La canción del arrozal. Lafcadio Hearn
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Glimpses of Unfamiliar Japan, el primero de sus libros sobre Japón, se publicó en 1894 y abarca el período comprendido entre 1890 y 1893. Hearn llegó a Yokohama en abril de 1890 y, con la ayuda del Profesor Chamberlain, obtuvo un puesto docente en Izumo. En ese perdido rincón sin extranjeros, que había preservado gran parte del sistema feudal, Hearn encontró su mayor felicidad en Japón. Tal vez por eso se convenció de que el tiempo anterior a la Restauración Meiji era idílico. En 1893 tomó otro puesto de enseñanza en Kumamoto, una ciudad comercial abarrotada de residentes extranjeros. Kumamoto era parte del nuevo Japón, y Hearn la odió.
Los libros siguientes, Out of the West (1895) y Kokoro (1896), ya no se interesan por la descripción general, sino que prefieren una mirada al lado espiritual de la vida japonesa.
Y vinieron muchos libros más, entre los que se destacan: Gleanings in Buddha-fields (1897), Exotics and Retrospectives (1898), In Ghostly Japan (1899), Shadowings (1900), A Japanese Miscellany (1901), Kottō: Being Japanese Curious with Sundry Cobwebs (1902), Kwaidan: Stories and Studies of Strange Things (1904) y Japan: an Attempt at Interpretation (1904). Japón tuvo el poder de encantarlo y no soltarlo jamás.
§ 4. Poesía, no ciencia
Al referirse a la etimología de la palabra “luciérnaga” (hotaru) y las distintas teorías sobre el origen de los kanjis, Lafcadio Hearn se lamenta de que los significados más poéticos sean los menos probables. En ese lamento descubrimos una pista de lectura para este libro: Hearn nos propone que leamos sus artículos como quien se asoma a un libro de poesía, no de ciencia.
La invitación se repite en cada capítulo, con las mismas condiciones. Cuando habla de las cigarras (semi), por ejemplo, dice que no sabe demasiado de ellas, que nadie sabe demasiado. Que la gente que habla de las cigarras a menudo se contradice. De todos modos nos ofrece una clasificación, hace su mejor intento. Por supuesto que el resultado es incompleto. De lo que está seguro, dice, es que incluyó en su lista a las mejores melodistas. ¿Cómo no estar encantados con eso?
En “ranas” (kaeru), cuenta que de las impresiones más simples que depara un viaje, pocas se encuentran tan íntimamente asociadas con el recuerdo de un país extraño como el sonido del campo abierto. “Solo el viajero sabe cómo las voces de la naturaleza —las voces del bosque, del río, de la llanura— varían según la zona”.
Este libro está lleno de voces, este libro propone un viaje.
§ 5. Insectos músicos y de los otros
Los insectos recopilados en este volumen no son los únicos que interesaron a Lafcadio Hearn. A través de los años también le dedicó varias páginas a hormigas, mosquitos, arañas, polillas, cangrejos. Esta somera enumeración, sin mayor detalle, no les hace justicia. Se trata de apuntes interesantes, vinculados con la cultura y la estética japonesa. La única razón por la que no han conseguido hacerse un lugar aquí es porque Lafcadio Hearn no se detuvo en su canción. En estas páginas, los insectos y animales que no tienen voz, tienen su propio canto a través de la poesía.
§ 6. Nuestra edición
La canción del arrozal está construido con retazos de varios libros. “Libélulas” fue tomado de A Japanese Miscellany, “Insectos músicos” y “Ranas” de Exotics and Retrospectives; “Luciérnagas” de Kottō; “Mariposas” de Kwaidan y “Cigarras” de Shadowings.
Algunos de estos libros cuentan con varias traducciones al castellano; otros, con ninguna. Los traductores de Lafcadio Hearn a través de los años parecen siempre deslumbrarse por los mismos textos. Y una particularidad más, muy llamativa: las ediciones no suelen ser completas. Tomemos de ejemplo Kwaidan, su libro más traducido. Existen numerosas ediciones, y ninguna, al día de hoy, cuenta con el apartado de Insect Studies y las impresiones sobre “Mariposas” que traemos aquí.
