El Perro de Santa. G.Z. Sutton

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El Perro de Santa - G.Z. Sutton

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conocido, pero cada vez que trataba de recordar, su memoria se ponía borrosa. Desistió el tratar de recordar. Mejor se puso a escuchar a Santa y a observar a su alrededor.

      A santa le encantaba la geografía. Le habló de sus ríos, montañas y valles favoritos mientras navegaban por las nubes.

      Después de un rato, Denby pudo ver las luces de Los Ángeles debajo de ellos. Santa aterrizó el trineo en el techo de un edificio de apartamentos y sujetó las riendas en un gancho en la parte delantera del trineo. Volteó a ver el enorme saco que abarcaba la parte trasera del trineo.

      —Este lugar siempre es un problema —dijo Santa sonriendo—. La Calle Pacifico, la Avenida Pacifico y el Boulevard Pacifico colindan en este punto. Hay mucha gente creativa en esta ciudad, pero de verdad que no saben nombrar las calles. Ah mira, los duendes etiquetaron todo bien este año. —Se veía sorprendido.

      Santa le explicó a Denby que tenía cinco de sus mejores duendes que ayudaban con todo. Les llamaba los D-5 y Denby se dio cuenta que Santa estaba muy orgulloso de ellos. Santa le explicó que este año se habían distraído con una gran cantidad de proyectos especiales y no habían tenido tiempo para enfocarse en la Noche de Entrega.

      —Espero que el resto de las entregas estén igual de organizadas que ésta.

      Santa ordenó los montones de paquetes y piloteó el trineo a la primera casa. Santa se puso a platicar mientras trabajaba. Incluso, Denby pudo escuchar la voz del hombre desvaneciéndose al bajar por una chimenea. La primera vez que esto pasó, Blitzen volteó a ver a Denby y le sonrió. Denby sintió que Blitzen lo estaba incluyendo en alguna broma privada y meneo la cola. Aunque Denby no sabía cuál era la broma, le encantaba que lo incluyeran. Sentía que encajaba.

      Cuando las entregas por Los Ángeles fueron completadas con éxito, Santa se puso serio por un rato. Denby le preguntó a Santa cuál había sido su entrega más difícil. Y se dio cuenta que solo le gustaba oír hablar a este alegre hombre.

      —Sería hace diez años en los Everglades de la Florida —dijo Santa—. ¿Te acuerdas, Blitzen? Esos dos caimanes pensaban que les gustaría la carne de reno —dijo santa riéndose—. No fueron competencia para Donner y Blitzen pero tengo que admitir que si estaba asustado.

      Blitzen se veía orgulloso. Denby estaba impresionado. Ya estaba impresionado de ver que los renos eran capaces de volar. Y ahora se enteró que también eran capaces de hacerse cargo de caimanes.

      Siguieron volando. No se sentía como que el trineo viajaba a una gran velocidad, pero cada vez que Denby miraba hacia abajo, el paisaje era completamente diferente. Llevaban un tiempo impecable con las entregas.

      A medida que transcurría la noche, Denby se podía dar cuenta que Santa se estaba cansando. Parecía que se movía un poco torpe, así como cuando Denby despertó solo en el desierto. Santa no se había caído, pero se notaba que estaba perdiendo el equilibrio.

      —¿Está bien señor? —le preguntó Denby cautelosamente. Santa le explicó que tenía una infección en el oído.

      —No me siento muy bien —dijo Santa mientras le acariciaba la espalda—. Pero el tener un amigo aquí me ayuda bastante.

      Denby se preguntó si él también tenía una infección en el oído. Tal vez por eso se había sentido mareado.

      Mientras volaban al ras de las casas en la ciudad de San José en Costa Rica, un soldadito de hojalata se salió de la enorme bolsa y retumbó en un tejaban galvanizado, haciendo un fuerte ruido. Inmediatamente empezaron a ladrar cinco perros chihuahua. Con un fuerte ladrido, Denby hizo callar a los perros chihuahua.

