E-Pack Jazmín B&B 1. Varias Autoras
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–Ya veo. ¿Y qué tal está mi exnovia? Supongo que ya se ha buscado otro acompañante, porque no he tenido noticias suyas.
Yelena decidió que tenía que poner fin a aquello y golpeó el escritorio con ambas manos.
–No vayas por ahí, Alex –le advirtió–. Me has contratado para que haga un trabajo. Si quieres que así sea, tenemos que dejar nuestras vidas personales al margen, incluidos los problemas entre Carlos y tú.
–¿Y qué problemas son esos? –inquirió él.
–No tengo ni idea. Hace dos meses que no lo veo.
¿Sabía Alex lo que le dolía que su hermano Carlos no estuviese en su vida? A excepción de un par de comentarios que había oído, no sabía cuál era la relación de su hermano con Alex desde que este último había vuelto a Canberra. Tanto mejor. El año anterior, Yelena había madurado mucho. Había sido madre y se había independizado. También había conseguido librarse de la influencia de su hermano mayor. Y había evitado pensar en Alex, prefiriendo no saber qué hacía ni con quién salía.
Mientras él la observaba con atención, fue como si la atmósfera se fuese desintegrando poco a poco. Era como… estar a la expectativa. Como si Alex quisiera hacerle un millón de preguntas pero algo lo contuviese. Aquel no era el Alex que ella conocía.
–Tengo que hablar con tu familia –le dijo Yelena de repente.
Y, así, sin más, se rompió la tensión.
–Por supuesto –contestó él, y la expresión de su rostro se suavizó–. Tengo un vuelo reservado a las once –se miró el reloj–. A las diez pasará a recogerte un coche por tu casa.
–¿Perdona? Pensé…
–Tú y yo. Tenemos un vuelo a las once –le repitió él–. Tienes que reunirte con mi familia, tus clientes. Están en Diamond Bay.
–¿El complejo turístico?
–Eso es. No me hagas esperar.
–¿Y…? –Yelena sacudió la cabeza, frunció el ceño–. ¿Y mi equipo?
–Yo tengo que volver al complejo. Estamos recibiendo muchas llamadas, así que quiero la mayor discreción posible. En estos momentos, tú eres el equipo.
Yelena se puso en pie de un salto.
–¡No puedo hacerlo todo yo sola! Necesito un asistente, un organizador de eventos…
–Ya te ayudará mi gente.
Ella lo fulminó con la mirada.
–Tengo una vida, una…
–Pensé que tu trabajo era tu vida –la interrumpió Alex.
Yelena se cruzó de brazos.
–Ya no sabes nada de mí.
–Eso es cierto.
Dicho aquello, Alex se levantó, tomó su chaqueta y sacó de ella el teléfono móvil.
–Haz la maleta para una semana –le dijo.
Y luego se marchó sin más, dejando como única prueba de su paso por allí el masculino aroma de su aftershave.
Yelena se quedó mirando la puerta, con el ceño fruncido.
«Deja de fruncir el ceño, te van a salir arrugas», pensó.
Aquella frase que tantas veces le había dicho su madre penetró en su mente y ella relajó la expresión al instante.
¿Cómo iba a olvidarse de su pasado y concentrarse en el trabajo?
El año anterior había sido muy duro. Había perdido a su hermana y a Alex. Hasta Carlos se había alejado de ella y, últimamente, siempre que hablaban lo hacían para discutir. Había decepcionado a su familia, toda su vida se había desmoronado.
Pero había conseguido recuperarse. Y se había convertido en madre. A pesar de todo, a cambio de su hija Bella merecía la pena cualquier sufrimiento.
Tenía que hacerlo por ella.
Recogió el escritorio, tomó su iPhone y cerró la puerta con llave.
Alex Rush era el Santo Grial de los clientes. Su campaña consolidaría la carrera de Yelena y la ayudaría a conseguir el ascenso. Y, a pesar de lo que había ocurrido entre Alex y Carlos, y a pesar de su tórrida aventura, Alex la había elegido. Si él podía tener una relación solo laboral con ella, Yelena haría lo mismo. No iba a tirar por tierra su futuro por los errores del pasado.
Capítulo 2
–IBA a darle de comer a Bella –le dijo Melanie, su vecina, que cuidaba de la niña, desde la cocina–. ¿Quieres hacerlo tú?
Yelena dejó el bolso en la encimera y tomó el biberón con una sonrisa en los labios.
–Por supuesto. ¿Ha llamado mi madre?
–Justo después de que tú te marchases esta mañana… –le respondió Melanie, siguiéndola por el pasillo hasta la habitación de Bella.
–¿Y? Hola, preciosa, ¿cómo está mi bella Bella?
Yelena tomó a la niña de la cuna.
–¡Qué grande estás! ¿Cómo puedes estar creciendo tanto? ¿Qué te ha dicho, Mel?
–Que estaba constipada y que no quería pegárselo a Bella –le contó la otra mujer.
–Ya.
A pesar de conocer perfectamente a su madre, Yelena no pudo evitar que aquello le doliese. María Valero jugaba al tenis y tenía un entrenador personal. Tomaba vitaminas, comía solo lo suficiente para estar sana, evitaba la cafeína, el chocolate y otras adicciones nocivas para la piel. A ese paso, los iba a enterrar a todos, incluida Bella.
Y sus mentiras seguían doliendo a Yelena.
–Es mejor no arriesgarse –añadió Melanie en tono diplomático–. Los bebés lo pillan todo enseguida.
–Eso es verdad.
Yelena se sentó en la mecedora y le dio el biberón a la niña.
Se sintió orgullosa y llena mientras la miraba. Sería capaz de hacer cualquier cosa por ella. Su mundo empezaba y terminaba en Bella.
–¿De qué trata ese nuevo viaje de negocios que tienes? –le preguntó Mel.
–Es solo un cliente nuevo.
–¿Cuánto tiempo vas a estar fuera?
–Volveré el lunes que viene.
–Entonces… –empezó Melanie, frunciendo el ceño–.