Amando A Un Espía Americano. Brower Dawn

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Amando A Un Espía Americano - Brower Dawn

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hacer por ti?”

      “Ya lo estás haciendo,” dijo ella. “Pero tal vez debería dejar que termines de vestirte.” Victoria miró su camisa ensangrentada. “¿Tienes otra camisa para usar?”

      “No,” dijo él. “Pero está bien. No me importa usar una camisa manchada por ahora. Puedo conseguir una nueva después.” Él no sabía dónde, pero eso no importaba. William no quería que ella se preocupara. “Ven a caminar conmigo un poco.”

      “Me encantaría,” dijo ella y colocó su mano en la de él. Salieron de la tienda y caminaron hacia los árboles. Hacía frío, pero él no lo notó. Ella estaba con él, y eso hacía que todo lo demás desapareciera.

      Pasó la tarde con ella, y durante un momento se sintió feliz. William podía olvidarse que había una guerra, que había sido herido durante el día, y que tendría que dejarla pronto. Ella le había dado una razón para continuar luchando y él esperaba, que algún día, nunca más tuvieran que separarse.

      Capítulo 3

       Febrero, 1916

      Victoria suspiró al salir del tren. Finalmente, estaba en París. Había tenido suficiente del hospital de campaña durante un tiempo. No sabía qué podía esperar del hospital de París, pero al menos no sería forzada a caminar constantemente en el barro. Eso debía ser una mejora. No es que había estado suficientemente cálido para estar en el barro últimamente...Esos recuerdos todavía rondaban en su mente. Había comenzado a odiar realmente cualquier mezcla de agua y tierra.

      Llegó hasta la plataforma. Era un milagro que los alemanes no hubieran destruido los rieles del ferrocarril completamente. Ella pensaba que, en algún punto, viajar en tren se volvería imposible. Al menos no había tenido que caminar todo el camino hacia París.

      Buscó en su bolsillo y sacó un fajo de cartas. Tal vez, no debería haberlas guardado, pero era todo lo que tenía de él. Sus cartas eran pocas y esporádicas. Él no estaba siempre en un lugar en el que ella pudiera enviarle una para responderle, pero de todas maneras, le había enviado varias. Victoria temía por él, y sentía su corazón roto por no saber si volvería a verlo alguna vez. Su mano tembló al volver a colocarlas en su bolsillo. Estuvo tentada de abrirlas y leer sus palabras otra vez, pero ese no era el momento.

      No iba a ser la primera vez o probablemente no la última vez que iba a perderse en sus cartas. Era un mal hábito que ella debía cambiar de alguna forma. Con las cartas seguramente guardadas, giró su atención hacia la estación de tren. Debía llegar al hospital y dejar de pensar en cosas que no podía cambiar.

      Había cambiado el baúl con el que había viajado hace un año. Sus pertenencias habían disminuido, y sólo tenía para llenar la pequeña valija que llevaba a su lado. Todos sus uniformes estaban raídos, y tenía sólo tres que podía usar. Ella esperaba encontrar alguien que le confeccionara unos nuevos. Victoria comenzó a caminar hacia la salida, rápidamente para tratar de dejar su pasado atrás.

      De alguna forma se las arregló para encontrar el camino hacia el hospital y entró. Nadie la detuvo o le preguntó por qué estaba allí. Todos parecían tener un lugar al que ir con prisa. Victoria levantó su mano para tratar de llamar la atención de las enfermeras, pero ellas la ignoraron. Suspiró y se dirigió hasta la parte principal del hospital. Parecían estar con la capacidad completa. Los soldados llenaban todas las camas en la enfermería, y estaban siendo atendidos por el personal.

      Una mujer se le acercó. Tenía cabello castaño, peinado hacia atrás con un rodete. Sus ojos estaban arrugados en los costados, como si estuvieran peleando al cansancio. “¿La puedo ayudar?” preguntó ella.

      “Soy Victoria Grant,” dijo ella. “He sido asignada a este hospital.”

