Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado
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Así vinieron en Marsella, y como su padre de Diomédes supo, por sus espías, que venía con su hijo Diomédes Aldonza, madre de sus nietos, vino él en persona, muy disimulado, amenazando á la señora Aldonza; mas ya Diomédes le habia rogado que fuese su nombre Lozana, pues que Dios se lo habia puesto en su formacion, que muncho más le convenia que no Aldonza, que aquel nombre Lozana sería su ventura para el tiempo porvenir. Ella consintió en todo cuanto Diomédes ordenó, y estando un dia Diomédes para se partir á su padre, fué llevado en prision á instancia de su padre, y ella, madona Lozana, fué despojada en camisa, que no salvó sino un anillo en la boca. Y así fué dada á un barquero que la echase en la mar, al cual dió cien ducados el padre de Diomédes, porque ella no pareciese; el cual visto que era mujer, la echó en tierra, y movido á piedad, le dió un su vestido que se cubriese; y viéndose sola y pobre, y á qué la habia traido su desgracia, pensar puede cada uno lo que podia hacer y decir de su boca, encendida de mucha pasion, y sobre todo se daba de cabezadas, de modo que se le siguió una gran alxaqueca, que fué causa que le viniese al frente una estrella, como abaxo dirémos; finalmente, su fortuna fué tal, que vido venir una nao que venía á Liorna, y siendo en Liorna vendió su anillo, y con él fué hasta que entró en Roma.
MAMOTRETO V.
Cómo se supo dar la manera para vivir, que fué menester que usase audancia (pro sapientia).
Entrada la señora Lozana en la alma ciudad, y proveida de súbito consejo, pensó: yo sé muncho, si agora no me ayudo en que sepan todos mi saber, será ninguno; y siendo ella hermosa y habladera, decia á tiempo, y tinie gracia en cuanto hablaba, de modo que embaia á los que la oian; y como era plática y de gran conversacion, é habiendo siempre sido en compañía de personas gentiles, y en muncha abundancia, y viéndose que siempre fué en grandes riquezas y convites y gastos, que la hacian triunfar, y decia entre sí: si esto me falta, seré muerta, que siempre oí decir que el cibo usado es el provechoso; y como ella tenía gran ver é ingenio diabólico y gran conocer, y en ver un hombre sabía cuánto valia, y qué tenía, y qué la podia dar, y qué le podia ella sacar; y miraba tambien cómo hacian aquéllas que entónces eran en la ciudad, y notaba lo que le parecia á ella que le habia de aprovechar, para ser siempre libre y no sujeta á ninguno, como despues verémos; y acordándose de su patria, quiso saber luégo quién estaba aquí de aquella tierra, y aunque fuesen de Castilla, se hacia ella de allá por parte de un su tio, y si era andaluz, mejor, y si de Turquía, mejor, por el tiempo y señas que de aquella tierra daba; y embaucaba á todos con su gran memoria, halló aquí de Alcalá la Real, y allí tenía ella una prima, y en Baena otra, en Luque, y en la peña de Martos natural parentela; halló aquí de Arjona y Arjonilla y de Montoro, y en todas estas partes tenía parientas y primas, salvo que en la Torre Don Ximeno que tenía una entenada, y pasando con su madre á Jaen, posó en su casa, y allí fueron los primeros grañones que comió con huesos de tocino; pues como daba señas de la tierra, halló luégo quien la favoreció, y diéronle una cámara en compañía de unas buenas mujeres españolas; y otro dia hizo quistion con ellas sobre un jarillo, y echó las cuatro las escaleras abaxo; y fuése fuera, y demandaba por Pozo Blanco, y procuró entre aquellas camiseras castellanas cualque estancia ó cualque buena compañía; y como en aquel tiempo estuviese en Pozo Blanco una mujer napolitana con un hijo y dos hijas, que tenian por oficio hacer soliman, y blanduras, y afeites, y cerillas, y quitar cejas y afeitar novias, y hacer mudas de azúcar candi y agua de azofeifas, y cualque vuelta apretaduras, y todo lo que pertenecia á su arte tenian sin falta, y lo que no sabian se lo hacian enseñar de las judías, que tambien vivian con esta plática, como fué Mira, la judía que fué de Murcia, Engracia, Perla, Jamila, Rosa, Cufra, Cintia y Alfarutia, y otra que se decia la judía del vulgo, que era más plática y tinie más conversacion; y habeis de notar que pasó á todas en este oficio, y supo más que todas, y dióle mejor la manera, de tal modo, que en nuestros tiempos podemos decir que no hay quien use el oficio mejor ni gane más que la señora Lozana, como abaxo dirémos, que fué entre las otras como Avicena entre los médicos; non est mirum acutissima patria.