Nos entusiasmó asomarnos a la obra japonesa no traducida de Lafcadio Hearn, establecer vínculos y claves de lectura novedosas. Descubrimos un universo inusualmente grande para un autor que gozó de tanto prestigio y cariño en este rincón del mundo. Quizá Jorge Luis Borges haya sido el primero de todos nosotros que notó su singularidad en la historia de la literatura, y su estatura de clásico.
El 9 de diciembre de 1933, la primera parte de “La leyenda de los duendes descabezados” (Rokuro-kubi) apareció en Revista Multicolor de los Sábados, el suplemento cultural del Diario Crítica que Borges dirigía junto a Ulyses Petit de Murat. Hay consenso en que la traducción, aunque no fue firmada, es obra del propio Borges. El cuento vino precedido de una breve nota biográfica, en la que Borges consignó, entre otras cosas, que “En una sucesión de bellísimos libros, Lafcadio Hearn interpretó el verdadero sentido del alma y la literatura japonesa”.
Más recientemente, entre los años 2002 y 2005, varios cuentos de Lafcadio Hearn fueron narrados para televisión por Alberto Laiseca. El ciclo de cuentos de terror, emitido por el canal I.Sat, alcanzó un éxito resonante, adquiriendo dimensiones mitológicas.
A la hora de armar La canción del arrozal, resonaban en nuestra cabeza algunas líneas célebres escritas en el año 905, por Ki no Tsurayuki, que el propio Hearn invoca. En el “Kanojo”, el prefacio japonés del Kokinshū (Colección de Poemas antiguos y modernos), Ki no Tsurayuki escribió:
“La poesía de Japón tiene su raíz en el corazón humano, y su expresión ha evolucionado de diversas formas. El hombre de este mundo, teniendo miles de cosas para emprender y concluir, se ha visto llevado a expresar sus pensamientos y sensaciones sobre todo lo que ve y oye. Después de escuchar el canto del uguisu entre las flores, y la voz del kawazu que habita los estanques, no podemos más que preguntarnos si existe un ser vivo sin canción”.
El Kokinshū es una antología imperial que compila la mejor poesía de ciento cincuenta años. El encargo fue efectuado por el emperador Daigo, demandó quince años alcanzar su forma final. Dicen que contiene 1.111 poemas. A pesar de la belleza de ese número, que no parece dejar nada librado al azar, todavía se discute su exactitud. La historia inicial del Kokinshū es oscura y complicada por la existencia de varios textos divergentes, que aparentemente reflejan distintas etapas del proceso editorial.
Ki no Tsurayuki fue uno de los compiladores, el más importante. Explicaba en el prólogo que componer un poema es un instinto inherente a todo ser vivo. Cuando la emoción desborda, ante las maravillas del mundo, aparece la “canción”. Es interesante pensar en la poesía como una canción, en sintonía con la canción de los animales.
§ 7. Los modos de ejercer la traducción
Lafcadio Hearn sabía que no traducía poesía para japoneses que salen de noche a cazar luciérnagas con una larga vara de bambú y una bolsa de mosquitero, ni para aquellos que peregrinan a remotas provincias solo para deleitarse con el canto de los grillos. Les habla a occidentales, como somos nosotros, como fue él alguna vez, y entonces no puede evitar la tentación de explicar más de la cuenta. Ustedes no conocen este mundo, parece decirnos. Por eso se los tengo que decir todo. Y agrega algunas aclaraciones entre corchetes para completar la imagen que sospecha que un cerebro occidental no puede formarse.
Un ejemplo de esta operación. En el capítulo consagrado a las luciérnagas, Hearn traduce el hokku de Iga Manko, discípulo de Matsuo Bashō, del siguiente modo:
Oh, this firefly!—as it crawls on the palm of my hand, its legs are visible [by its own light]!
¡Oh, la luciérnaga! ¡Caminando por la palma de mi mano, pueden verse sus patas [por su propia luz]!
Nadie que haya sostenido una luciérnaga