Yo Soy. Aldivan Teixeira Torres

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Yo Soy - Aldivan Teixeira Torres

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style="font-size:15px;">      El vidente quita la mano y con mirada satisfecha comienza a hablar:

      –Estamos aquí para ayudarte, Osmar. No prometemos éxito inmediato ni felicidad porque eso es una utopía, pero sí una gran dedicación a tus causas. Aquí somos hermanos, amigos y cómplices. ¡Tranquilízate!

      –Gracias, maestro. De ahora en adelante, seré tu apóstol más comprometido. ¡Hacia el éxito, hermanos! (Osmar)

      –¡Amén! (Renato)

      –¡Bienvenido al equipo! (Rafaela Ferreira)

      –¡Tus penas son nuestras penas también! (Bernadete Sousa)

      –¡Cuenta conmigo, humano! (Uriel)

      –¡Que Yahvé padre bendiga este pacto! (Rafael)

      –¡Maktub! Viajemos, el tiempo apremia. (Concluyó Aldivan)

      Los demás obedecen y se dirigen a sus respectivas habitaciones para hacer las maletas. Una vez que todo está listo, se vuelven a encontrar y salen a la calle. Desde el centro donde se encuentran hasta la estación de autobuses hay quince minutos a pie, y los recorrieron sin incidentes. Esperan un rato hasta que llega el autobús y luego se suben a él.

      Parten hacia la ciudad de Belo Jardim, a menos de quince kilómetros en línea recta. Sin embargo, por carretera son unos treinta kilómetros, y tardan treinta minutos.

      Mientras tanto, aprovechan para charlar y hacer amistad con otros pasajeros. Al final del viaje han discutido diferentes objetivos y dado distintas opiniones, como en los estados de derecho democráticos. Todos saben lo bueno que es ser único.

      Al llegar al pueblo, el transporte los deja en la carretera y desde allí contratan un taxi que los lleva a una modesta y barata posada. Se llama "Cielo Azul". Se registran allí y quedan en el área principal en treinta minutos, para poder descansar un poco. El vidente también hace una misteriosa llamada telefónica.

      Se reúnen a la hora convenida y en el lugar acordado. Forman un círculo y el vidente es el primero en hablar:

      –Amigos míos, tengo una sorpresa para vosotros. Estáis a punto de conocer a una persona fenomenal y…

      Antes de que pueda terminar, Aldivan es interrumpido por el sonido de unos pasos en dirección a él. Es un hombre negro y robusto, de unos treinta años de edad, forjado por las fuerzas de la naturaleza, las piernas, los brazos y el vientre firmes y fuertes. En cuestión de segundos, se acerca y se coloca a su lado. Aldivan entonces explica:

      –Este es Manoel Pereira, el popular Maneco, lo conocí en una de mis aventuras en un fin de semana fatídico. Estaba en el gueto, junto con criminales, vendiendo y consumiendo drogas. ¿Cómo estás, amigo mío?

      –Estoy igual que antes. ¿Y tú?

      –Me he convertido en escritor y te propongo una alianza. (Aldivan)

      –¿Qué? Buenos días, chicos. Un placer conoceros a todos. ¿Cómo os llamáis? (Manoel Pereira)

      –Mi nombre es Bernadete Sousa. Soy de Mimoso y he hecho un aborto.

      –Soy Rafaela Ferreira, de Arcoverde, y estoy deprimida.

      –Soy Osmar, de Sanharó, un estafador y pedófilo.

      –Renato, compañero inseparable de aventuras del vidente.

      –Rafael Potester, ángel de primera magnitud.

      –Uriel Ikiriri, ángel guardián del vidente.

      –Quiero cambiar tu vida a través de mi fuerza y la de mi padre. Seguimos creyendo en ti. (El hijo de Dios)

      –¿Cómo? Ya no tengo vida. Todo en mí gira en torno a las drogas, la delincuencia, la perversidad y la falsedad. Ya no soy humano, soy un demonio ―se lamenta Manoel Pereira.

      –Conozco tu vida y tus sentimientos y te digo que todavía hay esperanza. Te garantizo que todo lo que has hecho quedará atrás, si me confías tus problemas. ¡Basta decir que sí, y el Dios de lo imposible actuará! (Aldivan)

      Manoel Pereira piensa un poco. ¿Qué está diciendo este loco? ¿Es el pobre muchacho desarmado a quien había intentado asaltar en el gueto? ¿Es el que pidió misericordia cuando estaba a su merced haciéndole sentir lástima de su miseria? ¿Cómo podría ayudarlo ahora?

      Con mirada de desdén, pregunta:

      –¿Qué tienes para ofrecer?

      –Quiero mostrar un mundo nuevo, junto a otras personas que también tienen problemas, y juntos descubriremos lo que Dios exige de nosotros. La clave del éxito es la unión y la comprensión y no la encontrarás en ningún sitio. El mundo sólo te ofrece vicio, corrupción y muerte, mientras que yo, mi padre y mis amigos te ofrecemos vida, felicidad, conocimiento y, sobre todo, amor. El amor que nunca has experimentado. (El hijo de Dios)

      Las palabras de Aldivan actúan como una alerta. Ciertamente, tiene razón. El mundo nunca le ofreció nada bueno y, como no puede ver otra salida, toma una decisión.

      –Está bien. ¿Cuándo empezamos?

      –Ahora mismo. ¿Dónde están tus maletas? (Aldivan)

      –No tengo nada. Me robaron todo. (Manoel)

      –Te prestaré algo de ropa. No te preocupes. (Osmar)

      –Gracias. (Manoel)

      –Yo también. No te faltará nada. (El vidente)

      –Muy bien. (Manoel)

      –Bienvenido. (Renato)

      –Has tomado la decisión correcta. (Rafaela Ferreira)

      –Mi hermano y yo te protegeremos de cualquier cosa. (Rafael)

      –Deja que Dios te ilumine. (Uriel)

      –Sugiero un paseo con nuestro amigo como guía. (Bernadete Sousa)

      –Claro, con gusto. (Manoel)

      –Vámonos de aquí. (El hijo de Dios)

      Todos obedecen, se dirigen a la salida, cruzan la puerta y salen a la calle. ¿Qué les espera en esa ciudad salvaje?

      En el gueto

      Los miembros del grupo caminan por el centro, hacia el sur. En este momento, el tráfico es bastante intenso, con tránsito de coches todo el tiempo. Cruzan una, dos, tres avenidas con grandes dificultades en cada cruce, incluso con el semáforo en rojo. Aun así, se enfrentan a todo de buen humor.

      ¿Qué los impulsa? Entre las principales razones están la camaradería, la amistad, la sed de conocimiento y la empatía mutua. Es así porque son más que hermanos, son compañeros en todo momento, formando el equipo de la serie El vidente, la mayor serie de literatura de todos los tiempos, que está en su cuarta etapa.

      Todo lo que han vivido antes ha servido de base para el momento presente, donde la dedicación y la fe son las líneas maestras. ¿Podrán fracasar? Sí. Pero no dejan que el miedo sea mayor que el coraje y la esperanza. Podrán perder, pero no antes de haberlo intentado.

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