El Perro de Santa. G.Z. Sutton
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Sin pensarlo, Denby reaccionó. Se aventó hacia la orilla del trineo y con las cuatro patas se equilibró. Con sus dientes agarró el abrigo de Santa y lo jaló con todas sus fuerzas. Sus garras rasguñaron el trineo buscando fricción y sus dientes apretaron el borde de terciopelo rojo y blanco del abrigo de Santa. Santa era un hombre macizo que pesaba mucho más que Denby, pero aun así Denby encontró la fuerza para aferrarse. Escuchó a los renos gritar con alarma, escuchó miedo en sus voces y entonces jaló con más fuerza. Santa logró aferrarse de la orilla y con mucho esfuerzo y la ayuda de Denby, pudo lograr subir de regreso al trineo.
—¡Uff! —dijo Santa, acostado en el fondo del trineo—. ¡Eso estuvo cerca!
—¡Demasiado cerca! —dijo Blitzen—. ¿Estás bien, Santa? ¿Y tú Denby?” —La voz del reno estaba temblorosa.
Con dificultad, Denby logró abrir su mandíbula y soltó el abrigo de Santa. Sus dientes estaban entumecidos y sus piernas estaban temblando.
—Creo que estoy bien —dijo el perro. Pero no estaba seguro de eso. Se sentía muy raro.
—Yo también —dijo Santa mientras se ponía de pie—. ¡Por Dios Denby! Si no hubieras estado aquí, me hubiera caído. —El gran hombre se acercó a Denby y le dio un fuerte abrazo.
—Gracias, Denby.
Aunque Denby no recordaba su pasado, sabía que nunca en su vida había sido tan feliz. Había sentido la gratitud y el amor de Santa. Ese sentimiento de felicidad era tan fuerte que lo siguió sintiendo por el resto del viaje.
Denby había visto lo suficiente durante el viaje para saber que la casa de Santa en el Polo Norte sería bastante única. Cuando se acercaban, la nieve y el hielo lo cubrían todo, lo que significaba que la casa de Santa, la casa de los duendes, los talleres y los establos de los renos se camuflaban tan bien en la nieve ,que desde el aire nadie podría darse cuenta de lo que estaba allí. Al principio, Denby no sabía por qué se iban a detener en un lugar tan desolado. Entonces, cuando por fin aterrizaron y los renos jalaron el trineo por el suelo por un breve tramo, Denby miró la oficina central de Santa por primera vez.
La casa de Santa era grande y ostentosa, con una torre, muchas chimeneas e inclinados techos puntiagudos. Carámbanos colgaban de los aleros y los tejados relucían con la escarcha. A un lado de la casa grande había una serie de casitas, y al otro lado había una serie de grandes edificios de una planta. Estos también tenían chimeneas y techos puntiagudos.
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