Anti América. T. K. Falco

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Anti América - T. K. Falco

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style="font-size:15px;">      Alanna le guiñó un ojo antes de tomar el vaso de la barra. “Te debo una. Llámame, ahora que estás soltera podemos sentarnos en tu sofá y ver Netflix”.

      Natalya sonrió tímidamente. Tenía razón en preocuparse, no sólo porque le había mentido a Bogdan. Era su competencia. Él operaba una inclemente operación de drogas para sus jefes rusos. Era búlgaro, muy fuerte. Un sociópata adicto a las píldoras con un temperamento mil veces peor que el de la mamá de Alanna – sin sus gritos y chillidos. Toda su ira estaba bajo la superficie, en sus ojos y en su casi permanente aspecto amenazador. Era alguien a quien no deseabas tener cerca cuando explotaba.

      Bogdan era la razón por la que Alanna usó la identificación de Jessica en la entrada. Podía que no recordara que existiera o podría asesinarla al verla. Era mejor tener precaución. No habría venido a este lugar excepto que tenía que asumir que la FCCU observaba cada movimiento que hacía. Con cualquiera que ella se reuniera en su apartamento o en los suyos levantaría las sospechas de los federales. Serendipity era un lugar público donde podía estar con algo de privacidad.

      Las luces fluorescentes en el techo del club le permitieron guiarse hasta el salón VIP que estaba luego de pasar los sanitarios. Un fuerte olor a perfumador de ambiente le llenó la nariz al pasar por la puerta. La habitación estaba alumbrada con el mismo púrpura suave de neón del resto del club. Un sofá circular de cuero rojo con almohadas de tela llenaba la mitad del salón. Sillas de cuero que hacían juego con el mobiliario y dos mesas auxiliares negras que se situaban en ambas paredes. Delgadas cortinas escarlatas colgaban de los bordes del sofá con una mesa negra en el centro.

      Después de colocar su bebida y el paquete de Natalya en la mesa del centro, se dejó caer en el sofá. Sacó unas pequeñas cantidades de la bolsa de plástico. La conexión con la hierba era otra razón por la escogió este local para la reunión. La FCCU no reaccionaría muy bien si la vieran comprándosela a un traficante callejero. Sacó el papel de enrollar de su bolso y lo puso sobre la mesa junto a la droga antes de ponerse a trabajar.

      Unos minutos después fue interrumpida por un mensaje de texto de Brayden en su desechable. Se quejaba que iba a llegar tarde por el tránsito y preguntó por qué había escogido South Beach para reunirse. Poco sabía del problema que tenía para intentar mantenerlo fuera del alcance de los federales. Ya estaban cazando a la persona que le era más querida. Estaba tan segura como el infierno que no iba a poner a su mejor amigo en su radar.

      Después que terminó de enrollar la hierba encendió uno de los porros para calmar sus nervios. Normalmente sólo fumaba en sus días súper ansiosos. Si la automedicación cuando su vida entraba en una espiral fuera de control la hacía una adicta, así sería. No hacía mucho tiempo que se había hecho adicta a drogas mucho peores. Otro rasgo negativo que había heredado de su viejo.

      En los últimos años de su vida, cuando estaba ebrio, tenía tendencia a desnudar su alma cuando estaba solo con ella. La mayoría de los días volvía a contar los abusos que sufría por parte de su jefe y sus compañeros de trabajo o el último regaño de su madre. Pero nunca olvidó una confesión que sobresalía sobre todas las que le había hecho: “Tú eres mi hija. Te amo más que cualquier cosa en el mundo entero, pero algunas veces desearía que no hubieses nacido”.

      Después de una larga inhalación, se recostó en el sofá con un grito de ayuda dándole vueltas en su cerebro. ¿Cuán diferente sus vidas habrían sido si hubiese entendido su dolor en la forma que lo hacía ahora? Puso su atención en los dos porros que había guardado para Brayden. Con suerte él compartiría el hábito de su padre de confesarse bajo la influencia de las drogas.

      Si estuviese dispuesto a compartir el paradero de Javier voluntariamente, ya se lo habría dicho. Su hierba favorita despejaría cualquier duda. No era su primer intento de obtener información de alguien que estuviera drogado. El truco era presionar los botones correctos más que interrogar. Darle la excusa para que revelara lo que sabía.

      “Tengo algo que decirte”.

      Alanna giró su cabeza hacia donde venía la voz frente al sofá. Brayden estaba frente a ella, traía puesta una camisa roja desteñida y unos shorts caqui. Le sonrió al profundo gesto de disgusto en su cara y luego inclinó su cabeza hacia el centro de la mesa para que se sirviera él mismo. “Siéntate y cálmate primero”.

      El hizo un gesto negativo con la cabeza antes de dejarse caer en el otro lado del sofá. Después de tomar un porro, lo señaló con su mano libre. Alanna sacó el encendedor de su bolsillo y se lo lanzó. Después de prender el porro y darse un toque, examinó la lisa pieza rectangular de plata. “Muy bonito”.

      “¿Te gusta?”

      Asintió antes devolverle el encendedor. Es la única pieza elegante que he visto que tengas.

      Lo levantó hacia la luz antes de meterlo en su bolsillo. “El resto de mis cosas de lujo o las he perdido o las he empeñado.

      “¿Herencia familiar?”

      “Nooo, Pasé una tarjeta de crédito”

      Exhaló una bocanada de humo gris. “¿Por qué no me sorprende? Bien, tengo un mensaje de AntiAmérica”.

      “¿AntiAmérica?”

      “Quieren saber por qué allanaste el apartamento de Javier”

      Alanna se enderezó en el asiento. “¿Dónde oyeron eso?”

      “Por eso es que los federales te esposaron ayer, ¿no es así?”

      “Pero no se lo he dicho a nadie”.

      “También quieren saber qué le dijiste a los federales”.

      “Espera. ¿Cómo es que has hablado con AntiAmérica?”

      Sus hombros se relajaron. “Me enviaron un mensaje a través de Javier”

      Finalmente, la verdad. “Así que has estado hablando con él”.

      “Quería decírtelo, lo juro, pero me hizo prometer que no le diría nada a nadie”

      En circunstancias diferentes le habría gritado. Durante semanas la había oído desahogarse sobre su ruptura. Si le hubiese dicho la verdad antes, no habría entrado al apartamento de Javier y no habría sido detenida por la FCCU. Pero no debía dejarse llevar por que le hubiese escondido la verdad. Tendría que portarse hipócritamente dada la situación.

      “¿Te dijo que pasó?”

      Miró a las cortinas que colgaban arriba. “No lo dijo. Lo único que sé es que necesita mantener un bajo perfil por un tiempo”

      “Dime donde está”

      “No lo sé. AntiAmérica le ofreció un lugar para esconderse después que le advirtieron que la gente más cercana a él estaba en peligro”.

      “¿Por qué lo están ayudando?”

      Después de exhalar se encogió de hombros. “Ni idea. Hablo de ellos todo el tiempo, pero no sabía que él tuviese algo que ver con ellos hasta hace poco”.

      “La gente de FCCU piensa que él está conectado a AntiAmérica”.

      Su voz sonó como un chillido. “¿Hablaste con la FCCU?”

      “Ellos creían que yo también estaba conectada con AntiAmérica”.

      “Brayden

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