Casada con un desconocido. Эбби Грин

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Casada con un desconocido - Эбби Грин Bianca

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joyas de color verde oscuro. Sasha se quedó paralizada por su mirada. Por sus palabras. No podía hablar. Todo lo que se le ocurría le parecía trivial.

      Apollo continuó.

      –Decidí que iría tras el hombre con el que había trabajado mi padre y que lo destrozaría. Y así fue. No me costó mucho desmontar su negocio porque era corrupto hasta la médula. En cuanto eso sucedió, aparecieron cientos de exempleados buscando una indemnización y acabó arruinándose.

      Apollo la miraba como si esperara que estuviera asombrada. Y lo estaba.

      –Lo siento –dijo ella–. No puedo imaginar lo que debió ser perder a tus seres queridos siendo tan joven. Yo no sé nada acerca de mi familia… o de cuándo murieron mis padres.

      Apollo se arrepentía de haberle contado tantas cosas. Apenas algunas personas conocían su pasado y, sin embargo, él le había contado todo a Sasha. A la única persona del mundo en la que menos debía confiar. Esperó a que ella se aprovechara de aquella triste historia, pero no lo hizo.

      Se había puesto pálida y lo miraba con los ojos bien abiertos.

      –Me dijiste que mis padres han muerto y que no tengo hermanos ¿no es así?

      Él asintió.

      –Me contaste que tu madre fue madre soltera. Tu padre se marchó cuando eras pequeña. Tú lo buscaste, pero descubriste que había muerto hacía algunos años y, después, tu madre falleció hace un par de años.

      –Oh, es tan extraño no ser capaz de recordar a mi madre. Ni haber buscado a mi padre.

      Ella parecía sufrir de verdad. Al ver que se mordía el labio inferior, Apollo recordó el momento en que la besó por primera vez… La suavidad de sus labios abriéndose bajo los de él, permitiéndole que explorara su boca por completo.

      Apretó los puños y se puso en pie

      –Tengo que hacer unas llamadas de trabajo. Buenas noches, Sasha.

      –Buenas noches –contestó ella.

      Él comenzó a salir, pero al ver que no conseguía quitarse la mirada de sufrimiento de su cabeza, se detuvo en la puerta y la miró. Parecía vulnerable en aquel sofá tan grande.

      –Siento lo de tus padres.

      Ella se volvió y un mechón de cabello dorado y rojizo cayó sobre sus hombros.

      –Gracias.

      Apollo sintió que el deseo lo invadía por dentro. Quería regresar a su lado y retirarle el vestido para poder ver la belleza de su cuerpo. Quería obligarla a admitir que estaba fingiendo. Tratando de manipularlo una vez más. No le haría el amor. Conseguiría que ella le suplicara que se lo hiciera y después la dejaría allí, jadeando y admitiendo quién era en realidad.

      –Buenas noches, Sasha.

      Apollo se marchó antes de que se viera obligado a satisfacer su instinto y hacer una estupidez. La misma que hizo la primera vez que la vio, cuando un intenso deseo se apoderó de él de una manera que nunca antes había experimentado.

      Se dirigió a su estudio y se sirvió una copa. Era incapaz de olvidar la imagen de sus grandes ojos azules. Ni el impacto que habían tenido en él la primera vez que la vio.

      Esa noche, en aquella habitación de Londres, había sido la primera vez que alguien había traspasado las barreras que Apollo había levantado para protegerse con tanta facilidad. Con solo mirarlo. Algo salvaje e indómito había cobrado vida en su interior y él se percató de que, anteriormente, nunca había sentido verdadero deseo. Había tenido muchas amantes, pero nunca había permitido que llegaran a una relación profunda con él. Simplemente las había utilizado para satisfacer sus necesidades físicas.

      Tras ver a su padre humillado y destrozado, a su madre triste y enferma hasta desaparecer de sus vidas, y autodestruirse a su hermano, Apollo había prometido que nunca permitiría que nadie se acercara tanto a él como para sufrir cuando se marchara. Lo habían dejado atrás en demasiadas ocasiones.

      Sin embargo, con Sasha, satisfacer sus necesidades físicas lo había llevado a otro nivel de deseo. Él anhelaba tenerla a su lado. Así que cedió ante su instinto.

      Él se dejó llevar antes de ser consciente de lo que había hecho. Y de recordar quién era y que estaba vacío por dentro.

      La venganza lo había invadido mucho tiempo. Y acababa de asimilar que conseguir sus metas no había sido algo tan revelador cuando conoció a Sasha. Él había achacado el efecto que ella había tenido sobre él a ese vacío que experimentaba. A la decepción. A la preocupación. A la insatisfacción que sentía, cuando debía sentirse satisfecho y en paz.

      Llamaron a la puerta y Apollo se puso tenso.

      –Adelante.

      Frente a la puerta del estudio de Apollo, Sasha respiró hondo. Sabía que él le había dicho que tenía que hacer unas llamadas, pero como al pasar por delante de su despacho no había oído voces, actuó de forma impulsiva.

      Abrió la puerta y lo encontró sentado tras el escritorio. Apollo la miró con el ceño fruncido.

      –¿Está todo bien?

      Ella asintió, y se arrepintió de su decisión al sentir un enorme nudo en el estómago.

      –Bien. Yo… –se calló. No debía haber ido. La manera en que él la hacía sentir con tan solo mirarla era… Inquietante. Deseaba salir corriendo, pero al mismo tiempo deseaba permanecer allí.

      Él frunció el ceño.

      –Sasha…

      –Sé que estás ocupado, pero quiero saber por qué nuestro matrimonio es… Así. Tenso. Con dormitorios separados. No te gusto demasiado.

      «O nada», le susurró una vocecita en su cabeza.

      Apollo dejó la copa que tenía en la mano. Se puso en pie, rodeó el escritorio y se apoyó en él con los brazos cruzados. Ella se fijó en la musculatura de su torso y sintió que una ola de calor la invadía por dentro.

      ¿Siempre se había sentido tan atraída por los hombres?

      «Quizá solo por él», le susurró la voz.

      De algún modo, no podía negar la posibilidad de que solo reaccionara así ante él.

      Apollo vio que ella se sonrojaba y pensó que había ido allí porque había percibido el deseo que él sentía por ella. Y quería aprovecharse de ello.

      Se sintió tentado de ir al grano con ella, pero decidió no hacerlo.

      –Nuestro matrimonio ha tenido algunos problemas, pero no creo que sea el momento de hablarlo ahora.

      La observó unos instantes y se percató de que la deseaba todavía más.

      «Bruja».

      Ella lo miró.

      –No sé por qué, pero siento la necesidad

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