Hola, Princess. Gloria Candioti

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Hola, Princess - Gloria Candioti Zona Límite

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bien lo que quiero. Bueno, igual, un poco me gusta que me vaya a buscar y se preocupe tanto, por lo menos me muestra que existo. Yo también estoy, no solamente el taxi, la tele, el fútbol, los amigos. Ni sabe lo que me pasa. Pero si le digo algo se pone re pesado y me dice que soy injusta, que no veo todo lo que hace por mí. Mejor no le digo nada.

      Princess, nos vemos después.

      —Yamila, más derecha y más suave el paso, cabeza en alto, metan la panza, chicas. ¿Qué comieron hoy? Mariana, estás haciendo la dieta, ¿no? Vamos, cabeza en alto, más suave el paso.

      La agencia de modelos de Mauricio Freser no era de las más importantes ni de las más caras, pero tenía convenios con algunas revistas de moda de la ciudad. Ofrecía cursos para chicas desde los doce años con el objetivo de captar nuevos talentos. No era fácil encontrar jovencitas flacas, lindas, altas, con gracia y dispuestas a sacrificarse por la carrera de modelo. Había mucha competencia. Matilde Carnevi era la mano derecha de Mauricio. Lo de los cursos para las chicas de doce a quince años había sido su idea. La franja de preadolescentes, según Matilde, había comenzado a aparecer en otras agencias, ellos no podían quedarse atrás. La idea le había gustado a Mauricio. Promocionaron un curso de un año de modelos teenagers entre doce y quince. Ese fue el que Paula había visto en Internet. Era justo para ella, sus padres le habían dicho que las agencias de modelos no aceptaban chicas menores de dieciséis. Esta, sí. Insistió tanto que los convenció. Paula había empezado el secundario y ese curso casi al mismo tiempo.

      Cuando cumplió los quince había pasado a los entrenamientos centrales de la agencia. Ese cambio significaba la posibilidad de desfiles, de hacer publicidades. Paula estaba feliz y sus padres preocupados.

      El día que pasó de nivel, Matilde le explicó que las clases para el plantel de semiprofesionales eran tres veces por semana, y que ahora sí no debía engordar, que ser modelo exigía muchos sacrificios. La agencia se encargaría de ponerla en desfiles o publicidades según le pareciera a Mauricio. Eso no se discutía. Además, cuando las pasaban de nivel, tenían la costumbre de cambiarles el nombre. Era como un rito. Para Paula eligieron “Yamila”. Ese día ella estaba segura de que llegaría a ser tapa de revistas y aparecer en eventos top. Matilde también les dijo a todas las chicas que empezarían a trabajar más duro porque se acercaba un desfile importante. Y Mauricio decidiría a cuáles modelos de las nuevas les daba la oportunidad de desfilar por primera vez. Paula con todas esas novedades, volvió a su casa muy feliz.

      Mauricio Freser era un hombre de unos cincuenta años. Acostumbrado por sus épocas de modelo, usaba el pelo largo, prolijo y sin canas. Vestía ropa informal de buena marca. Las mujeres decían que era un hombre interesante. Había puesto esa agencia cuando se retiró del modelaje masculino, porque la edad y un incipiente abdomen lo dejaron afuera. No quería dejar ese ambiente que le gustaba, sobre todo por la posibilidad de frecuentar chicas lindas. De la agencia donde trabajaba trajo a Matilde. Ella era, en realidad, la que manejaba todo. Él se dedicaba a las relaciones públicas y a tratar de conseguir negocios para sus chicas.

      Tenía una oficina vidriada en el primer piso, era su lugar privilegiado para observar todo lo que pasaba en los salones donde se dictaban las clases y se hacían las sesiones de fotos. Hacía tiempo que observaba a Paula.

      ¡Hola, Princess! ¡Estoy re feliiiiiiz! ¡Me pasaron al curso de las modelos de verdad! Me llamó Matilde y me lo dijo. Ahora me llamo “Yamila”, lo eligió Mauricio. Lo busqué en Internet, ¿sabés qué quiere decir? “Mujer hermosa y bella.” ¿No es súper genial? Eso significa que progreso en la agencia, ¿sabés Princess? La vieji se puso un poco mal; hoy seguro en la cena algo me van a decir mis viejos sobre esto. Pero no voy a dejar, me gusta mucho y me siento re bien. Hago una escenita y listo. Bella y hermosa. Bella y hermosa. Bella y hermosa y que todos me miren.

      El día en que la cambiaron de categoría, Paula llegó a su casa contentísima. Adriana estaba mirando televisión mientras cocinaba. Paula le dio un beso y la abrazó.

      —¿Qué pasó, Pau? Estás muy contenta.

      —No sabés, ma. En la agencia me subieron de nivel.

      Adriana sin dejar de batir y bajando el volumen del televisor, miró a su hija.

      —Y eso, ¿qué quiere decir?

      —Voy a entrenar como modelo de la agencia. Voy a tener posibilidades de hacer desfiles, publicidades o sesiones de fotos para las casas de modas. ¡Es genial!

      —Esa no era la idea cuando te anotaste en el curso.

      —Bueno, se dio y está bueno.

      —Lo hablaremos con tu padre esta noche. No queremos que dejes el secundario.

      —No voy a dejar el cole, ma, vos tranquila.

      Adriana no siguió la conversación, como hacía siempre frente a la seguridad de su hija. Roberto armó un escándalo cuando Paula le anunció que la habían seleccionado para el plantel de modelos y la amenazó con sacarla de ese curso.

      —Total no lo pago más, vas a ver como esa agencia se olvida de vos.

      Paula gritó y mucho. Dijo que no la comprendían, que no querían verla feliz, que siempre le tiraban abajo sus proyectos. No hubo manera de que entrara en razones, de que era por su bien, que no era momento para ser modelo y meterse en ese ambiente. Lloró y lloró hasta que Adriana y Roberto aflojaron. Eso sí, pusieron condiciones: no dejar el colegio, ni llevarse materias, no dejar de encontrarse con la familia ni la pavada de dejar de comer para estar flaca. Y si llegara a tener un desfile, Roberto y Adriana irían con ella, que ni se le ocurriera a Paula que la iban a dejar sola en ese ambiente. Esa gente sabría que tenía padres que la cuidaban.

      —Tu hermano me mostró las fotos de modelos en Internet y son un palo porque no comen. Ellos tampoco están de acuerdo.

      —¡Que no se metan en mi vida! Solo les importo cuando tengo que ir a cuidar a los nenes.

      —No seas injusta, Paula, tus hermanos te quieren. Vos sos la que te alejás de ellos.

      —Bueno, tengo muchas cosas que hacer –así daba por terminadas las discusiones con sus padres.

      —Lo que sea, pero ellos son más grandes que vos y tienen las cosas más claras. Si empezás con eso de no comer se acaba todo. ¿Está claro?

      Paula dijo que sí a todas las condiciones. No tenía otra opción si quería seguir adelante con la agencia.

      Después de esa discusión, no tenía más remedio que levantar las notas en el colegio antes de que llegara el boletín de calificaciones. Por suerte, su amigo Guille siempre la ayudaba.

      ¡Hola, Princess! Volví a pelear con los viejos. Casi se mueren cuando les dije que ahora voy a ser una modelo de verdad. No querían dejarme seguir con la agencia. Tienen miedo de que deje el cole y de que me enferme.

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