¡Ganar!. Brad Gilbert
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¿La lección? Trabaja para mantener el servicio, y para hacer eso práctica la colocación como prioridad principal. Mueve un poco el saque. No tienes que ser Roger Federer para conseguir resultados moviendo el saque. Obliga a tu rival a tener que adivinarlos. Y recuerda: si vas a practicar algo, ¡que sea tu saque! Puede convertirse en el golpe más importante de tu juego.
Creo que la zona de confort de Rafael Nadal es cuando siente que no es tan bueno y que para ser competitivo tiene que mejorar cada vez. Por eso siempre retoca algún aspecto de su ya fantástico estilo, nunca se da por satisfecho y busca mejorar. ¡Mejorar, mejorar, mejorar! No le gusta que nadie le diga que es el mejor, porque no compra ese modo de pensar las cosas.
Cuando converso con él en los torneos siempre está probando algo nuevo: la empuñadura, el lanzamiento o cualquier otra cosa. La pasión que ves en Rafa en la cancha, en un quinto set de una final de Grand Slam es la misma pasión que fuera de la cancha lo lleva a seguir progresando en su nivel de ejecución. Rafa Nadal se entrega a un millón por ciento en los partidos, en las prácticas y tal vez también en el desayuno. Su compromiso es total.
¿La lección? Nunca dejes de intentar ser mejor, de elevar la mecánica y la estrategia de tu juego. Si uno de los mejores de la historia del tenis puede pensar que no es lo suficientemente bueno, tú también puedes pensar de ese modo. Y yo también. Este es mi ejemplo personal.
Cuando yo jugaba en el circuito, volvía locos a mis rivales persiguiendo cada pelota, manteniendo vivo el punto todo el tiempo, resistiendo. ¿Hoy? Mis piernas y pulmones no están como hace veinte años, tuve que ser honesto conmigo mismo y admitirlo. Busqué entonces retocar un poco la mecánica de mi juego, porque en la categoría Senior necesito terminar los puntos más temprano. Para eso, tuve que pegarle más fuerte desde el centro de la cancha y aspirar a que la bola no vuelva, o al menos a que vuelva más débil, para que yo pueda reducir la cantidad de metros por correr.
Cuando empecé a retocar mi golpe, volvía loca a mi esposa en casa. Caminaba de aquí para allá con una raqueta en la mano, practicando un tiro más plano y haciendo un swing ante una pelota imaginaria. Puedo decir con orgullo que nunca rompí una lámpara y que además me las ingenié para desarrollar un drive más fuerte, plano y contundente. Los australianos llaman a eso practicar en el patio trasero, yo tuve mi propia versión de patio en mi living, mi comedor y mi cocina. De ahí a la cancha.
Sé como Rafa: insatisfecho con tu juego. Si trabajas con esmero en ajustar siempre tu juego, vas a mejorar y, sin duda, te convertirás en un mejor jugador que gana más seguido.
Hablando de mejorar el juego, Novak Djokovic nos ofrece una excelente lección cuando se trata de establecer objetivos. Por ejemplo, no te conformes con resultados que estén por debajo de tu potencial, nada de aburguesarse. Porque en cierto punto el Djoker se había aburguesado.
¿Recuerdan cuando era el eterno número tres del ranking, en 2007, 2008, 2009 y 2010? ¿Recuerdan también que en diciembre de 2010 condujo a Serbia a ganarle a Francia la final de la Copa Davis? ¿Y recuerdan qué pasó a partir de allí? No podía perder.
En 2011 ganó diez torneos, incluidos el Abierto de Australia, Wimbledon y el US Open, y estableció un récord mundial de ingresos por premios individuales en una sola temporada (u$s 12 millones), algo que ocurre cuando se ganan cuarenta y un partidos consecutivos, una marca solo superada por los cuarenta y dos de John McEnroe.
¿Por qué este salto? Empezó una dieta sin gluten y créanme que le significó una enorme diferencia, que incluyó una mejor respiración. Sí, empezó a creer en su saque. Cuando Novak retocó su movimiento de saque, no le funcionó, entonces volvió al movimiento original. Pasó de ser el único jugador entre los cincuenta mejores del mundo que promediaba más dobles faltas que aces (así fue a principios de 2010), a tener un saque más consistente, confiable y productivo. Todos esos cambios fueron importantes, pero creo que el cambio más grande tuvo lugar dentro de su cabeza.
