Spaghetti Paradiso. Nicky Persico
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«Te escucho como si estuvieras corriendo, abogado, puede que te llame en otro momento»
«Eh, no, Gennà19. No, tranquilo, puedo hablar. Dime.»
«Nada, era por hablar. Estoy cerca de tu bufete y si estuvieses libre te propondría algo. Tengo novedades.»
«Estoy en el tribunal pero he acabado ahora mismo, y si quiero puedo estar libre. ¿Qué novedades tienes?»
«Puedes estar libre…» Pausa. « ¿Incluso por un par de horas?»
«Sí, incluso por un par de horas»
«Perfecto. Entonces espérame en la esquina del bar frente a la entrada, dentro de cinco minutos paso a por ti. Vamos a un sitio.»
« ¿A qué sitio, Gennà?»
«Después te lo digo. Hasta luego.»
Vabbuò.20 Gennaro, no hace falta decirlo era de origen napolitano.
También conocía al abogado Spanna, por pura coincidencia. Pero es verdad que se tardaría menos en hacer una lista de las personas con las que Gennaro no se relacionaba. Todos eran, misteriosamente, amigos suyos, más o menos. Y nunca había entendido cómo lo hacía, pero siempre había alguien que le decía «con respecto a aquello todo está arreglado» o era él que se lo decía a otro.
Nunca he estado en Nápoles pero si tuviese que sacar conclusiones por la manera de ser de Gennaro creo que tendría que mudarme a allí. Aparte del hecho de que siempre me la describía de manera entusiasta siempre me ha fascinado como lugar. Algunas ciudades son hermosas, otras son feas: Nápoles, en cambio, es la única en el mundo que se puede definir como sexy. Seductora, encantadora, atrayente.
El automóvil de Gennaro apareció después de cuatro minutos, exactamente, y se paró.
Después de tirar la cartera en el asiento de atrás, me subí al auto.
« ¡Excelentísimo señor abogado! ¡Buenos días!»
« ¡Eh, Nuvolari21! ¿Quieres un café?»
«No, Alessandro. Mo’ 22vamos que debo hacer una cosa. Al café nos invita una amiga, más tarde. »
Atravesamos el tráfico infringiendo medio código de circulación. Si conducía Gennaro, era lo que ocurría. Poco después estábamos en la carretera de circunvalación. Dirección Brindisi, el mar a la izquierda.
«Genna’, a veces pienso que tu tienes un concepto sobre las señales de tráfico semejante al de mobiliario urbano. Mira que todas estas luces de colores no son para hacer bonito. Se llaman semáforos. Y esas cosas triangulares y redondas no son cosas publicitarias, se llaman señales de tráfico. Sirven para regular el tráfico, y en teoría se deberían respetar. »
«Exagerado. No es para tanto Además hemos salido del centro en un tiempo record, ¿no? Si todos hiciesen como yo habríamos eliminado el tráfico.»
«Sí, Genna’. Siempre que el tráfico no nos elimine a nosotros antes….»
Era una batalla perdida, la mía, y lo sabía perfectamente. También porque la arrastraba desde hace años. Por lo demás, creo que conducir por trabajo te lleva, efectivamente, a modificar la visión de las carreteras. Es necesario ver el territorio urbano en términos operativos, para ser eficaces...Y términos operativos significa, algunas veces, reglas elásticas. Sobre todo si estás, como en su caso, entrenado para la seguridad.
«Bien, ¿a dónde vamos?»
«A casa de una amiga, Alessandro. Pero no deberás revelar a nadie la existencia de este lugar. Jamás. ¿Te acuerdas de la señora que te he enviado?»
Si, me acordaba, ¡y cómo!, de aquella señora.
***
Apareció por mi estancia una mañana.
Llevaba una vestimenta sobria. No sonreía pero la sentía serena. Sus ojos tenían algo de especial. No era el color, ni la forma o el maquillaje. Una extraña luz, más que otra cosa.
Entró con decisión y se sentó.
Yo dije: «Buenos días.»
Ella dijo: «Hola, abogado.»
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