Anti América. T. K. Falco

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Anti América - T. K. Falco

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su pasado en privado.

      Le devolvió el teléfono. “¿Te sientes mejor?”

      Él entrecerró los ojos brevemente. “Si, mi cabeza se está aclarando”.

      “Mejor espera afuera. Tu Uber debe estar por llegar. ¿Puedo confiar en que te mantendrás lejos de los problemas?”

      Él se impulsó desde la mesa para pararse firme sobre sus pies. “¿Puedes confiar en mí? Dímelo tú”.

      La quijada de Alanna tembló. El golpe la había agarrado por sorpresa. Cuando avanzaba hacia la entrada le dijo las únicas palabras de despedida que le pudo dirigir: “Llámame cuando sepas algo de Javier”.

      “Ordenó un latte helado mientras Brayden esperaba cerca de un semáforo. Después de recoger su bebida, vio a Brayden entrando en un Civic blanco. Sorbió parte de la bebida de la taza plástica helada mientras se dirigía hacia al parque de estacionamiento. Al cruzar la calle hacia su Corolla, una van negra encendió su motor en el extremo más alejado de la cuadra Se detuvo un momento para buscar sus llaves en el bolso antes de echar un vistazo a la van. Esta apenas se movía al separarse de la acera. Alanna permaneció en control mientras entraba en su vehículo. Apartó el Corolla de la acera antes de pisar el acelerador con fuerza atravesándosele a un carro que se acercaba, Mientras aceleraba a toda velocidad por el canal derecho dirigía miradas al espejo retrovisor cada pocos segundos. La van negra la seguía un par de carros detrás de ella. Estaba dispuesta a apostar que era la FCCU, pero no quería arriesgarse.

      La van la persiguió durante unas cuadras más antes que ella se encontrara con un tránsito más lento. Aceleró hacia el canal izquierdo que estaba libre. Un jeep giró detrás de ella, la van lo alcanzó y quedó detrás de él. Los carros al lado de ella bajaron la velocidad cuando la luz del semáforo se puso amarilla. Apretó los dientes antes de saltarse la luz al cambiar a rojo.

      No había rastro de su perseguidor cuando tomó la rampa hacia la A1A dirigiéndose hacia el oeste. Al entrar en el Causeway, su iPhone sonó de nuevo antes que lo apagara. No quería hablar con nadie hasta que estuviera a salvo en su apartamento. Si la FCCU preguntaba, le explicaría que había actuado así porque estaba asustada por los mensajes de texto que había recibido. No tendría que actuar mucho para ello.

      El tránsito liviano y la tibia briza por Bicayne Bay no lograron cambiar su estado de ánimo mientras pasaba por el centro de la ciudad hacia la Dolphin Exrpressway. Su pie mantenía fijo el acelerador todo el tiempo hasta la calle que llevaba a su apartamento en el edificio de ladrillos amarillos. Pisó los frenos al ver alguien que se dirigía al medio de la calle. Las luces de su carro alumbraron a la agente McBride. Después de estacionarse cerca de ella, Alanna bajó la ventana.

      Antes de que pudiera decir algo, la agente agarró la puerta y se acercó. “¿Por qué diablos no respondías tu teléfono?”

      “Lo apagué. ¿No viste los mensajes?”

      Masticó una bola de goma de mascar durante algunos minutos antes de responder. “Si, la próxima vez que tu novio te contacte, haz un mejor trabajo para sacarle información”.

      Alanna se aferró al borde de su asiento. “Ese no era Javier”.

      “Era el número de su celular”.

      “No pudo responder la pregunta sobre la fecha de mi nacimiento”.

      “Lo dedos de la agente McBryde tamborilearon sobre la puerta. “Te dio una prueba, la foto”.

      “Otro hacker pretendía ser él”.

      En un principio Alanna pensó que el número podría haber sido suplantado (spoofed) con una app de Spoofing como el que haya había descargado en su celular desechable antes. Los datos del emisor podrían alterarse para que mostraran cualquier dirección de email o número que quisiera, pero podía enviar y recibir textos desde el mismo número, lo que significaba que probablemente tenía acceso al número de Javier.

      “Entonces ¿Qué – deshabilitaste tu GPS por un texto qué te asustó?”

      Los ojos de Alanna se entrecerraron después de ver la actitud presumida de la agente McBride. “Lo deshabilité porque mi teléfono está infectado con un virus”.

      “¿Siempre exageras cuándo recibes mensajes extraños?”

      “Conozco ese tipo de gente. Me la paso con ellos de noche y de día”.

      La agente McBride miró hacia otro lado y negó con la cabeza. “Muy bien, digamos que tienes razón. ¿Quién más, además de tu novio se molestaría en infectar tu teléfono?”

      “AntiAmérica”.

      “¿Por qué estás tan segura que él no es AntiAmérica? Si lo es, debería estar completamente asustada. Son asesinos de sangre fría. Tenemos testigos que ponen a esa gente en el apartamento de Paul antes de que su compañero de cuarto fuese muerto a golpes”.

      “¿Tienes prueba de que Javier es parte de AntiAmérica?

      “¿Por qué lo proteges todavía?” Levantó la voz. “Te amenazó con venir a buscarte. Sabía tu número, tenía tu foto y dijo que compartiría más secretos. ¿De qué secretos estaba hablando?”

      Ese era exactamente el tipo de conversación que Alanna no quería tener con ella. “¿Cómo diablos debería saberlo? No me importa si no me crees. Alguien que no es Javier envió ese texto e infectó mi teléfono con malware”.

      “O estás aumentando el número de mentiras. ¿Por qué estás tan segura que tu teléfono está infectado?”

      “Cualquiera que sea lo suficientemente bueno como para robar esa foto puede infectarlo con un virus, sin problema”.

      “Te apuesto a que tu novio es lo suficientemente bueno”.

      Inclinó los ojos. “Deberías estar persiguiendo a Paul, no a Javier”.

      “Deja que yo me preocupe por mi investigación. Los dos trabajan juntos. Los estamos investigando a ambos”.

      “¿No me oyes? Paul está inculpando a Javier”.

      “No soy el agente Palmer. No estoy interesada en cualquiera de las excusas que estés maquinando. Has estado mintiendo desde el primer momento que abriste la boca. Tu novio es la única razón por la que no estás en prisión. Haz tu trabajo y encuéntralo”.

      “¿Y qué pasa con mi teléfono?”

      La agente McBride extendió su mano derecha. “Dámelo, le echaremos un vistazo”.

      Alanna le dio el teléfono desde el asiento del pasajero. “¨ ¿Qué se supone que debo hacer sin un teléfono?”

      La agente de la FCCU negó con la cabeza. “Lo juro, la tecnología ha hecho de ustedes los jóvenes unos inútiles. Sube a tu apartamento y espera que te contactemos. Hasta que tu teléfono sea reemplazado no podremos seguirte la pista si el loco de tu novio intenta lo que sea”.

      Alanna estaba perdiendo la paciencia con esta boba. “Parece que ya ustedes han decidido que es culpable”.

      “¿Te pedí tu opinión? Preocúpate por ti misma”.

      Frunció los labios antes de hablar. “¿Terminamos?”

      “No,

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