      —Bien hecho —dijo Santa sonriendo—. Ya no me tengo que preocupar de algún mordisco cuando entregue los regalos.

      —Eso no suele suceder — dijo Santa—. El trineo tiene un escudo que impide que se caigan los juguetes o Yo. Es una capa protectora muy útil pero desafortunadamente está averiada. Alton, el duende encargado del trineo, no pudo arreglarlo a tiempo —se quejó Santa—. A veces me pregunto qué le pasa. Parece que cada vez es más desorganizado y olvidadizo.

      —¿A veces? —dijo Blitzen con un tono sarcástico.

      —No seas inclemente —dijo Santa con un tono fuerte. Blitzen agachó la cabeza.

      —Lo siento Santa —dijo con una voz suave.

      —No causaste daño, mi amigo —le contestó Santa. Blitzen se miró aliviado y asintió con la cabeza.

      Santa se dio la vuelta para revisar su saco mientras que el trineo volaba por el cielo, el océano deslizándose debajo de ellos. Santa soltó un quejido mientras buscaba en la bolsa.

      —¿Qué pasa? —dijo Denby, preocupado que el oído le estuviera causando dolor a Santa de la misma manera que la herida en su cabeza le había causado previamente un dolor de cabeza a él.

      —Algunos regalos no se clasificaron correctamente. Vamos a tener que volar hacia el Este antes de ir hacia el Norte. Debimos de haber entregado estos regalos temprano en el viaje. ¡Qué fastidio!

       Capítulo Tres

      El invierno se hacía sentir por toda la parte noroeste de Norte América. Una mezcla de lluvia, nieve y viento hacía muy difícil viajar en el trineo de Santa.

      Esta era la segunda parada de Santa por estos rumbos. Si los regalos para el área de Hartford en Connecticut hubieran estado ordenados correctamente, Santa y su equipo ya estarían de regreso en el Polo Norte en este preciso momento. Santa estuviera calientito en su cama y su oído doliente estuviera tapado con un algodón empapado en un elixir que la Señora Claus preparaba para curar todos las enfermedades que causaba el invierno. Deseaba tanto darle la vuelta al trineo y regresar a casa, pero Santa tenía que hacer lo correcto. Su corazón se llenaba de cariño cada vez que leía todos los nombres de los buenos niños y niñas del mundo. Si no le entregaba un regalo a cada niño bueno del mundo sería como perder una parte de su corazón.

      —Los niños confían en nosotros. —le había dicho a Denby más de una vez. El saber esto no hacía el trabajo más fácil. La infección del oído que tenía Santa le afectaba el equilibrio. Cada vez que se estiraba para sacar juguetes del interminable saco, se mareaba y sentía que la cabeza le daba vueltas.

      —Ojalá Charvat Blair estuviera aquí para que me diera una poción para curar este terrible mareo.

      —¿Quién es Charvat Blair? —preguntó Denby.

      —Oh, ya la conocerás. Ella hace hechizos y pociones para nosotros en el Polo Norte y para otras personas. Desafortunadamente, a causa de un error que cometió, sus poderes solo funcionan entre Halloween y Nochebuena —dijo Santa mirando su reloj—. Pero creo que de cualquier manera no podría ayudarme porque ya es Navidad. Aunque los elíxires de la Señora Claus funcionan bien, no se comparan a lo que Charvat Blair es capaz de hacer. Charvat no es una persona muy fiable pero su magia es pura y poderosa, cosa que no es sorprendente cuando uno considera que ella es descendiente de un largo linaje de obreros de la magia. Se dice que los duendes irlandeses, los Leprechauns, le dieron los poderes mágicos a sus antepasados, lo que tal vez explique su costumbre de hacer cosas que causan problemas. Los duendes irlandeses son creaturas traviesas.

      El

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