesos que mira directamente a la cámara cubriéndose la cara con un brazo. Las chicas están una frente a la otra teniendo delante una revista ilustrada con lo que podría ser una maraña de cuerpos desnudos. La más alta, con un abrigo blanco sobre los hombros, tiene puesta una mano sobre el brazo de la otra y la mira fijamente. La más baja estira la cabeza sobre la página y el flequillo largo le cubre la cara. Tiene encorvados los hombros y sobre uno de ellos se ve parte de una bufanda a rayas.

      Blanco y negro, flash, poco clara.

      El borde derecho de la fotografía está negro; el izquierdo, velado. La foto está desequilibrada. A la izquierda, tres personas sentadas: dos hombres, una mujer. Las cabezas de la mujer y uno de los hombres están juntas. Un brazo de él rodea el hombro de ella; tiene la mano abierta sobre el pecho de ella. La mujer lleva un jersey de manga corta ajustado. Él un jersey grueso con destacado dibujo en x sobre el pecho. El pelo de él es corto, el de ella reluce. Ambos son negros. Tienen expresiones de sorpresa y enfado. El hombre blanco a la izquierda está tirado en su asiento y mira indiferentemente a la cámara con la boca abierta y ojos inexpresivos. Lleva una camisa deportiva a cuadros de mangas cortas y anchas. Tiene unos brazos delgados. Una mano le cuelga del brazo del sillón por el lado contrario al de la pareja. La otra mano ha desaparecido del todo en un bolsillo.

      Blanco y negro, flash.

      Una pantalla de cine, un poco desenfocada, una fila de cabezas tapan el borde inferior. En la pantalla, varias personas en distintos grados de desnudez. Una maraña de brazos, piernas, culos, ropa, pelo, pocas caras. No se distingue bien dónde están. En primer plano, un hombre desnudo de pelo oscuro y graso está sentado sobre la espalda de una mujer a cuatro patas que solo lleva unas bragas ajustadas de encaje negro que comprimen sus muslos gordos. Está maquillada en exceso y se ríe. Sus pechos, pelo y estómago cuelgan hacia el suelo, donde un hombre mayor, completamente vestido, está tumbado con los pies descalzos estirados hacia la derecha de la pantalla y la bragueta abierta. Toca la entrepierna de ella con ambas manos y le busca con la boca los pezones. Un perrito de pelo largo le mordisquea al hombre los dedos de los pies y una mano incorpórea agarra desde el lado derecho de la pantalla los genitales del animal.

      La idea de “multitud” es simbólicamente superior a la de “multiplicidad”, pues implica un concepto nuevo de lo numeroso como totalidad, de la Unidad como un todo fragmentado. Jung defiende que, especialmente cuando está inquieta o en movimiento, se corresponde con un movimiento análogo del inconsciente. En Homero hay un símil muy famoso en el que equipara una multitud de guerreros en el ágora (o en el campo de batalla) al oleaje del océano (que constituye otro símbolo del inconsciente). Dionisos es el símbolo de la liberación desinhibida del deseo, o del levantamiento de cualquier inhibición o represión. Según Jung, el mito de Dionisos representa el abismo de la “disolución apasionada” de cada individuo, como resultado de la emoción llevada al extremo del paroxismo, y está relacionado con el anhelo de escapar del tiempo hacia un “pretiempo” característico de la orgía; el mito es, por lo tanto, representativo de un anhelo del inconsciente. El hombre viene a verse a sí mismo como símbolo en tanto que es consciente de su ser. En antropología la mujer corresponde al principio pasivo de la naturaleza. Se le atribuyen tres aspectos básicos: el primero, de sirena, lamia o ser monstruoso que encanta, atrae y desvía al hombre del camino de la evolución; el segundo, de madre, de Magna mater, vinculado a su vez al aspecto informe de las aguas y del inconsciente; y el tercero, de dama desconocida, la amada o el ánima en la psicología jungiana. La virgen “muere” como tal a fin de dejar paso a la matrona. Cuando se la presenta como imagen del ánima es superior al hombre porque es un reflejo de las cualidades más puras y elevadas del hombre. En sus formas más bajas –los aspectos instintivos y emocionales– la mujer está en un nivel inferior al hombre.

      Blanco y negro, flash.

      La foto está desenfocada, como si la cámara se hubiera movido de repente en el momento de disparar. Hay un hombre rubio tumbado con las piernas abiertas en una cama grande de metal. Tiene los ojos cerrados, la boca parcialmente abierta, un puño cerrado.

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