Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado

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Retrato de la Lozana Andaluza - Francisco Delicado

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      Lavandera. Intrate, madona, seate bien venuta.

      Loz. Beso las manos.

      Lav. ¿De dove siate?

      Loz. Señora, só española; mas todo mi bien lo he habido de un ginoves que estaba para ser mi marido, y por mi desgracia se murió; y agora vengo aquí porque tengo de haber de sus parientes gran dinero que me ha dexado para que me case.

      Lav. Ánima mia. Dios os dé mejor ventura que á mí, que aunque me veis aquí, soy española.

      Loz. ¿Y de dónde?

      Lav. Señora, de Nájera; y soy estada dama de grandes señoras, y un traidor me sacó, que se habia de casar comigo, y burlóme.

      Loz. No hay que fiar, decíme ¿cuánto há que estáis en Roma?

      Lav. Cuando vino el mal de Francia, y ésta fué la causa que yo quedase burlada; y si estoy aquí lavando y fatigándome, es para me casar, que no tengo otro deseo, sino verme casada y honrada.

      Loz. ¿Y los aladares de pez?

      Lav. ¿Qué decis, señora?

      Loz. Que gran pena teneis en maxcar.

      Lav. ¡Ay señora! La humidad de esta casa me ha hecho pelar la cabeza, que tenía unos cabellos como hebras de oro, y en un solo cabello tenía añudadas sesenta navidades.

      Loz. ¿Y la humidad os hace hundir tanto la boca?

      Lav. Es de mio, que todo mi parentado lo tiene, que cuando comen parece que mamillan.

      Loz. Mucho ganaréis á este lavar.

      Lav. ¡Ay señora! que cuando pienso pagar la casa, y comer, y leña, y ceniza, y xabon, caldera, y tinas, y canastas, y agua, y cuerdas para tender, y mantener la casa de cuantas cosas son menester, ¿qué esperais? Ningun amigo que tengais os querrá bien si no le dais, cuándo la camisa, cuándo la capa, cuándo la gorra, cuándo los huevos frescos, y así de mano en mano, do pensais que hay tocinos no hay estacas, y con todo esto á mala pena quieren venir cada noche á teneros compañía, y por esto tengo dos, porque lo quel uno no puede, supla el otro.

      Loz. Para tornar los gañivetes, este que se va de aquí, ¿quién es?

      Lav. Italiano es, canavario ó bostiller de un señor; siempre me viene cargado.

      Loz. ¿Y sábelo su señor?

      Lav. No, que es casa abastada; pues estaria fresca si comprase el pan para mí, y para todos esas gallinas, y para quien me viene á lavar, que son dos mujeres, y doiles un carlino, ó un real y la despensa, que beben más que hilan, y vino, que en otra casa beberian lo que yo derramo, porque me lo traigan fresco, que en esta tierra se quiere beber como sale de la bota; veis aquí dó viene el otro mi amigo, y es español.

      Loz. A él veo engañado.

      Lav. ¿Qué decis?

      Loz. Que este tal mancebo quien quiera se lo tomaria para sí; y sobre mi cabeza, que no ayuna.

      Lav. No á osados, señora; que tiene buen señor.

      Loz. No lo digo por eso, sino á pan y vos.

      Lav. Es como un ángel; ni me toma ni me da. ¿Qué quieres? ¿á qué vienes? ¿dó eres estado hoy? guarda no quiebres esos huevos.

      Español. ¿Quién es esa señora?

      Lav. Es quien es.

      Esp. ¡Oh, pese á la grulla! si lo sabía callaba por mi honra, esa fruta no se vende al puente.

      Loz. No, por mi vida, señor, que agora pasé yo por allí y no la vi.

      Esp. Bofeton en cara ajena.

      Lav. ¿No te quieres ir de ahí? ¡si salgo allá! ¿Qué os parece, señora? otro fuera que se enojára; es la misma bondad, y mirad que me ha traido cebada que no tengo otra cosa, la que le dan á él para la mula de su amo.

      Loz. Otra cosa mejor pensé que os traia.

      Lav. Andá, señora; harto da quien da lo que tiene.

      Loz. Sí, verdad es; mas no lo que hurta.

      Lav. Habláme alto, que me duele este oido.

      Loz. Digo que si lavais á españoles solamente.

      Lav. A todo hago por ganar, y tambien porque está aquí otra española, que me ha tomado muchas casas de señores, y lava ella á la italiana, y no hace tanta espesa como yo.

      Loz. ¿Qué diferencia tiene el lavar italiano?

      Lav. ¿Qué? grande; nosotras remojamos y damos una mano de xabon y despues encanastamos, y colamos, y se quedan los paños allí la noche que cuele la lexía, porque de otra manera serian los paños de color de la lexía; y ellas al remojar no meten xabon y dejan salir la lexía, que dicen que come las manchas, y tornan la ceniza al fuego á requemar, y despues no tiene virtud.

      Loz. Agora sé lo que no pensé; ¿quién es esta que viene acá?

      Lav. Aquí junto mora; mi vecina.

      Vecina. Española, ¿por qué no atas aquel puerco? no te cures, será muerto.

      Lav. Anda, véte, bésalo en el buz del hierba.

      Vec. Bien, yo te aviso.

      Lav. Pues mira, si tú me lo miras ó tocas, quizá no será puerco por tí; ¿pensa tú que ho paura del tu esbirro? á tí y á él os lo haré comer crudo.

      Vec. Bien, espera.

      Lav. Va daquí, borracha, y áun como tú he lavado yo la cara con cuajares.

      Loz. ¿Qué tambien teneis cochino?

      Lav. Pues iré yo á llevar toda esa ropa á sus dueños y traeré la sucia, y de cada casa, sin lo que me pagan los amos, me vale más lo que me dan los mozos, carne, pan, vino, fruta, aceitunas sevillanas, alcaparras, pedazos de queso, candelas de sebo, sal, presuto, ventresca, vinagre, que yo lo dó á toda esta calle, carbon, ceniza, y más lo que traigo en el cuerpo y lo que puedo garucar, como platos y escudillas, picheles, y cosas que el hombre no haya de comprar.

      Loz. Desa manera no hay galera tan proveida como las casas de las lavanderas desta tierra.

      Lav. Pues nos maravilleis, que todo es menester; que cuando los mozos se parten de sus amos, bien se lo pagamos, que nos lo ayudan á comer; que este bien hay en esta tierra, que cada mes hay nuevos mozos en casa, y nosotras los avisamos que no han de durar más ellos que los otros, que no sean ruines, que cuando el mundo les faltáre, nosotras somos buenas por dos meses, y tambien los enviamos en casa del tal, que se partió un mozo,

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