El guardián de la heredera - Las leyes de la atracción - Ocurrió en una isla. Margaret Way
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Читать онлайн книгу El guardián de la heredera - Las leyes de la atracción - Ocurrió en una isla - Margaret Way страница 21
–La venganza nunca es sencilla –le advirtió Damon–. Sería una equivocación por vuestra parte buscar venganza.
–Troy, te aconsejo que aceptes la decisión de nuestro abuelo –interpuso Carol–. Sé que te has criado creyendo que te lo mereces todo en este mundo y, como sabes, nuestro abuelo nos ha dejado a todos una cantidad de dinero indecente. Yo pretendo hacer buen uso de lo que me corresponde por herencia.
–No era mi intención atacarte ni hacer que te disgustes, Carol –respondió Troy en tono de disculpa–. Me alegra volver a verte. Siempre fuiste muy lista. Eres muy, muy especial.
La mirada que Troy Chancellor dedicó a su prima fue innegablemente sexual.
Lo que era peligroso, pensó Damon. El instinto le decía que Troy podría causarles problemas.
Damon la llevó a David Jones, los grandes almacenes preferidos de Carol. Se había quedado sin maquillaje y lo necesitaba con urgencia.
–Siento lo que he dicho ahí, cuando estábamos hablando con mi primo –declaró Carol avergonzada–. Pero es que no soporto a Troy, está muy pegajoso conmigo, por eso le he dicho que ibas a venir a Beaumont a pasar unos días.
–Así que… ¿voy a ir a Beaumont para protegerte?
–Más o menos.
–Mmmmmm. Eh, ¿por qué no me dijiste que tenías pensado pasar la Navidad con tu tío y su familia? Aunque me cuesta creer que son familia tuya.
–Eso no puedo evitarlo –Carol se encogió de hombros–. Iba a decírtelo, pero luego se me pasó. De todos modos, me encantaría que vinieras, Damon, aunque es posible que tengas otros planes.
Así era. Pero, al menos, uno la había incluido a ella. ¡Y ahora Beaumont!
–Ningún plan que no pueda cancelar… o posponer –respondió él en tono ligero.
–Entonces, ¿vienes?
La alegría de ella era contagiosa.
–Sí, Carol, iré porque tú me lo pides. ¿Cuándo piensas ir y cuántos días quieres pasar allí?
–Tenía pensado ir el día de Nochebuena –contestó Carol sin ocultar su entusiasmo–. Quien me invitó fue el tío Maurice. Cuando habló conmigo, parecía sincero al decir que quería que pasáramos unos días juntos.
Los ojos de Damon brillaron.
–¿Y tú le has creído?
Carol parpadeó por la sequedad del tono de él.
–¿Cómo voy a creerlo? Mi tío me habló como si me hiciera un favor invitándome a mi propia casa. Va a ser muy difícil echar a Maurice y a Dallas de Beaumont. El testamento del abuelo les ha dejado destrozados. Creo que todavía no lo han asimilado.
Para ser tan joven, Carol era una persona muy madura.
–Ah, también he invitado a una de mis amigas de la universidad, Amanda Gregson. No sé si te acordarás, pero la conoces.
–¿La descarada?
–Sí, esa es Amanda. Por cierto, es muy inteligente. No deja de decirme que tenga cuidado con mi familia, que no me fíe de ellos. Amanda va a venir conmigo. Tú no vas a poder venir a pasar el día de Navidad, ¿verdad?
–¿Qué me darías a cambio si fuera? –Damon le dedicó una abierta sonrisa.
–La mejor comida navideña de tu vida.
–De acuerdo, iré. Pero no saldré hasta primeras horas de la tarde, me sería imposible hacerlo antes.
–¡Maravilloso! –exclamó Carol sin poder disimular su entusiasmo.
–Y, ahora dime, Carol, ¿por qué vas a ir a Beaumont? –preguntó Damon con seriedad–. Sabes que la envidia les corroe. Y, otra cosa, tu tío no es de fiar.
–Lo sé, pero no sé por qué –contestó Carol–. Tengo una vaga sensación, como debida a un recuerdo, pero no sé qué es. ¿Crees que mi tío se atrevería a hacerme daño?
–Maurice Chancellor no es tan tonto como para hacer semejante cosa –Chancellor se aseguraría de que jamás se le pudiera acusar de nada. Pero un hombre con los recursos que él tenía podía recurrir a otros, pagándoles, para conseguir sus objetivos.
También le preocupaba ese momento en la infancia de Carol que a ella le perturbaba y del que no lograba acordarse.
–No, él no, pero podría encargarle a otro que hiciera el trabajo sucio –Carol suspiró–. Los ricos no se manchan las manos.
Era evidente que Carol conocía bien a su tío.
–No pienses en esas cosas, Carol.
–En fin, supongo que hay peleas en la mayoría de las familias –comentó ella.
Sobre todo, las familias ricas.
–Dime de verdad por qué vas a ir –Damon estaba convencido de que Carol iba por algún motivo que no le había contado.
–Quiero registrar la casa para ver si encuentro más fotos como la que encontraste tú en el libro, fotos que me hizo el abuelo –respondió Carol–. Y también quiero ver si puedo descubrir algo más sobre lo que le pasó a mi padre. Sabes muy bien que algunos piensan que mi madre le dejó ahogarse intencionadamente.
–A la gente le encanta chismorrear, Carol. Lo de tu padre fue un accidente.
–Quizá fueron las habladurías las que hicieron que mi madre se volviera tan… tan egoísta –sugirió Carol.
–Es posible –aunque Damon no lo creía así.
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