Yo veo / Tú significas. Lucy R. Lippard

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Yo veo / Tú significas - Lucy R. Lippard Paper

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      Chorradas.

      No, de verdad. ¿Qué ves ahí de ti mismo?

      Las partes buenas.

      Te asusta. ¿Alguna vez te han analizado?

      No es más que un juego de salón.

      ¿Te han analizado?

      ¿No lo hemos sido todos, acaso?

      A no.

      A no necesita un analista. Se lo suelta todo automáticamente a cualquiera que esté dispuesto a escuchar. Una versión diferente cada vez, además.

      Estás cambiando de tema. ¿Qué es lo que no reconoces de ti?

      Las partes malas.

      ¿A qué llamas las partes malas?

      Oye, ¿esto qué es, un tercer grado? ¿Por qué habría yo de someterme a este análisis a lo Stanley Home? Es peligroso. Tengo una psique muy delicada y sensible. Háztelo tú, por decirlo con educación. La caridad empieza por...

      ¿Lo dejo entonces?

      No, sigue. Hay un algo en todo eso. Aunque resulte ser del todo falso. ¿Hasta ese punto estás interesado en ti mismo?

      No.

      ¡Ves!

      Déjalo estar. Déjalo que rumie solito.

      Que ronronee, querrás decir. Practica conmigo, anda, que me apetece un subidón de ego. Venga. ¿Solo te hace falta una firma, no?

      Sí.

      Blanco y negro, cuadrada, flash.

      Interior, habitación de paredes blancas. Sofá cubierto con una manta a rayas anchas, torcida. Sillón de madera recargado y mesa de café baja, ovalada, bajo una pila desordenada de libros, periódicos y revistas. Cenicero de cristal con el logo de una marca de cerveza. Tres vasos, cada uno diferente. Una botella de vino medio llena. La portada del libro que está encima de la pila muestra a un hombre de cara alargada, bigote pequeño, gafas redondas y pesadas que agrandan sus ojos. En el sofá, entre dos hombres, se sienta una mujer joven de ojos grandes perfilados en negro, el pelo formando un moño sobre la cabeza, blusa de manga larga con volantes y pantalones. Aunque su pose es en extremo despreocupada, parece más grande que las otras figuras, como si estuviese en un espacio aparte. Su hombro derecho toca el del hombre rubio aunque está mirando al moreno, que asimismo la observa. Levanta ligeramente una de las comisuras de la boca. También alza las cejas. El rubio, que lleva puesto un chaleco de cuero y tiene las mangas remangadas hasta arriba, se sienta con las piernas separadas, la mano diestra apoyada en la rodilla izquierda, y bebe del vaso que sostiene en la mano izquierda. El moreno, vestido con camiseta y vaqueros, está recostado, algo rígido, con un pie desnudo en el suelo y el otro encima del sofá con la rodilla levantada. Su expresión es un tanto desafiante.

      Los mensajes son en sí mismos una forma de esquema y organización. En realidad es posible tratar conjuntos de mensajes como si tuvieran una entropía, igual que conjuntos de estados en el mundo exterior. Del mismo modo que la entropía es una medida de desorganización, la información transmitida por un conjunto de mensajes es una medida de organización. De hecho, es posible interpretar la información transmitida por un mensaje como el negativo de su entropía y como el logaritmo negativo de su probabilidad. Es decir, cuanto más probable es el mensaje, menos información contiene.

      A está de pie al fondo de la sala sosteniendo un plato con queso y galletitas saladas, temporalmente embriagada de amor, irritabilidad y compasión. Cruza la habitación caminando, coloca el plato en torpe equilibrio sobre una pila de libros, toca la cabeza de D al pasar cerca del sofá, se acomoda en el sillón, coge su bebida, da un sorbo, se recuesta por un momento, se echa hacia delante, empieza a hablar muy rápido, un poco incoherentemente, moviendo las manos, esperando socavar de algún modo la excitación del ambiente con su enérgica verborrea. Va pasando el tiempo pero sigue sin poder relajarse, aunque logra pasarlo bien. B le dice que tiene buen aspecto.

      Cuando era pequeña... ¿No has deseado nunca que...? Tuve un sueño muy raro la otra noche... ¿Cuántas veces te has...? Nunca me habría imaginado eso de ti... La alienación son los individuos. Son las diferencias entre las personas, magnificadas... No entiendo... No veía la hora de irme de casa... Me siento culpable por... Es algo difícil de explicar, difícil de definir, que se escapa, que está enterrado, es inalcanzable...

      ¿De verdad os tomáis esto en serio? ¿Qué más puede decirte de ti que ya no sepas? ¿O es solo un modo de invadir la intimidad?

      Para empezar, confirma cosas que quieras saber sobre ti misma, o las reafirma. Cosas que esperas o temes o lo que sea. Por supuesto, tú elijes qué quieres aceptar o rechazar. No es que ninguno de estos pseudosistemas como la grafología, la lectura de manos, la astrología, el test de color de Luescher... No es que sean falsos o verdaderos, sino que tú descubres cosas a través de las respuestas que das a las sugerencias que ellos lanzan. Y también, por supuesto, a través de cómo reaccionan otras personas a esas sugerencias sobre ti. Ante todo es una especie de vara de medir: verte como te ven los demás y averiguar hasta qué punto estás de acuerdo.

      Un espejo, otra vez. Siempre estás buscando espejos.

      Supongo. Pero esto es una ilusión aún mayor. Quiero decir: se lanzan algunas generalizaciones al aire y tú reaccionas. Eliges aquellas que te hacen sentir como querrías ser y no las que repiten lo que ya sabes que eres. Pero si lo haces con un grupo tienes que arriesgarte y ver qué opinan de ti. Te da vergüenza... Está bien, a mí sí que me da vergüenza que aparezcan todas esas cosas que tú querrías ser, por temor a que los demás las nieguen con demasiada rotundidad... ¿Te parece que tiene sentido?

      Sí, eso parece, desde ese ángulo...

      Para ti, al menos.

      No sé. Tengo que admitir que desconfío de los juegos que la gente se toma demasiado en serio. Quizá tú veas los horóscopos o el tarot como un reflejo momentáneo de lo que quieres ser, pero ¿qué hay de la gente que está dispuesta a ser moldeada y manipulada por ellos? Gente que no tiene a nadie aparte de la predicción. Personas que confiarían sus vidas a un desconocido que les ofrece un sistema que dice interesarse por uno. Al fin y al cabo, hay gente que cruzaría el país, dejaría su trabajo, vendería acciones o se casaría solo por consejo de su astrólogo.

      No es mucho peor que hacerlo por consejo de su analista, su asesor financiero o su mejor amigo.

      ¿Pero piensas que esa gente cree tan incondicionalmente o se buscan excusas externas para hacer algo que quieren hacer? ¿Como un codazo del destino, pero elegido con sumo cuidado?

      Claro. ¿No es eso lo que decía A? Si tienes que tomar una decisión vital, ¿no es más fácil delegarla en una fuerza externa? ¿Dios? ¿El destino? ¿El azar? Da igual que pueda ser “leída” o no.

      Para alguien que ha estado detrás de la misma mesa de oficina, con ascensos a intervalos regulares, desde el momento en el que salió de la universidad, eso solo puede ser visto como una idea romántica. De hecho, a mí, como alguien a quien todo eso le repele, de algún modo me molesta ese romanticismo.

      Eso no es justo, los artistas no tienen control exclusivo del mercado.

      Los artistas no tienen mercado. Puede que el romanticismo sí lo tenga. Pero los hombres jóvenes

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