E-Pack Jazmín B&B 2. Varias Autoras

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te decidas por alguna que creas que puedes soportar durante más de un mes, haz que se mude aquí. Trabaja con ella durante un tiempo. Consigue que se enamore de ti y luego cásate con ella. De ese modo, esa mujer no pensara que eres un tío raro. O, con un poco de suerte, cuando se dé cuenta de quién eres, será demasiado tarde. Se habrá casado contigo e incluso podría haber un Justice St. John Junior de camino. Tal vez incluso sepa cocinar y limpiar –añadió Pretorius mientras le colocaba el montón de papeles en las manos–. Mientras tanto, estúdiate esto. El simposio dura tres días, lo que supone que deberás conocer a dos candidatas al día. Tienes ese tiempo para regresar con una ayudante/esposa con la que los dos podamos vivir.

      –¿Y si no sale bien?

      Pretorius se cruzó de brazos.

      –Lo he estado pensando. Y aunque no quiero a una mujer desconocida andando por aquí y metiendo la nariz en donde no la llaman, me he dado cuenta de una cosa.

      –¿De qué?

      –Estás desperdiciando muchos conocimientos y muchas habilidades, sobrino. Tienes la obligación de compartirlos con otros. Aunque esa mujer no valga como esposa, habrás invertido en el futuro dando inspiración a otra persona o, si tienes suerte, transmitiendo tu código genético a otra generación.

      –Menuda manera de exponerlo.

      –No te olvides de que esto ha sido idea tuya, muchacho. Tanto si lo sabes como si no, esa etiqueta de genio que llevas por el mundo tiene un precio. Tienes una deuda con el universo.

      –¿Acaso ha enviado la factura el universo? –preguntó Justice secamente.

      –Deuda que no has pagado. Por eso estás bloqueado. Has guardado celosamente tu conocimiento en vez de extenderlo por el mundo. Si este asunto de la esposa no funciona, al menos habrás transmitido tus conocimientos a una sucesora de mérito. Y eso sí que podría soportarlo yo, dado que sería temporal.

      –¿Y si ella se enamora y la cosa deja de ser temporal?

      Pretorius entornó la mirada.

      –¿Acaso crees que ella es la única que podría enamorarse? ¿Por qué no lo dos?

      Justice sabía muy bien que no podría esperar algo así. Dudaba que fuera capaz de volver a amar.

      –Solo ella –afirmó.

      –En ese caso, recuerda que me gusta cenar a las seis.

      «Justice St. John».

      Daisy Marcellus se detuvo en seco en el momento en el que vio el nombre en el centro del tablón de anuncios del Coronation Hotel. La suave luz del atardecer iluminaba la bella foto en blanco y negro, que amenazaba con ponerla de rodillas. La llamativa bolsa fucsia que llevaba se le cayó al suelo, dejando que pinturas, pegatinas y juguetes varios para niños pequeños se desparramaran por el suelo.

      Era él.

      Ciertamente, era un hombre muy diferente del que ella había conocido diez años antes. Aquel hombre parecía más duro, más fiero que el que ella había conocido. Sus ojos eran los mismos y revelaban la cautela que ella recordaba tan claramente, como si fuera un animal constantemente en estado de alerta. De hecho, aquella cautela parecía más intensa e iba acompañada por una expresión de cinismo.

      Estudió cada rasgo de la fotografía y trató de encontrar más cambios. No tardó en hacerlo. El tiempo había grabado ciertas líneas de expresión en los fuertes rasgos masculinos. Las más profundas enmarcaban una boca demasiado dura. A lo largo de los años, parecía haber adquirido una frialdad que ella esperaba que fuera solo un requerimiento del fotógrafo más que un reflejo verdadero de la personalidad del hombre.

      A pesar de aquellos cambios tan preocupantes, el deseo y la alegría se apoderaron de ella. Extendió la mano para acariciar la imagen y esbozó una temblorosa sonrisa. Después de tantos años, se habían vuelto a encontrar. En realidad, no se habían encontrado. Ella lo había encontrado a él.

      ¿Estaría él tan contento de verla como ella a él? ¿Se acordaría de ella? Considerando lo mucho que ella había cambiado, posiblemente no. Sin embargo, ella sí lo recordaba a él y también se acordaba de todos los momentos de los tres meses de verano que habían pasado juntos. Se rio en voz alta y llamó la atención de los demás. No le importó. Tenía la posibilidad de volver a ver a Justice.

      Se agachó y recogió todas sus pertenencias mientras leía la información que aparecía en el tablón. Parecía que Justice se había hecho un hueco en el mundo de la ingeniería. Se alegraba por él. Iba a empezar su discurso en menos de cinco minutos. Excelente. No tenía nada más que hacer aquella tarde. Seguramente no le importaría a nadie que ella asistiera a aquella conferencia, considerando que Justice y ella eran viejos amigos… por no decir viejos amantes.

      De hecho, él había sido su primer amante, el más especial de todos. Daisy jamás lo había olvidado. Jamás había conocido un amor tan maravilloso como el que había compartido con él. Jamás había encontrado a un hombre que lo igualara. Generoso. Paciente. Amable. Alguien que se aferrara a la vida a pesar del torbellino de su pasado… ¡Tenía tantas ganas de verlo!

      En la puerta de la sala de conferencias había dos hombres que comprobaban las acreditaciones que debían llevar antes de permitirles la entrada. Daisy esperó a que los dos se distrajeran antes de colarse en la sala repleta. Ya era imposible encontrar un asiento libre y muchos de los asistentes habían empezado a quedarse de pie. Vio por fin un hueco libre cerca de la primera fila. No quería estar tan cerca porque iba vestida informalmente y la mayoría de los asistentes iban con traje y corbata. Sus amplios pantalones y su camisa de color rojo, que era perfecta para firmar libros para niños, la hacían destacar entre los que le rodeaban.

      Se acomodó por fin en su lugar y sonrió a los dos hombres que tenía a ambos lados. Ellos no le sonrieron a ella sino que, más bien, parecieron diseccionarla con la mirada y no de un modo precisamente sexual. Era más bien como si ella representara una ecuación que no supieran resolver.

      Cuando estaba a punto de marcharse, las luces se hicieron más tenues y un hombre se acercó al podio. Todo el mundo guardó silencio. El hombre no perdió tiempo alguno. Empezó a presentar a Justice St. John, repasando una larga lista de credenciales y logros. Por fin, se hizo a un lado y miró con expectación hacia el lado izquierdo de la sala.

      El silencio se apoderó del auditorio. Los asistentes estiraron el cuello esperando ansiosamente la salida del orador. Entonces, apareció, avanzando por el escenario con la gracia felina que ella recordaba de su juventud. Los recuerdos la invadieron. El día en el que él entró en la casa de sus padres, como una pantera esperando atacar o ser atacada. La línea que había trazado para protegerse y mantenerse alejado de los demás, una línea que a ella le había encantado superar. La maravillosa noche en el lago donde su ropas habían terminado en el suelo y los cuerpos de ambos se habían fundido. Aquella deliciosa inocencia que se había transformado en apasionado conocimiento.

      La mirada de Justice recorrió la sala con impaciente desdén. Entonces, comenzó con su conferencia. A pesar de que Daisy solo comprendía una palabra de cada veinte, los tonos profundos y ricos de su voz la hipnotizaban como al resto de los asistentes.

      Justice había cambiado desde que los dos estuvieron juntos por última vez. Ella también. ¿Lo habría reconocido si se hubieran cruzado por la calle? Posiblemente. Si se esforzaba mucho, aún era capaz de reconocer al muchacho en el hombre en el que se había convertido.

      –Genial.

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