Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada. Rebecca Winters

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Un príncipe en el desierto - La mujer más adecuada - Rebecca Winters Libro De Autor

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de confianza y su ayuda sería muy valiosa.

      Cargaron el helicóptero con agua y otros útiles de emergencia. Rashad se subió al asiento del piloto e hizo todas las comprobaciones necesarias para volar. Uno de sus guardaespaldas se sentó detrás de él. Y Tariq se sentó en el asiento del copiloto.

      Siempre era peligroso acercarse a desconocidos en el desierto, pero consciente de que podría haber gente de su propia tribu entre los afectados, Rashad no podía quedarse sin hacer nada. En pocos segundos, el helicóptero había despegado.

      Aquella zona del desierto era conocida porque los fuertes vientos comenzaban de repente y sin avisar. Las tormentas de arena no eran muy frecuentes en la zona pero, cuando se formaban, podían ser devastadoras.

      Enseguida observaron un grupo de personas y camellos. Tariq le entregó los prismáticos para que los viera mejor. Todos estaban gesticulando para llamar la atención. La situación no parecía tan mala como se había imaginado. Rashad devolvió los prismáticos y descendió con el helicóptero manteniendo un margen de seguridad.

      –Cuidado, Alteza –le advirtió Tariq–. Podrían ser bandidos. Quizá hayan planeado una emboscada y estén esperando a que caigamos en ella.

      Rashad sabía que eso era posible, pero vio que un grupo de hombres se acercaba corriendo hacia ellos y reconoció a Mustafa Tahar antes de que saludaran con una reverencia.

      –Está bien –les aseguró Rashad a sus acompañantes. Aunque las hélices seguían girando, Tariq comenzó a bajar parte de lo que habían llevado. Rashad apagó el motor y saltó del helicóptero para ayudar a llevar el agua, un elemento clave en esas circunstancias.

      Mustafa, un camellero del oasis al que Rashad conocía desde hacía años, lo llevó hasta un lugar en el que había una persona tumbada en la arena y cubierta con mantas.

      –Todavía está viva, pero si no la ve un médico o la rehidratamos, la mujer no sobrevivirá. He intentado darle el poco agua que me quedaba, pero se le escapaba de la boca.

      –¿Una mujer?

      –Así es, Alteza.

      Rashad se acuclilló y retiró la manta, sorprendiéndose al ver a una mujer tumbada de lado y vestida con ropa de hombre. Le buscó el pulso en la muñeca y, aunque de manera débil, encontró que seguía latiendo. No llevaba joyas en sus delicadas manos, sólo un reloj de oro en la muñeca. Rashad notó que tenía fiebre.

      La miró de nuevo y se sorprendió al ver su belleza. La tomó en brazos y experimentó una extraña sensación.

      Aunque su pueblo creía en los presagios, él era más escéptico y se negaba a creer que lo que sentía era algo más que una respuesta ante una mujer atractiva. No había estado con ninguna desde hacía varias semanas. Los asuntos de Estado de su padre lo habían mantenido muy ocupado.

      La tez pálida de aquella mujer no disimulaba su rostro de porcelana. Y de su cabello desprendía un ligero aroma frutal. Su olor femenino invadió sus sentidos, provocando que se debilitara de una manera que su mente se negaba a recordar.

      Mustafa lo siguió hasta el helicóptero donde Tariq ayudó a colocarla en el asiento trasero.

      –Ella viajaba hasta Al-Shafeeq.

      –¿Sola? –Rashad no podía imaginar por qué.

      –Sí –Mustafa se rascó la mejilla–. A mí también me pareció extraño. Aquí tiene su pasaporte.

      Rashad puso una mueca y lo guardó en el bolsillo.

      –¿Hay alguien más que necesite atención urgente?

      –No, Alteza.

      –Bien, entonces la llevaré al palacio para que reciba asistencia médica. La ayuda está en camino desde Raz, pronto recibiréis provisiones.

      Mustafa asintió agradecido y Rashad arrancó el helicóptero para dirigirse a Al-Shafeeq. Empleó el teléfono satélite para llamar a Nazir. Su asistente personal se aseguraría de que el médico de la familia real estuviera en el palacio para recibirlos.

      Tras un vuelo corto, Rashad aterrizó junto al palacio y esperó a que Tariq y el guardaespaldas bajaran a la mujer del aparato. Cuanto menos tuviera que ver con aquella atractiva mujer, mejor para él. Un equipo médico corrió hasta ellos y llevó a la mujer al interior.

      Tras asegurarse de que ella recibiría el mejor tratamiento posible, Rashad les dijo a los hombres que subieran de nuevo al helicóptero para llevarlos otra vez a Raz. Rashad tenía asuntos pendientes de solucionar.

      Durante el vuelo, Tariq permaneció extrañamente en silencio. Rashad lo miró de reojo y le preguntó:

      –¿Qué piensas, Tariq? No has dicho ni una palabra.

      –No es normal que una mujer esté aquí sola. Y menos alguien tan joven.

      –Estoy de acuerdo, pero es extranjera y eso explica muchas cosas.

      –Es muy bella. Algún hombre sufrirá mucho si se entera de que la arena ha podido con ella. Espero que el médico pueda salvarla.

      Rashad no contestó porque las palabras de Tariq habían provocado que se le erizara el vello de la nuca y los brazos. Era la segunda vez en menos de una hora que se estremecía. No le gustaba. No le gustaba nada.

      Ansioso por continuar trabajando en su nuevo plan, Rashad los dejó junto a la planta principal. En cuanto Tariq bajó del helicóptero, sonó el teléfono y Rashad vio que era el doctor del palacio.

      Se puso tenso. Era probable que lo llamaran para decirle que la paciente había fallecido. ¿Y qué pasaba si así era? ¿Qué significaría para Rashad, excepto que sentiría lástima por ella igual que lo haría por cualquiera que perdiera la vida en esas circunstancias? Finalmente contestó la llamada.

      –¿Doctor Tamam?

      –Me alegro de que haya contestado enseguida.

      –¿Le hemos llevado a la mujer norteamericana demasiado tarde?

      –No. Se está recuperando despacio gracias al suero.

      Rashad suspiró.

      –Ha tenido mucha suerte. ¿Está consciente?

      –No, pero eso es bueno.

      Rashad asintió.

      –Estará en shock mientras se recupera de la experiencia –esperó una respuesta, pero al oír las palabras del doctor se sorprendió.

      –Esta mujer necesita total privacidad. Mantenerse alejada de todo el mudo. ¿Tiene alguna sugerencia, Alteza?

      Aquélla no era una petición normal y Rashad reaccionó enseguida.

      –La suite con terraza.

      Estaba en la segunda planta del palacio y se llegaba a ella por un pasaje privado que salía del hall principal. Debido a que estaba aislado del resto del palacio, otros miembros de la familia la habían utilizado como suite nupcial al principio de la luna de miel.

      Nadie

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