      La mujer suspiró de alivio. “Gracias a Dios. No podría haber llegado en un mejor momento. Estamos todas trabajando a destajo para curar a los heridos.” Le indicó que se dirigiera hacia la parte principal del hospital. “La mayoría de ellos son pacientes nuevos, pero a todos los ha revisado el doctor, y es nuestra responsabilidad asegurarnos de que estén bien cuidados.” Le brindó una sonrisa vacilante. “Soy Catherine Langdon. Ven. Te mostraré tu habitación, y si no te molesta, podemos usarte inmediatamente.”

      “Para eso estoy aquí,” respondió Victoria. “Prefiero sentirme útil que estar sentada ociosamente, mirando como todos trabajan. Muéstrame dónde dejar mi maleta, y puedo empezar a atender soldados inmediatamente.” Es lo que hizo, después de todo...Allí era donde pertenecía. Donde se la necesitaba. ..No podría perderse pensando en un hombre con quien probablemente nunca tuviera una relación real.

       Abril, 1916

      Victoria se había establecido en el hospital sin problemas. Ella apreciaba la calidez y la falta de suciedad que había experimentado en los hospitales de campaña. Le había empezado a tener cariño al gato de Catherine Langdon, Merlín. Aunque no se lo había dicho a la mujer. Ella realmente creía que un animal no debería tener rienda suelta en el hospital. Sin embargo, había algo acerca de ese gato... Era una bola de pelos negra que parecía tener una barba gris, como el legendario Merlín. La piel gris en su parte delantera lo hacía aparecer majestuoso. Era una combinación interesante, tener tanto gris sobre negro. Tal vez, era el mismo Merlín...

      Victoria no quería especular. Aún su dueña, Catherine, era un poco extraña. Le decía las cosas más extrañas en algunos momentos. Casi como si pudiera predecir el futuro... Una parte de ella quería preguntarle directamente si podía predecirlo, pero Victoria temía preguntarle. Realmente no quería saber qué le podía deparar el futuro.

      Hoy era un día claro. El hospital estaba bien organizado, y ya habían dado de alta a varios pacientes. Victoria tenía algo de tiempo para ella por primera vez en...bueno, no podía recordar la última vez. Entonces, decidió caminar por París, mientras estaba tranquilo y disfrutar el cálido día de primavera. No habría muchos días como éste. No podía evitar pensar qué estaba haciendo William. ¿Estaba tomándose algo de tiempo para disfrutar su día también?

      “Victoria,” un hombre gritó su nombre. Giró y vio a William caminando hacia ella. Estaba vestido de civil - un traje que un caballero usaría, y se veía bien en él. Se estaba convirtiendo un poco en un camaleón.

      “Hola,” dijo casi sin respiración. Quería envolverlo con sus brazos y asegurarse que era real. Ya que no se imaginaba que pudiera encontrarlo caminando por París. ¿Lo había hecho aparecer al pensar en él antes? Por supuesto que no...Eso era algo tonto de pensar. “¿Qué estás haciendo en París?”

      “Tengo un colega que viene aquí a menudo. Nos vamos a encontrar pronto.” Le sonrió a ella. “Pero encontrarte aquí es una bendición que no esperaba.”

      “Um, si,” dijo ella sin comprometerse. Victoria quería sentirse feliz de verlo, y una parte de ella lo estaba, pero no podía dejar de preocuparse por lo que el futuro, si lo tenían, podía depararles. Todavía era un espía. Metió su mano otra vez en su bolsillo y deslizó sus dedos entre las cartas. Su corazón nunca lo dejaría ir, y se sentía tonta por ello. Ella se había enamorado tontamente, cada vez más mientras se iban conociendo. “Estoy feliz de verte bien.” Le inclinó la cabeza a él y luego giró para seguir caminando. Fue el momento más difícil que tuvo que vivir.

      Él se acercó y colocó una mano sobre su brazo. “No te vayas.”

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