E-Pack Jazmin Especial Bodas 2 octubre 2020. Varias Autoras
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—No sé a qué vienen tantas preguntas. Tú ni siquiera me conoces —le apartó la mano y comenzó a caminar.
—Conozco a Axel —dijo tras él—. Sé que no renunciará a ti. Y tú le conoces lo suficiente como para saber que se merece algo mejor que tener que mentir a todas las personas que te quieren.
Pero sus palabras parecieron desaparecer entre los copos de nieve que arrastraba el aire.
—¿Tara?
Tara dio media vuelta. Leandra estaba en la terraza, mirándola como si se hubiera vuelto loca. Y a lo mejor tenía razón. A lo mejor sólo había sido un producto de su imaginación. Se cerró la bata y volvió a la terraza.
—¿Estás bien? —Leandra la siguió al interior de la habitación—. ¿Qué estabas haciendo ahí?
Tara consiguió esbozar una sonrisa.
—No lo sé. Supongo que pedir un deseo a las estrellas.
—Por un momento, temí que estuvieras huyendo de Axel.
—Eso jamás.
Leandra la miró en silencio y pareció relajarse.
—Creo que debería haberte traído algo de comer cuando he pasado por la cocina —musitó—. Bueno, veamos si podemos ponerte el vestido.
En cuestión de minutos, la bata había sido sustituida por un precioso vestido de novia y las zapatillas por unos zapatos de tacón que le hacían sentirse como si fuera la mismísima Cenicienta.
Leandra le puso también una capa de color marfil, que había sido la contribución de Maggie, una de las tías de Axel.
—Voy a asegurarme de que empiece todo —le guiñó el ojo a Tara antes de invitarla a seguirla al salón, donde Sloan la estaba esperando.
—Sabía que estarías preciosa —le dijo su hermano, agarrándola del brazo—. Pero sólo a alguien de Wyoming se le ocurriría celebrar una boda a la intemperie en una noche como ésta. Sabes que está nevando, ¿verdad?
—Creo que hace una noche perfecta —le aseguró Tara mientras salían al porche.
Al ver el espectáculo que le habían preparado se quedó sin respiración. Los árboles estaban cubiertos de luces parpadeantes que iluminaban los copos de nieve y los rostros de la familia allí reunida. De su familia.
Y justo en el momento en el que Tara y Sloan comenzaron a cruzar hacia el establo, se oyó el dulce sonido de un violín.
El reverendo Stone estaba al final de aquel improvisado pasillo, donde Leandra y Evan ya les estaban esperando. Pero Tara sólo tenía ojos para Axel mientras avanzaba junto a su hermano bajo la nieve.
En el momento en el que Tara se detuvo a su lado, Axel cerró las manos alrededor de las suyas y le dirigió una sonrisa que le hubiera robado el corazón si no se lo hubiera entregado ya meses atrás.
—El matrimonio es un estado honorable —comenzó a decir el reverendo—. No se debe acceder a él de forma irreflexiva, sino que ha de hacerse con reverencia y…
—Impaciencia —le susurró Axel al oído.
Tara tuvo que disimular una sonrisa, pero cuando llegó el momento de pronunciar el «sí, quiero», las voces de ambos sonaron vehementes y sinceras. Y cuando el reverendo Stone llegó a la parte en la que le decía al novio que podía besar a la novia, los gritos de alegría retumbaron a través de la noche y la familia les rodeó para cubrirles de besos y abrazos.
—¿No creéis que sería más inteligente ponernos a cubierto de la nieve? —se quejó Squire—. Soy un hombre viejo, esto no me va a hacer ningún bien.
—Eres un hombre viejo que quiere probar de una vez por todas la tarta que lleva todo el día esperándole en el granero —respondió Jefferson.
—Qué hijo tan sabelotodo —gruñó Squire—. No sé a quién demonios habrá salido.
—A ti —respondió Tara, y se mordió el labio ante el repentino silencio que siguió a sus palabras.
Pero Squire se acercó a ella, la recorrió de los pies a la cabeza con la mirada y dijo al final:
—Supongo que tienes razón. ¿Sabes? Ese vestido era de la abuela de Axel.
—¿Te molesta que me lo haya puesto? —preguntó Tara preocupada.
—En realidad te queda muy bien. A Sarah le habría gustado verte con él. Y es verdad, lo único que ahora me importa es probar esa tarta. Me han dicho que es de chocolate. Así que, ¡vamos a por ella!
Y así lo hicieron. Algunos en coche, pero otros muchos caminando a pesar de la nieve.
Axel se acercó a Tara y la levantó en brazos.
—¿No te enfriarás con esos zapatos? —musitó.
Tara posó las manos en sus hombros. La felicidad burbujeaba dentro de ella, dispuesta a estallar en cualquier momento.
—Va a hacer falta un milagro para que puedas llevarnos al bebé y a mí hasta el granero.
—Tú y el bebé sois los únicos milagros que necesito —respondió Axel, y fundió los labios con los de Tara en un largo beso.
Después, continuó caminando con ella en brazos a través de la nieve.
Tara echó la cabeza hacia atrás, dejando que la nieve bañara su rostro. Aquél era su lugar, pensó. Estar en los brazos del hombre que amaba.
Alzó de nuevo la cabeza, para disfrutar de la vista del rostro de Axel y vio un hombre tras ellos.
Con una sonrisa, presionó la mejilla contra el hombro de Axel.
—Amor mío —susurró—, creo que es posible que esta noche disfrutemos de más de un milagro.
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Capítulo 1
ALGO sacó a Easton Springhill de un sueño profundo.
Se giró y miró el despertador, que marcaba las cuatro y veintiséis minutos de la madrugada. Las cortinas del dormitorio estaban abiertas, como siempre, porque le