E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras

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de dos semanas, estará lista para otra boda.

      Le tomó las manos y la miró a los ojos.

      —Pero hoy, cuando estaba esperando a que aparecieras por el pasillo de la iglesia, me he dado cuenta de una cosa —le acarició las muñecas con los pulgares—. Quiero que te cases conmigo por voluntad propia, Tara. No por el bebé, ni por mi familia.

      Tara se quedó completamente paralizada. Casi temía moverse, respirar.

      —He estado enamorado de ti prácticamente desde la primera vez que te vi. Debería habértelo dicho. Quiero casarme contigo, Tara, y estoy dispuesto a renunciar a mi trabajo si así puedo demostrarte que podemos disfrutar de una vida distinta a aquélla que temes.

      —Oh, Axel —susurró—. Yo también te quiero. Te quiero desde que estuvimos juntos durante aquel fin de semana —tomó aire—. Llevo mucho tiempo sola, y creo que también podría haber sacado a nuestro hijo adelante estando sola. Ésa era la ruta más segura, pero ya no estoy buscando mi seguridad. Quiero estar contigo —alzó la mirada hacia él—. Sé que no eres como mi padre. Sé que eres tú, Axel. Y también me he dado cuenta de otra cosa: no sólo quiero raíces, Axel, quiero el árbol entero —sonrió a través de las lágrimas—. Quiero las ramas, los brotes y las hojas.

      —En ese caso, te plantaré una orquídea —contestó Axel con la mirada resplandeciente.

      Tara se echó a reír y se secó las lágrimas que empapaban sus mejillas.

      —Pero no quiero esperar a que la iglesia esté arreglada. Podemos casarnos el lunes en los juzgados.

      —¿En los juzgados? —gritó Squire, que estaba a los pies de la escalera—. ¿Qué tontería es esa?

      —Squire —intentó tranquilizarle Gloria.

      Pero Squire plantó su bastón delante de él y alzó la mirada hacia Axel y Tara.

      —Si hay algo que debería estar haciendo en este momento esta familia, es organizar una boda —señaló como si fuera la última persona sensata del planeta—. De hecho, ya lo tenemos todo preparado para la fiesta.

      —Eso es verdad —se mostró de acuerdo Emily. Tara se volvió sorprendida hacia ella. Se había olvidado por completo de que estaba cerca de ellos—. Aunque, por supuesto, tendremos que hacer algo con tu vestido.

      —Y podemos llamar al reverendo Stone —añadió Jefferson desde el final de la escalera—. Por lo menos él está acostumbrado a que las bodas de esta familia no salgan nunca como están planeadas.

      —Y traeremos a tu hermano —añadió Axel con voz queda—. Aunque no sé si le va a hacer mucha gracia que te cases conmigo.

      —Él no tiene nada que decir. Ya soy tuya. Lo soy desde que me pediste que pidiera un deseo antes de soplar las velas.

      —¿Qué deseaste aquel día? —susurró Axel contra su boca.

      —A ti. Simplemente, te deseé a ti.

      Al final, Axel y Tara pronunciarían los votos ante el reverendo Stone esa misma noche. A la ceremonia podría asistir Sloan, con el brazo herido. Tara había pasado la mayor parte de la tarde en el dormitorio, rodeada por las mujeres de la familia y sintiéndose flotar. Lo único que en aquel momento le importaba era Axel. Pero, afortunadamente, otros se habían ocupado de los detalles de la boda y en aquel momento ya sólo estaba esperando a Leandra, que se encargaría de ayudarla a ponerse el vestido.

      Pero la persona que llamó a la puerta del dormitorio no fue la hermana de Axel, sino Sloan, que asomó la cabeza con una sonrisa.

      —Supongo que no puedo convencerte de que no lo hagas.

      —No —contestó Tara divertida.

      —En fin —cerró la puerta y se acercó a su hermana—. Yo pensaba que estaba haciendo lo que debía. Había perdido a María y no quería perderte a ti también.

      —Axel me habló de ella. Lo siento mucho. Sé que si él hubiera podido hacer algo por cambiar lo que ocurrió…

      Axel tensó los labios.

      —Culparle a él me pareció mucho más fácil que culparme a mí mismo. Cometí el error de decirle la verdad sobre mí. Sobre ti —sacudió la cabeza—. Supongo que ella se lo dijo a su hermano. Pero yo no pretendía arruinarte la vida, Tara.

      A Tara se le llenaron los ojos de lágrimas.

      —¿Y quién me la ha arruinado? He encontrado lo que jamás pensé que podría llegar a tener: un lugar en el mundo al lado del hombre al que amo. Jamás entendí por qué mamá continuó siempre al lado de papá, pero creo que estoy empezando a comprenderlo. Sloan, me gustaría que pudieras quedarte algún tiempo con nosotros.

      —Tengo que volver a Chicago para testificar, pero después, es posible que vuelva para asegurarme de que mi sobrino llega bien a este mundo. Pero de momento, vas a ser una novia preciosa.

      —Sólo si consigo antes ponerme el vestido.

      El vestido que Emily, Maggie y Jaimie le habían arreglado a toda velocidad y que era el mismo que había llevado el día de su boda la primera esposa de Squire, Sarah, la mujer con la que había tenido sus primeros cinco hijos antes de que muriera en un trágico accidente.

      —Bueno —Sloan le dio un abrazo—. Cuando estés lista, estaré en el cuarto de estar.

      Tara suspiró y se acercó a las puertas de la terraza mientras su hermano se iba. No sabía qué podía estar reteniendo a Leandra, pero tampoco le importaba. Podía ponerse ella sola el vestido. Comenzó a apartarse de la puerta de la terraza, pero un movimiento en el exterior le llamó la atención. Era un hombre que se alejaba de la casa.

      Lo miró con más atención, y, justo en ese momento, el hombre se volvió de nuevo y la luz que salía de las ventanas de la casa iluminó su rostro. Tara parpadeó, demasiado impactada en el primer momento como para reaccionar, pero cuando vio que el hombre pretendía alejarse, abrió las puertas de la terraza y salió corriendo.

      —¡Ryan! —gritó.

      El hombre se detuvo durante una fracción de segundo, pero inmediatamente comenzó a caminar.

      Tara bajó corriendo las escaleras de la terraza. Las zapatillas estuvieron a punto de salírsele cuando pisó la nieve, pero no se detuvo.

      —¡Espera! ¡Por favor, espera!

      Por alguna especie de milagro, el hombre se volvió y comenzó a caminar hacia ella.

      —¡Estás loca! —exclamó Ryan al verla en bata y zapatillas.

      Tara le agarró del brazo, temiendo que desapareciera en medio de la noche.

      —Esta tarde te he visto fuera de la iglesia. Creía que eras un invitado. Yo soy Tara…

      —Ya sé quién eres. Pero me sorprende que Axel haya tardado cinco años en llevarte al altar.

      Tara parpadeó al oírle.

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