El mejor periodismo chileno 2019. Varios autores
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Marisol García, La Tercera
CATEGORÍA ENTREVISTA Alonso Ortiz, el chofer del Transantiago que conmovió al país: “Si ahora jubilamos con mi esposa, vamos a quedar viejos, enfermos y sin plata”
Pepa Valenzuela, The Clinic
En la mente de los curas abusadores
Nicolás Alonso, The Clinic
Doctora que atendió a Geraldine en la calle: “No se nos puede morir una niña”
Ivonne Toro, Ciper
Jorge Edwards: “Si el diablo me ofreciera un pacto para vivir más, ¡lo firmo!”
Gazi Jalil, Sábado, El Mercurio
CATEGORÍA OPINIÓN Violencia, derechos humanos y la salvación de la república
Pablo Ortúzar, Ciper
Eduardo Andrade, El Desconcierto
El despertar de Chile en un territorio donde el Estado ya no existe: La Bandera
Cristián Cabalín, Ciper
Los chalecos amarillos en el planeta de los simios
Ricardo Greene, Ciper
No era depresión era capitalismo
Nona Fernández, El Periodista
Sobre la violencia (o “están todos duros”)
Constanza Michelson, The Clinic
Prólogo
Nada ha sido usual este año en lo que al Premio Periodismo de Excelencia de la Universidad Alberto Hurtado se refiere, salvo que se mantiene la calidad de los textos periodísticos seleccionados y que reflejan, en una síntesis perfecta, los hechos que vivimos en el país durante 2019.
Tanto las reuniones del jurado como la ceremonia de premiación, tuvimos que hacerlas en un contexto que sabíamos que algún día llegaría, pero que no necesariamente sería tan rápido y de manera obligatoria. Para el cual, además, no todos estábamos preparados. El 2020 nos obligó a trasladarnos de una crisis a otra: de estallido social a mundo pandémico.
El país, en estos días, no solo vive en emergencia sanitaria, también hay toque de queda en la RM y millones de personas en el país estamos confinadas en nuestros hogares. Nada de lo que hacíamos con soltura antes de marzo podemos realizarlo hoy. Quizá, cuando lea este prólogo, las cosas hayan cambiado y estemos viviendo otra etapa, con seguridades o incertezas, que hoy es difícil de prever.
El tiempo que nos toca vivir no solo ha marcado la manera en que elaboramos este libro y que, por ahora, no podrá disfrutar en papel, como ha sido siempre nuestra intención y compromiso. También nos está obligando a repensar nuestras vidas, la forma de relacionarnos y la manera en que enfrentaremos nuestro trabajo inmediato, aquel para el cual nos preparamos y que, avances tecnológicos mayores o menores, veníamos realizando de manera similar hace varias décadas.
La industria periodística parecía ser una de las que más se estaba ajustando a la realidad de hoy, abandonando técnicas antiguas, utilizando el mundo cibernético y comunicándose a través de diversas plataformas con sus usuarios. Se asemejaba a una carretera del siglo XXI, donde lo más moderno avanzaba rápido y lo viejo comenzaba a ralentizarse y desaparecer.
Vivíamos sí, en una incertidumbre controlada, donde lo impreso daba paso a lo digital, los despidos en la industria obedecían a esta suerte de revolución virtual y la disputa entre medios y redes sociales buscaba un armisticio que les permitiera convivir y gozar de las mismas prebendas para asegurar la continuidad del buen periodismo.
Vino lo que vino, aquí estamos, redefiniendo todo. Quizá, frente a sus ojos, tenga los trabajos más destacados de aquel viejo periodismo. O quizá no. Un periodismo que tenía mucho de cara a cara, de observación, de acudir al lugar de los hechos y entrevistar a los protagonistas mirando la emoción en los ojos, notando el temblor de las manos o escuchando voces seguras o quebradas. Había contacto. También calor, frío, olores.
Hemos perdido en estos días muchos medios. También ha caído drásticamente la inversión publicitaria: demasiado en la TV, mucho en la radio, diarios y revistas, poco y casi nada en los periódicos virtuales, aunque estos todavía no consiguen lo suficiente para financiar sus equipos de trabajo. El desafío es grande. Existe la tentación en algunos de desconectarse de los medios, usar las redes sociales y desde ahí trabajar relatos periodísticos, de manera individual y sin pasar por la verificación que obligadamente exige un editor o un equipo periodístico. El resultado puede ser bueno en lo inmediato, pero nocivo cuando se masifique y las voces generen solo un griterío.
El trabajo que aquí presentamos, que reúne lo más destacado del 2019, es una prueba de la necesidad de trabajar en equipo y pasar por los diversos obstáculos que genera un medio para verificar los contenidos. También el soporte de credibilidad que le da la industria a sus escritos.
Los buenos medios, el trabajo serio y el periodismo de verdad, fueron el pasado y también el futuro.
El 2019 estuvo marcado fuertemente por el estallido social y con los trabajos seleccionados se puede realizar una radiografía de lo que fue, qué cosas lo motivaron y cuál fue su alma.
Así, la serie de investigación “La trampa de los medidores ‘inteligentes’ de electricidad”, de Gabriela Pizarro y Nicolás Sepúlveda, publicado en Ciper, elegido como el mejor del año, es una muestra del abuso de las empresas con los usuarios, una de las razones del estallido de octubre.
El jurado precisamente lo eligió porque graficaba la desafección del Estado con los intereses de los ciudadanos.
En la misma línea, otro de los premiados en su categoría es “El estallido vital de Geraldine: el duro despertar de la menor que quedó en coma por una lacrimógena”, de Ivonne Toro, también de Ciper, que muestra la cara más dramática de la represión y que se entronca con otro de los reportajes seleccionados y que relata la situación que le tocó vivir a Gustavo Gatica, joven que perdió la vista y se convirtió en el símbolo de la disputa contra Carabineros y el uso de las escopetas antidisturbios, tema que trata otro reportaje del equipo que integró Mauricio Weibel.
Ivonne Toro tomó su historia, puso el foco y su pluma en función de mostrarla, no solo como una menor