E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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simplemente algo que necesito que tú aceptes –dijo Justice por fin–. Por mi bien.

      –Llama y cancélalo antes de que hagas algo de lo que nos arrepintamos los dos.

      –No puedo. Soy el orador principal.

      –¿Y qué diablos se supone que vas a decir tú sobre la ingeniería del próximo milenio? Estamos hablando de mil años, maldita sea. Es imposible predecir incluso si el ser humano seguirá existiendo dentro de mil años, con lo que más difícil resulta aún hablar del estado de la ingeniería en ese periodo de tiempo.

      –Y tu dices que yo maldigo muchas veces.

      –¿Y qué quieres que te diga? Se me están pegando tus malas costumbres. Justice, hace cinco años desde la última vez que apareciste en público. No creo que sea el momento de que eso cambie.

      –No he hecho ninguna aparición pública en cinco años porque no he tenido nada que merezca la pena decir en esos malditos cinco años. Cuando tenga algo que merezca la pena decir, empezaré a volver a hacer apariciones públicas. Hasta entonces, creo que puedo apañármelas en un pequeño simposio sin hacer el ridículo.

      –Ahora que tu nombre está vinculado a ese pequeño simposio, como tú lo llamas, los medios de comunicación se sentirán muy interesados en él. Después de una ausencia tan larga, esperarán que tú ofrezcas algo de vital importancia. Y supongo que no tienes algo de vital importancia que decirles, ¿verdad?

      –No te tienes que preocupar por lo que yo tenga que decirles, tío. Ya me inventaré algo. Lo más irónico de todo esto es que, si yo afirmo que es posible, algún idiota me creerá y lo inventará.

      –Sigo esperando que me des una buena razón para explicar por qué estás haciendo esto.

      Justice le apoyó una mano en el hombro a su tío. Sabía que a Pretorius le iba a costar entenderlo, pero algo tenía que cambiar. En aquel momento. Antes de que pasara la oportunidad.

      –Llevo un año entero sin inventar algo de importancia.

      –Lo que ocurre es que tu creatividad está bloqueada, nada más. Podemos encontrar el modo de desbloquearla sin llegar hasta ese extremo.

      –No veo cómo mi creatividad puede estar bloqueada si no la tengo. Soy ingeniero.

      Pretorius suspiró.

      –Los inventores son personas creativas, Justice.

      –Eso es una mentira y lo sabes.

      –Mira, entiendo que necesites a una mujer. No me opongo a eso. Ve y… encuéntrala –susurró, sonrojándose–. Deja que la naturaleza siga su curso. Cuando lo haya hecho, tú estarás renovado y revitalizado.

      –No es tan sencillo. Necesito…

      ¿Cómo podía explicarlo? Desde el accidente, se había dado cuenta de que necesitaba mucho más que una amante temporal. Más que una noche de pasión. Ansiaba algo permanente. Algo duradero. Algo con lo que pudiera contar. Alguien a quien le importara. Alguien a quien pudiera llamar si…

      –Necesito más.

      Su tío quedó en silencio. Entonces, asintió. Parecía haber leído entre líneas, haber comprendido por fin lo que su sobrino ansiaba aunque se mostrara reacio a aceptarlo.

      –Significa que tendrás que dejar de maldecir con tanta frecuencia –bromeó Pretorius–. Aunque tengo que reconocer que sería un cambio agradable.

      Justice sonrió.

      –Lo intentaré.

      –También significará que se va a comer mejor en esta casa –dijo Pretorius algo más contento–. Y que la casa estaría limpia.

      –No creo que la mujer con la que yo me case se pusiera muy contenta si supiera que la he elegido porque necesitaba un ama de llaves con derecho a roce –dijo Justice. Se inclinó por encima del hombro de su tío y apretó un botón. La impresora se puso a trabajar y empezó a escupir una hoja tras otra de material–. Esto me lleva de nuevo a mi preocupación principal. Si me caso, tú también tendrás que soportarla. Has leído la información sobre esas mujeres. ¿Podrías tolerar que una de ellas viviera aquí permanentemente?

      Pretorius frunció el ceño.

      –¿Es esa la razón de que no te hayas casado antes? ¿Te preocupaba mi reacción ante el hecho de que nuestra casa se viera invadida por otra persona?

      Invadida. Justice contuvo un suspiro.

      –No. No me he casado porque no he encontrado a una mujer a la que pudiera tolerar durante más de una semana.

      –Y ahí es donde entra mi programa de ordenador, ¿no? He hecho todo lo que he podido para transformar el Pretorius en una aplicación más personal y menos empresarial. Los parámetros son similares. Encontrar la esposa perfecta no es muy diferente a encontrar el empleado perfecto.

      –Exactamente. Solo hay que introducir datos diferentes –dijo Justice. Empezó a enumerar sus requerimientos–. Ingeniera, por lo tanto una persona racional que controla sus sentimientos. Brillante, por supuesto. No soporto a las mujeres tontas. Si fuera físicamente atractiva sería mucho mejor, pero debe de ser lógica, amable y capaz de soportar el aislamiento.

      –Pensaba que hablábamos de una mujer.

      –Si es ingeniera, lo más probable es que ya posea alguna de esas cualidades y, más importante aún, que encaje aquí.

      –Está bien. De acuerdo –dijo Pretorius–. Si estás decidido a seguir con esto, te confirmo que esa media docena de mujeres va a asistir al simposio.

      –Con un poco de ayuda por tu parte.

      –Eso ha sido lo más fácil.

      Pretorius tomó los papeles de la impresora y los examinó. Justice vio gráficos, fotos, currículos y lo que parecían ser informes de un detective privado. Jamás se podría decir que su tío no había sido concienzudo.

      –¿Y lo más difícil?

      –Las mujeres son unas criaturas muy extrañas, Justice. Tienden a tener reacciones negativas cuando un hombre las invita a tomar una taza de café y, a renglón seguido, les dice que está buscando esposa.

      –Vaya… –susurró Justice. No se le había ocurrido pensar en eso.

      –Por supuesto, te podrías inventar una excusa para necesitar una esposa con tanta celeridad. Estoy seguro de que se lo creerían. Después de todo, tú eres el gran Justice St. John o, al menos, eso es lo que afirman todas las publicaciones científicas.

      –Por el amor de…

      –O también podrías escuchar al no tan gran Pretorius St. John, que ha considerado ese pequeño detalle.

      –¿Y?

      –No asistes al simposio para encontrar esposa, sino para encontrar una ayudante.

      –Pero si no necesito una ayudante.

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