Diagnóstico organizacional. Darío Rodríguez Mansilla
Чтение книги онлайн.
Читать онлайн книгу Diagnóstico organizacional - Darío Rodríguez Mansilla страница 5
La propuesta de Bateson (1976) se basa sobre el reconocimiento de la posición central del observador en la constitución de lo observado. En su conocido metálogo: “¿Por qué se desordenan las cosas?”, demuestra en forma magistral que el orden está estrechamente relacionado con el observador de dicho orden: la pieza de una niña de cortos años, el ropero de un joven estudiante, el escritorio de un viejo usurero, pueden ser vistos como expresión perfecta y pura del caos y del reinado del azar y la equiprobabilidad, para todos cuantos deseen entenderlos, con la excepción de sus propietarios, para quienes se trata de aglomerados perfectamente coherentes y ordenados.
Esta proposición de Bateson quedó posibilitada por el trabajo de Wiener (1948), que vincula un problema de las ciencias naturales –la entropía– con uno de las ciencias humanas: la información. La entropía es el negativo de la información, de tal manera que a mayor información menor entropía. Esto quiere decir, según Wiener, que todos los casos de entropía están referidos al grado de conocimiento que se tenga acerca del sistema en que se da esta entropía.
En la moderna teoría de sistemas de Niklas Luhmann se puede vincular el tema de las ciencias naturales: la complejidad, con el de las ciencias humanas: el sentido. Los sistemas sociales –y los de conciencia– reducen complejidad mediante el sentido.
La teoría de sistemas tiene pretensiones de universalidad, lo que implica –entre otras cosas– que debe poder ser aplicada a sí misma. En otras palabras, la teoría de sistemas ha experimentado un cambio epistemológico que va desde el perspectivismo a la autorreferencia. Se ha transformado en una epistemología que apunta a sí misma con el mismo instrumental que usa para tratar otros sistemas. Se introduce o, para decirlo con Spencer-Brown (1979), se reintroduce (re-entry) al sistema la distinción que permite diferenciar al sistema de su entorno. La sociología puede distinguirse a sí misma y constituirse como objeto a ser estudiado, así como también hacer reflexiones acerca de la sociedad, desde dentro de la sociedad, vale decir, sin tener que postular una posición privilegiada, externa, desde la cual sea posible describir los procesos sociales.
En el caso del diagnóstico organizacional, se trata de una evaluación del quehacer humano hecha por seres humanos. El problema de esta evaluación es el mismo que se presenta a todo intento científico en ciencias sociales: ¿cómo evitar que interfieran los prejuicios y preferencias del observador con aquello que observa?
1.4. Las garantías del método científico
La respuesta no la susurra el viento, como habría dicho Bob Dylan, sino que se ancla firmemente en la tradición propia de las ciencias y de su quehacer. Esta respuesta sólida es el método científico.
El método tiene una importancia crucial en la ciencia. Gracias a él, y a la rigurosidad de su aplicación, se hace posible diferenciar el conocimiento científico de otros modos de conocer.
El método que se ha definido como propio del pensamiento científico, tiene como fundamento la racionalidad analítica. El problema de la complejidad del mundo, y de las limitaciones antropológicas para abarcarla, se resuelve por medio de una razón que es capaz de subdividir para comprender y luego configurar lo así conocido.
La razón analítica obtiene resultados –en el pensamiento formal, matemático; en la política; en la economía; en la guerra; en la ciencia– y por esto pasa a transformarse la división en sinónimo de razón. La división del trabajo, por ejemplo, puede ser llevada a extremos que no se producen espontáneamente, sino que son resultado de la aplicación a las tareas humanas de una “racionalidad científica”, como lo intenta Taylor.
El método, además, debe permitir que el acto de conocer quede determinado por el objeto. En otras palabras, el conocer es un proceso interactivo entre un sujeto que conoce y un objeto que es conocido. En esta interacción es posible que el sujeto vea lo que quiere ver, es decir, que deje –consciente o inadvertidamente– que sus preferencias y prejuicios alteren las características del objeto conocido. El método debe impedir esta interferencia de lo subjetivo en el conocimiento.
Curiosa problemática es la que queda así planteada, en que la acción de conocer se define como una acción a la que su objeto determina activamente y en la que al sujeto le cabe un papel pasivo. El conocer se transforma, así, en una suerte de padecer en que la acción del sujeto se limita a dejarse impresionar, como una placa fotográfica, por el objeto.
Con el surgimiento de la teoría de sistemas, se produce un cambio en la aproximación al conocimiento y, en consecuencia, en el método científico.
En efecto, la teoría de sistemas tiene pretensiones de universalidad y, con ellas, se ve obligada a considerarse a sí misma como parte de su objeto de estudio.
A lo anterior se agrega el hecho de que la teoría de sistemas aparece como respuesta al descontento de algunos científicos con el método reduccionista que había imperado en las ciencias y que impedía captar lo propio de algunos ámbitos específicos de estudio, tales como los de la biología y los de las ciencias humanas, que surgía a partir de cierta complejidad irreductible, de un nivel dado de emergencia.
La teoría de sistemas, como lo indica su nombre, tiene por objeto la comprensión de totalidades complejas, que deben ser entendidas en su globalidad y no de forma analítico-reduccionista.
El observador pasa a ocupar una posición central en esta teoría. El sistema incluye al observador, de tal modo que el problema que se plantea es el de la autorreferencia. Toda observación que el observador haga es asimismo parte del sistema e influye en él. El observador ya no puede pretender observar sin ser observado.
Con estas consideraciones, se hace necesario reconceptualizar el acto de conocer. El sujeto es parte de su objeto y configura al objeto en el momento del conocimiento. Sujeto y objeto no pueden ser entendidos ya como entes separados, sino como integrados en el acto creador de conocer. Pero, ¿cómo se entiende ahora la objetividad?
1.5. La porfía de los hechos, la objetividad y los molinos de viento
Se ha transformado en un lugar común el definir –y entender– la objetividad como adecuación entre una determinada aseveración y la realidad. Se dice que una cierta explicación científica es objetiva, por ejemplo, en la medida en que se puede demostrar que en ella no ha ejercido influencia el sujeto que conoce. Todo lo que en ella se afirma ha resultado, por consiguiente, de la observación fría de las características del objeto.
Se ha llegado, en esta forma, a entender que en la ciencia se explica la realidad y que esta explicación resulta mejor que otras, como por ejemplo las del conocimiento vulgar, porque el método científico permite asegurar la objetividad, entendida como reflejo fiel de la realidad.
Lo que la ciencia estudia son hechos y estos –según el muy antiguo e influyente libro de Goode y Hatt– son observaciones empíricamente verificables. La ciencia, remarcan Goode y Hatt (1952: 7), es un método de aproximación al mundo empírico, es decir, al mundo susceptible de ser captado por el hombre a través de su experiencia.