Yo veo / Tú significas. Lucy R. Lippard
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Blanco y negro, horizontal.
La arena y el cielo se funden en un suelo gris. Hay cinco jóvenes sentados formando más o menos un círculo en torno a una manta oscura, una cesta de pícnic, platos de papel, vasos de plástico y latas de cerveza. Un hombre con pecas, a la izquierda, mira lejos de la cámara. Lleva un bañador con dibujos llamativos. Junto a él una mujer pequeña se inclina para llenar una copa de vino con una botella estrecha y alargada. Al echarse hacia delante le asoma por el escote en pico del bañador la aureola de un pezón. Un hombre rubio, de cara y cuerpo huesudos, mira fijamente el libro que sostiene otro hombre. El hombre del libro es moreno. Tiene las cejas tupidas, las piernas cruzadas, gesticula con una mano mientras con la otra sujeta el libro contra el pecho. Es un libro minúsculo de tapa dura sin letras visibles. Abandonando la verticalidad dobla el cuerpo hacia una mujer morena que se halla tumbada, dando la espalda a la cámara, con un brazo debajo la cabeza y el otro entre las curvas de su cuerpo con la mano estirada sobre el muslo, como una réplica del margen inferior de la foto. Sus pies son largos y finos, las uñas oscuras.
Escucha esto: “La causa fundamental del desarrollo de una cosa no es externa, sino interna; radica en las contradicciones inherentes a la cosa. Esta contradicción interna existe en cada una de las cosas, por lo que su movimiento y desarrollo [...] La filosofía marxista sostiene que la ley de la unidad de los contrarios es la ley fundamental del universo. [...] En cualquier fenómeno o cosa dados, la unidad de los contrarios es condicional, temporal y transitoria, y por lo tanto relativa, mientras que la lucha de los contrarios es absoluta.”
(D puede llegar a ser terriblemente pedante. Hace un mes, cuando le conocí, pensaba que toda acción política era inútil. Iba a ser el último de los grandes cínicos, y jamás movería un dedo mientras el mundo se iba al cuerno. ¿Cambiará siempre con tanta frecuencia? Si pudiera sorprenderme siempre, si de verdad fuera impredecible, yo también tendría la obligación de cambiar, y eso es algo que quiero hacer.)
Qué chino es eso.
Bueno, según Lévi-Strauss el marxismo y el budismo comparten la misma...
Oh, Dios, hace un día demasiado bueno como para ponerse tan serios...
¿... que es una simplificación espantosa?
(Él es inteligente y su presencia me agrada, pero... ¿por qué acabo siempre dudando de la gente? ¿Será que los actores son más sensibles que los demás a la falta de sinceridad? Yo todavía no actúo. ¿Será que espero que todo el mundo sea tan farsante como mis ambiciones me hacen ser a mí? Eso no me lo creo. Es lo que diría si estuviera hablando, pero no hay necesidad de pensarlo. Actuar es algo más. Aquí todo el mundo actúa constantemente, pero son unos aficionados. Yo quiero ser mejor en eso que los demás, quiero perfeccionar la manera de habitar y afectar ese mundo que la mayoría de la gente no sabe que existe en el centro de todas las cosas. Si vamos a eso, ¿qué otra cosa hay fuera de cómo te ve la gente y de la manera en la que puedes manipular las situaciones para comunicar tus sentimientos íntimos del modo más claro y directo? B lo sabe bien, pero le gusta hacer mal uso de ello. A lo hace de un modo menos consciente. Dudo sobre D porque noto que también él...)
Podría ser cualquier religión.
No, porque los objetivos de la religión son estáticos. La religión está para resolver las contradicciones de una vez por todas, crea una falsa armonía. Mao lo llama paz sin principios.
(D está más guapo cuando habla. Empiezo a entender lo que A ve en él. Es muy vehemente, pero también tiene algo de triste. Nadie como ella para notarlo y para...)
Pero el marxismo es una especie de religión, ¿no?
