Retrato de la Lozana Andaluza. Francisco Delicado
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Cómo se excusa el Auctor en la fin del retrato de la Lozana en laude de las mujeres.
Carta de excomunion contra una cruel doncella de sanidad.
Epístola de la Lozana á todas las que determinaban venir á ver Campo de Flor en Roma.
Digresion que cuenta el Auctor en Venecia.
ADVERTENCIA PRELIMINAR.
Pocas obras podrán encontrarse con tanto derecho á figurar en una coleccion de libros españoles raros ó curiosos, como la que contiene el presente volúmen; con decir que de ella no se conoce más que un solo ejemplar impreso, queda justificada su extremada rareza; y si á esto se añade el que hasta hace poco tiempo era obra completamente desconocida, y la materia de que trata, son motivos bastantes, á nuestro juicio, para calificar este libro como uno de los más curiosos que se han escrito en lengua castellana.
No sólo no existia ejemplar en ninguna de las bibliotecas de los aficionados á esta clase de libros, sino que ni Nicolas Antonio, ni La Serna Santander, ni Moratin, ni Salvá, ni Brunet, ni otro alguno de los que han escrito sobre bibliografía, citan La Lozana Andaluza entre las obras escritas en el siglo XVI. Fué el primero que la encontró en la Biblioteca imperial de Viena nuestro querido amigo y distinguido bibliófilo el Sr. D. Pascual de Gayángos, quien en su excelente introduccion á los libros de caballerías[1], no sólo hizo mencion de ella, sino que dió á conocer el nombre de su autor; la incluyó despues el Sr. la Barrera en su Catálogo bibliográfico y biográfico del teatro antiguo español, en donde la clasifica entre las Celestinas; opinion, por respetable que sea, con la cual no estamos conformes, pues el autor no tomó como modelo á ésta, aunque la citase en la portada, ni nada de comun tiene La Lozana, viviendo de su astucia y arte, pero «sin engañar á persona honesta», con la tercera, que sólo se ocupa en seducir á una doncella de buena casa y costumbres, que es el argumento de la Celestina y de la mayor parte de sus imitaciones, que fueron bastantes.
Otro fué el modelo que tuvo presente el autor de La Lozana al escribir su obra, y éste fué, en nuestro sentir, Pietro Aretino: despues de leer los Raggionamenti y la Puttana errante, se comprende perfectamente que Delicado, que estuvo tanto tiempo en Italia, cuya lengua poseia, y por lo tanto, que debia conocer esta clase de obras, escribiese la suya; así tambien se explica lo obsceno de su lenguaje, comparable sólo á su modelo, y no á las Celestinas, á todas las cuales deja muy atras bajo este punto de vista. Como nadie, que sepamos, habia creido que en nuestra patria tuviese imitadores el Aretino, creemos que en este concepto es tambien una novedad la obra de que nos ocupamos.
Salió á luz el Retrato de la Lozana Andaluza, sin el nombre del autor, «porque siendo noble por su oficio, calló el nombre por no vituperar el oficio escribiendo vanidades»; pero al ver el éxito de su obra, no teme ya vituperar su oficio, y en la introduccion que escribió al libro tercero del Primaleon dice: «como lo fuí yo cuando compuse La Lozana en el comun hablar de la polida Andalucía»; primera noticia por la cual se sabe que el clérigo Francisco Delicado ó Delgado, vicario, segun se titula del Valle de Cabezuela, y corrector de este libro caballeresco, era el autor de la obra con que hoy damos principio á nuestra Coleccion.
Pocas son las noticias que podemos dar de Delicado, puesto que se reducen á lo que él mismo ha querido decirnos en las obras que, escritas por él, han llegado hasta nosotros; de ellas se deduce que, á pesar de decir várias veces ser natural de Mártos, no lo era en realidad, se habia criado en esta villa, de donde era su madre, pero él nació en el mismo punto que su padre, es decir, en Córdoba ó en algun pueblo de su diócesis[2], á la cual nunca perteneció Mártos. Fué discípulo de Antonio de Lebrixa, y siguió el estado eclesiástico, pasando despues á Italia, y permaneciendo en Roma desde 1523 hasta 1527, en que presenció el asalto y saco de esta ciudad por el ejército mandado por el Condestable de Borbon; de ella salió cuando la evacuaron las tropas, temeroso de la venganza que los naturales pudiesen tomar de los españoles, que tanto les habian maltratado; fijando