Diagnóstico organizacional. Darío Rodríguez Mansilla
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En efecto, el adolescente que, en una noche de insomnio, se pregunta por sus posibilidades de obtener el sí de la niña de sus sueños; el matrimonio que estudia su presupuesto para decidir la compra de una lavadora; el empresario que pondera las posibles consecuencias de una campaña publicitaria y el mecánico que trata de encontrar las causas de la falla de un automóvil, hacen diagnósticos que –en la medida en que sean acertados– conducirán a decisiones también adecuadas.
Acaso la más frecuente referencia de la palabra diagnóstico sea de tipo médico. La visita a un especialista es, habitualmente, entendida como la solicitud por un diagnóstico autorizado, con el consecuente tratamiento para el mal detectado.
De esta referencia, es posible extraer algunas consecuencias:
i. El diagnóstico es entendido como parte de una práctica profesional, en que un determinado especialista debe hacer uso de su conocimiento para redefinir los síntomas del interesado.
ii. Se espera que el especialista sea capaz de referir las informaciones que le entrega el cliente más las que él mismo obtenga al cúmulo de conocimientos que posee, de tal manera de reconocer la información relevante y desechar la no pertinente.
iii. El diagnóstico es considerado parte de un proceso en que se adoptarán medidas a partir de esta primera fase diagnóstica.
iv. El diagnóstico, por lo tanto, encuentra su sentido en su aplicabilidad práctica para la solución de un problema.
v. El problema, en general, es experimentado por el paciente, que acude al especialista en pos de alguna solución.
vi. El especialista, conociendo el funcionamiento del cuerpo humano, será capaz de interpretar las molestias del paciente como indicadores, como guías.
vii. En todo el proceso, el médico actúa como un “receptor activo”, vale decir, como un observador que busca evidencias que le permitan afinar su diagnóstico, pero que no influye en lo observado.
Al final del proceso, el profesional podrá decirle a su paciente cuál es su enfermedad, las causas de su mal e indicarle el tratamiento adecuado.
Curiosamente, si el diagnóstico es: “¡Me alegra poder decirle que usted está sano como un peral!”, el paciente se queda con una sensación mezclada de alivio y desilusión. Esta última indica que en la situación social del proceso de diagnóstico, se han desarrollado ciertas expectativas que quedan en cierta medida defraudadas al no ser seguido el diagnóstico por el tratamiento esperado.
En suma, el proceso de diagnóstico es iniciado por una consulta del interesado a un especialista, se produce en una situación social en que se desarrollan expectativas y se espera que el especialista sea capaz de interpretar la información dentro del marco de sus conocimientos y de proponer soluciones al problema así detectado.
Gran parte de las características reseñadas son extendidas al diagnóstico organizacional. La diferencia consiste en que el consultante ya no es una persona, sino un sistema social: la organización.
1.2. El sistema organizacional
Las organizaciones pueden ser entendidas como sistemas sociales que tienen la particular característica de condicionar la pertenencia. En otras palabras, las organizaciones se caracterizan por:
i. Establecer condiciones que deben cumplir quienes deseen ingresar a ellas.
ii. Poner condiciones que deben ser satisfechas por todos los miembros, mientras permanezcan en ellas.
Las organizaciones constituyen una forma de construcción de sistema que surge a partir de la coordinación de dos contingencias.
Contingente es algo que es como es, pero no tiene por qué serlo. Es decir, es algo no necesario, pero tampoco imposible. El que en este momento usted lea este párrafo, por ejemplo, es un hecho contingente. Usted podría estar haciendo algo diferente.
Toda vez que se relacionan dos seres humanos se produce un acomodo entre dos contingencias. Los sistemas sociales requieren de esta doble contingencia para constituirse, dado que si uno u otro de los participantes decide optar por alguna alternativa distinta a la de estar allí, no podrá producirse el sistema social.
En el caso de las organizaciones, esta doble contingencia se traduce en la contingencia de los reglamentos y normas que la organización ha establecido para regular los comportamientos de los miembros, y en la contingencia de los comportamientos de los miembros. Tanto las reglas como los comportamientos pueden ser diferentes a lo que son, pero el hecho es que son como son. La organización que funciona en la práctica es la que resulta del acomodo entre reglas y comportamientos: ni las reglas se respetan como se hubiera deseado, ni los miembros se comportan a su entero amaño.
Aunque el estudio organizacional comienza alrededor de 1911 y la conceptualización sistémica de las organizaciones solo data de la década del sesenta, hoy prácticamente todos los enfoques de estudio del fenómeno organizacional reconocen una raíz en la teoría de sistemas.
A lo anterior hay que agregar que desde el inicio mismo del desarrollo organizacional se utilizó un instrumental basado en la comprensión de las organizaciones como sistemas sociales y de sus fenómenos como procesos que ocurren en un contexto sistémico complejo.
El desarrollo organizacional ha mantenido una estrecha vinculación con la teoría de sistemas, de donde se desprende que ha experimentado cambios relacionados con la evolución de esta importante corriente teórica. Cabe señalar, sin embargo, que como se trata en el desarrollo organizacional de una derivación práctica de este marco conceptual teórico, sus modificaciones han marchado a la zaga de los cambios e innovaciones de la teoría de sistemas.
Algo semejante ocurre con la discusión epistemológica que, teniendo un lugar central en la vanguardia de la elaboración conceptual de la más moderna teoría de sistemas, llegan sus ecos sumamente atenuados a los oídos de los expertos y consultores de desarrollo organizacional.
A pesar de lo anterior, hay que reconocer igualmente que los cambios sociales experimentados en las últimas dos décadas han influido fuertemente en las organizaciones: han aumentado las conexiones verticales y virtuales, así como las fusiones con sus consecuentes choques culturales; se demanda más trabajo técnico/profesional, el que además se flexibiliza; y nos enfrentamos a un entorno configurado por redes, donde las organizaciones son más pluralistas e interdependientes.
Estos cambios han motivado el surgimiento de varias corrientes teóricas utilizadas para analizar las organizaciones y sus cambios, así como disciplinas orientadas a ofrecer su particular mirada, lo que se traduce en un aumento sustancial de información, pero cierta clausura en la relación y aportes entre corrientes teóricas (Scott, 2004).
1.3. La epistemología… c’est moi!
La problemática epistemológica ha dejado de ser asunto exclusivo de los filósofos del conocimiento. Bateson (1976) demostró la importancia de la preocupación epistemológica en el quehacer cotidiano. En su conocida afirmación: “¡Yo soy la epistemología!”, Bateson –además de remarcar la centralidad del observador en su configuración de lo conocido– destacó que la reflexión epistemológica resulta clave para comprender adecuadamente las relaciones que establecemos con otras