E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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comprendió que hablaba en serio. El pánico se habría apoderado de ella si no hubiera visto algo que le hubiera dado esperanzas. En aquellos ojos dorados, captó la chispa del deseo.

      Ella decidió ponerlo a prueba.

      –¿Y qué se supone que tengo que hacer mientras me tienes aquí? –le preguntó. En ese momento, la mirada cambió y se hizo más dura e inescrutable–. No puedes hablar en serio.

      –Tú elegiste venir aquí. Al hacerlo, asumiste unos riesgos y las consecuencias de tus actos.

      Daisy se acercó a él hasta que solo hubo unos pocos centímetros de distancia entre ambos.

      –¿Y hacer el amor es el riesgo y la consecuencia que he asumido presentándome en tu casa? Venga ya. Según tú, nosotros nunca hemos hecho el amor. Me parece recordar que me dijiste que era solo sexo.

      Justice esbozó una fría sonrisa.

      –Según tú, sexo maravilloso.

      Daisy estalló.

      –¿Cómo te atreves a decirme esto después de todo este tiempo? ¿Cómo te atreves a decirme que me vas a tener aquí en contra de mi voluntad? Solo porque no has tenido relaciones sexuales desde hace mucho tiempo y yo aparezco en tu puerta, no te creerás que puedes echarme en tu cama y aprovecharte de mí.

      –Sí.

      –¿Sí? ¿Es eso lo único que tienes que decir? ¿Sí? ¿Has perdido la cabeza?

      –¡Una vez más, sí! Perdí la cabeza hace diecinueve meses, quince días, seis horas, veintiocho minutos y doce segundos. Y quiero recuperarla, que es precisamente lo que tú vas a hacer. El hecho de tenerte aquí en mi cama me ayudará a recuperar la cordura. Es una solución perfectamente lógica a un problema completamente ilógico.

      Daisy no recordaba que Justice hubiera estado tan a punto de perder el control. Siempre se había comportado como una persona muy contenida. Aquella vez no. Daisy sabía que si seguía presionándolo, él terminaría por estallar. Decidió que era mejor permitirle que se calmara.

      –Tienes mucha cara dura, Justice –dijo en voz muy baja.

      –Tienes razón. Y eso no cambia el hecho de que tú harás lo que yo te diga.

      –¿Cualquier cosa?

      –Cualquier cosa. Todo…

      –Yo creía que no me deseabas.

      Para alivio de Daisy, Justice no lo negó.

      –Aparentemente estaba equivocado. Supongo que lo estábamos los dos.

      –¿Acaso me estás proponiendo una aventura? Yo me quedo aquí durante el tiempo que tú tardes en encontrar otro lugar en el que esconderte…

      –Yo no me estoy escondiendo.

      –Venga ya –comentó ella con una carcajada.

      –Te equivocas. Estoy protegiendo mi intimidad. Si el público en general supiera dónde vivo…

      –Estoy segura de que no le importaría lo más mínimo. Tal vez a los medios de comunicación, sí, pero sospecho que los únicos sobre los que te tienes que preocupar es sobre otros aspirantes a científicos locos. Por lo tanto, ¿cuál es la verdadera razón?

      Justice dio un largo trago de agua y la miró. Entonces, cambió de tema.

      –¿Cómo me has encontrado?

      –Me han ayudado. Esa es otra razón por la que no me puedes mantener aquí contra mi voluntad. Jett terminará preocupándose y llamará a la policía.

      –¿Jett? –repitió él. Los ojos le ardieron de furia antes de recuperar el control–. ¿Novio? ¿Esposo? ¿Amante?

      Daisy decidió jugar el mismo juego de Justice. Se cruzó de brazos y lo contempló con gesto desafiante.

      –¿Cómo nos encontró ese tal Jett, Pretorius? –preguntó Justice sin dejar de mirarla.

      Para sorpresa de Daisy, una voz respondió:

      –Estoy trabajando en ello.

      –Pues date prisa. Quiero que lo encuentres y le aísles.

      –¿Acaso crees que no lo sé? Pues lo sé, pero ese Jett es bueno. Muy bueno.

      –Pensaba que tú eras el mejor.

      –Vete al infierno, Justice.

      Para alivio de Daisy, aquella respuesta demostraba que la voz de Pretorius pertenecía a un ser humano. Entonces recordó que Justice le había dicho que Pretorius era su tío.

      –Creo que he descubierto cómo nos ha encontrado. Estoy negándole el acceso. Ya está.

      –¿Ya está? –preguntó Daisy–. ¿Somos ya invisibles a Jett? Supongo que comprenderéis que he llegado aquí con un GPS.

      –No tardaremos mucho en marcharnos de aquí.

      –Eso me resulta difícil creerlo, a nos ser que ya tengas otro sitio preparado –dijo ella. El brillo en los ojos de él confirmó esta sospecha–. Está bien. ¿Sabes una cosa, Justice? Adelante. Detenme aquí mientras tu tío y tú os largáis a vuestra nueva cueva. Francamente, no me importa.

      –Ya te he dicho que no nos estamos escondiendo.

      –Pero aún no me has preguntado por qué he venido. Has estado tan preocupado por saber cómo te he encontrado que has pasado por alto la cuestión principal.

      –¿La de la razón por la cual me escribiste veintiséis cartas? Por no mencionar la de por qué, después de tanto tiempo, te has tomado tantas molestias para localizarme. ¿A esas cuestiones te refieres?

      Justice había recibido sus cartas y no se había puesto en contacto con ella. Una potente ira se apoderó de ella.

      –Sí, esas cuestiones –respondió apretando los dientes.

      –No me tengas en suspense. ¿Qué podrías tener que decir que no me dijeras hace diecinueve meses y quince días?

      ¿Justice quería que fuera al grano? Lo haría.

      –Tienes una hija.

      Justice siempre se había considerado un hombre muy racional. Inteligente. Sensato. Tranquilo. Un hombre que controlaba sus emociones. Sin embargo, aquellas sencillas tres palabras le acababan de descubrir lo equivocado que estaba.

      –¿Cómo…?

      –¿Que cómo se llama? Noelle.

      –¿Cuándo…?

      –¿Que cuándo nació? Hace exactamente once meses y un puñado de días.

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