Las religiones hacen que la gente digiera el mundo con toda su podredumbre haciendo que esperen algo mejor... después, cuando es demasiado tarde. La democracia ha sustituido a la religión. Lo cual hace que solo se vean sus fallos.
La democracia es el mejor gobierno del mundo. ¿Se te ocurre alguno mejor?
Claro. Cualquier gobierno socialista. Cuba. China. Dinamarca. Incluso Inglaterra. ¿Te parece un buen gobierno uno que tarda noventa años en aprobar una ley para que los niños negros tengan acceso igualitario a la escuela y que quince años después todavía no la tengan? Tú hablas de la búsqueda de la felicidad, no de la felicidad. La democracia te permite correr tras ella jadeando. Pero si te fijas más verás que, en vez de eso, lo que persigues son mercancías, como un buen consumidor. La obsesión con la propiedad lo invade todo hasta el punto de que no reconocerías la felicidad si la encontrases. O, si no, el modelo habrá cambiado y entonces lo que tendrás será un tipo anticuado de felicidad. Así es como agotas las energías y ya no te quedan más para destruir el sistema y encontrar algo mejor.
La felicidad... A saber qué es eso.
Oye, tú. ¿A cuento de qué viene tanto despotricar contra Estados Unidos? ¿Cómo te ganas tú la vida? ¿Quedándote sentado sobre el culo? ¿O es que lo pones en venta?
Venga, Fred...
Yo estoy hablando de la vida, no de ganársela.
E quiere ser actor. B quiere tener poder. A quiere ser escritora. D quiere muchas cosas.
B y E se conocieron en un taller de teatro de Off-Broadway. A ella no le interesaba el teatro. Iba con un amigo. Así que conocía el secreto de E desde el principio. Se entendieron bien. Encajaron como dos gemelos perdidos, como piezas de un puzle humano. Nada de coño con polla, sino necesidad con necesidad, oferta con oferta. La Bella con el Bello, también, aunque ella intentó ser la Bestia. Acabaron compartiendo una mesa de fieltro rojo.
A y B se conocieron en una sala de espera, en las oficinas de una revista de papel cuché. B estaba allí por un trabajo de modelo. A diferencia de otras modelos, ella sí tenía aspecto de serlo. A buscaba empleo, cualquiera, con tal de que la relacionase con escritores y con la escritura. ¿Por qué se pusieron a hablar? Porque no tenían nada en común. Si no hubieran caído por separado una hora después en la cafetería de al lado, nunca habrían vuelto a verse. Cada una pidió un sándwich de queso a la plancha y el tipo de la barra pidió a cocina Dos Quesos Fundidos.
A conoció a E en una fiesta donde ella estaba como pez fuera del agua. Él estuvo amable. Ella le quedó agradecida. A no se dio cuenta de lo guapo que era hasta la siguiente vez que se encontraron, yendo con B. Se sintió sorprendida por lo que se ocultaba tras la reserva de E y recriminó a su intuición de escritora haberlo pasado por alto la primera vez. El anfitrión de la fiesta coleccionaba relojes de cuco.
A conoció a D en la inauguración de la primera exposición de fotografía de él. Era primavera. Ella se sentía bien. Alegre y combativa. Él se sentía mal y aceptó el desafío. Ambos querían enamorarse (aunque D no lo llamó así). De alguien. Ese día. Por qué esperar. Él no bebía nada y ella bebía demasiado.
D ha conocido a B y a E hoy en la playa.
¿Ves ahora lo mismo que yo? ¿Cómo no tiene sentido?
Diapositiva en color, cuadrada, desenfocada.
El mar, un cielo rosáceo, tres mujeres y dos hombres de pie con el agua del mar hasta las rodillas. La línea de sus cabezas sube de izquierda a derecha dos veces, desciende y vuelve a subir. La primera mujer sonríe al segundo hombre, que está en el extremo más alejado. La segunda mujer sonríe al interceptar la primera sonrisa. El primer hombre mira de frente a la cámara.
(Estoy a gusto con D. Me gusta incluso