MAMOTRETO VI.
Cómo en Pozo Blanco, en casa de una camisera, la llamaron.
Una sevillana, mujer linda, la llamó á su casa viéndola pasar, y le demandó.
Sevillana. Señora mia, ¿sois española? ¿qué buscais?
Loz. Señora, aunque vengo vestida á la ginovesa, soy española y de Córdoba.
Sev. ¿De Córdoba? Por vuestra vida, ahí tenemos todas parientes; y ¿á qué parte morábades?
Loz. Señora, á la Cortiduría.
Sev. Por vida vuestra, que una mi prima casó ahí con un cortidor rico; así goce de vos, que quiero llamar á mi prima Teresa de Córdoba, que os vea. Mencía, hija, va, llama á tu tia y á Beatriz de Baeza y Marina Hernandez, que traigan sus costuras y se vengan acá. Decidme, señora: ¿cuánto há que venistes?
Loz. Señora, ayer de mañana.
Sev. ¿Y dónde dormistes?
Loz. Señora, demandando de algunas de la tierra, me fué mostrada una casa donde están siete ú ocho españolas. Y como fuí allá, no me querian acoger, y yo venía cansada, que me dixeron que el Santo Padre iba á encoronarse. Yo, por verlo, no me curé de comer.
Sev. ¿Y vísteslo, por mi vida?
Loz. Tan lindo es, y bien se llama Leon décimo, que así tiene la cara.
Sev. Y bien, ¿dieron os algo aquellas españolas á comer?
Loz. Mirá qué bellacas, que ni me quisieron ir á demostrar la plaza. Y en esto vino una, que, como yo dixe que era de los buenos de su tierra, fuéme por de comer, y despues fué comigo á enseñarme los señores, y como supieron quién yo y los mios eran, que mi tio fué muy conocido, que cuando murió le hallaron en las manos los callos tamaños, de la vara de la justicia, luégo me mandaron dar aposento, y envió comigo su mozo, y Dios sabe que no osaba sacar las manos afuera por no ser vista; que traigo estos guantes, cortadas las cabezas de los dedos, por las encobrir.
Sev. Mostrad por mi vida, quitad los guantes; vivais vos en el mundo y aquel Criador que tal crió; lograda y enguerada seais, y la bendicion de vuestros pasados os venga. Cobrildas, no las vea mi hijo, y acabáme de contar cómo os fué.
Loz. Señora mia, aquel mozo mandó á la madre que me acogiese y me diese buen lugar, y la puta vieja barbuda, estrellera dixo: ¿no veis que tiene greñimon? y ella, que es estada mundaria toda su vida, y agora, que se vido harta y quita de pecado, pensó que porque yo traigo la toca baxa y ligada á la ginovesa, y son tantas las cabezadas que me he dado yo misma, de un enojo que he habido, que me maravillo cómo só viva; que como en la nao no tenía médico ni bien ninguno, me ha tocado entre ceja y ceja, y creo que me quedará señal.
Sev. No será nada, por mi vida; llamarémos aquí un médico que la vea, que parece una estrellica.
MAMOTRETO VII.