El hecho de llevar a Serbia a la gloria en la Copa Davis lo sacudió mentalmente, hizo que elevara su visión y sus objetivos y lo motivó a hurgar más profundo para conseguir resultados que terminaron siendo históricos. Haber ganado la Copa Davis le devolvió el hambre –creo– e hizo que quisiera ser el mejor del ATP Tour.
Quizás el Djoker se había aburguesado en el puesto número tres y la Copa Davis pateó su zona de confort y disparó el cambio. Algo realmente significativo ocurrió en la actitud de Djokovic, no estoy seguro de que él mismo lo entienda por completo, pero es mi apuesta, porque la diferencia entre el número uno y el tres suele ser solo mental. Djokovic se convirtió en su propio profeta. Vio la tierra prometida y hacia allí se dirigió.
Algo similar le debe haber ocurrido al también eterno número cuatro Andy Murray, quien había perdido cuatro finales de Grand Slam, incluida la de Wimbledon 2012 ante Roger Federer. Poco antes, Murray había contratado como entrenador a Ivan Lendl –que había conseguido ocho títulos de Grand Slam– para que lo ayudara a sacarse de encima la mochila de ser el mejor jugador que jamás había ganado un torneo importante. Ivan perdió sus primeras cuatro finales de Grand Slam, pero siguió luchando y creyendo en sus posibilidades, hasta ganar esos ocho torneos. Como entrenador –y de los buenos– le inculcó a Andy una incesante convicción para no rendirse, algo que evidentemente le faltaba al escocés.
Comenzó –créase o no– en la derrota en cuatro sets ante Federer en la final de 2012 en Wimbledon. Lendl reconoció que Andy había sido competitivo por primera vez en una final de Grand Slam, porque ganó el primer set y estuvo cerca en los siguientes.
De mis conversaciones con Ivan deduzco que se focalizó en los aspectos positivos de Andy en su derrota, le hizo ver la gran diferencia con las finales anteriores, en las que había perdido en sets corridos casi sin luchar. La prueba fue la siguiente: un par de semanas después de la final perdida en Wimbledon, Andy le ganó con facilidad a Fed en el partido por la medalla dorada de los Juegos Olímpicos de 2012. Aunque no era un torneo de Grand Slam, Ivan Lendl lo declaró como un torneo importante y ¡dijo que Andy había ganado su primer Grand Slam! ¿Acaso eso alivianó la carga que Murray tenía sobre sus hombros?1.
Por más que suene extraño (porque cuando lo ves sentado en el box de los familiares, Ivan siempre parece muy serio y áspero), le enseñó a Andy Murray a pensar en positivo. Los próximos años nos dirán si el escocés podrá retener la tenacidad al estilo de Lendl y ganar más torneos de Grand Slam.
¿La lección? Eres mejor de lo que piensas, tienes potencial: para ganarles a jugadores supuestamente mejores. Si eres competitivo y no juegas sólo por el ejercicio (y el “cardio” tennis es genial), no aceptes el lugar donde estás ni te conformes con menos de lo que eres. Sacúdete a ti mismo en lo que te haga falta y tendrás resultados. Como Murray y el Djoker, puedes dar vuelta las cosas y ganarles a los jugadores que te ganan.
Esta actitud de “no conformarse con menos” la desplegó de la mejor manera una jugadora a la que me gusta llamar Chispita por su gran intensidad y energía en la cancha. Justine Henin, a pesar de su pequeñez física (1,65 m y 57kg) jugaba un tenis enorme. Podría haberse conformado con ser una contragolpeadora –como todo el mundo le decía, por su tamaño– pero ella dijo no.
Justine tenía un juego diferente en su mente y se valió de su increíble timing para despuntar saques y drives y desarrollar uno de los mejores golpes de revés que he visto entre las mujeres. Se puso como objetivo ser dominante y ofensiva, y no prestó oídos al saber convencional ni a la mayoría de los expertos. Me encanta eso. Se sobrepuso a las probabilidades y ganó siete Grand Slams con un tenis de estatura mayúscula, a pesar de su escasa