La canción del arrozal. Lafcadio Hearn
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te no hira wohau ashi miyuruhotaru kana | ¡La luciérnaga!Caminando por la palma de mi manopueden verse sus patas. |
¿Qué preferir acá? ¿Conviene privilegiar la belleza o la claridad? Quizás esa disyuntiva sea falsa. La poesía siempre explota en múltiples sentidos. También es cierto que nosotros traducimos a Lafcadio Hearn, no al haijin que él evoca. Pero de nuevo: Hearn muchas veces aporta el poema original, como en este caso. ¿Cómo no sucumbir a la tentación de aprovecharlo? Distinto es el caso, por supuesto, cuando contamos únicamente con el texto en inglés, sin mayores pistas sobre el original, como ocurre en algunos capítulos.
Hay ocasiones en que, por alguna razón, Hearn prefirió quedarse solo con la poesía, sin mención del autor. Una verdadera pena. A algunos poetas logramos identificarlos, y los hemos agregado. Quizá futuras ediciones, en los años que siguen, profundicen este trabajo arqueológico y documental, si todavía es posible.
Dos faros nos guiaron a la hora de traducir al castellano la poesía japonesa que Hearn traduce al inglés. Este rodeo es intencional, pretende dar una idea del laberinto en el que nos encontramos. Por un lado, las enseñanzas de T. S. Eliot, que señaló que “cada generación se merece sus propios traductores”. Por otro, una nota de Julio Cortázar que opera de Preludio a su monumental Imagen de John Keats. Dice Cortázar: “Con excepción de dos poemas, el autor considera provisionales todas sus traducciones, y sujetas a una revisión total”. Uno podría sospechar que Cortázar no piensa realmente que sus traducciones de Keats sean transitorias y sujetas a incesantes cambios. Su declaración bien podría cumplir una finalidad poética, más que un mandato o una autorización para los que vienen después. Aurora Bernárdez, en cambio, con una nota al pie sella el asunto. Dice: “Siguiendo el criterio de literalidad con el que Cortázar optó expresamente, se ha intentado ajustar las traducciones de cartas y poemas”.
En nuestro trabajo hemos sido fieles —lo más fieles que puede ser esta traición que se llama traducir—, al interés de Lafcadio Hearn. Y entonces, entendiendo que en ocasiones recurrir a corchetes dificulta el goce estético, hemos intentado prescindir de ellos. En algunos casos bastaba con eliminar la aclaración, como en el siguiente poema. Consignamos en último término nuestra traducción, que creemos que respeta el espíritu inmortal del hokku:
Whether it be a glimmering of festal-fires [far away], or a glimmering of fireflies, [one can hardly tell]—ah, it is the Genji!
Será un resplandor de fuegos festivos [a lo lejos], o el brillo de las luciérnagas, [es difícil decirlo]. Ah, ¡es el Genji!
Un resplandor de fuegos festivos
o el brillo de luciérnagas.
¡Es el Genji!
En otros casos, en lugar de retirar del poema la aclaración entre corchetes, la hemos incorporado naturalmente. Veamos el texto original de Lafcadio Hearn, su traducción literal y la que nosotros entendemos que es la traducción más adecuada:
Ah, [the cunning] fireflies! being chased, they hide themselves in the moonlight!
¡Ah, [las astutas] luciérnagas! ¡Siendo perseguidas, se esconden a la luz de la luna!
Perseguidas
se esconden en la luna,
las astutas luciérnagas.
En este caso, como en muchos otros, la traducción de Hearn es libre. “Astutas” (the cunning), por ejemplo, no aparece en el poema de Oshima Ryōta.
En el capítulo de “Grillos”, introduce la idea de fidelidad tolerable (tolerable faithfulness). Dice: “Si bien algunas de mis traducciones se alejan de ser literales en cuanto al lenguaje, creo que representan con fidelidad tolerable la esencia de los originales”. Creemos que a él le habría gustado el trabajo que hemos hecho con su texto.
§ 8. Apuntes para una filosofía estética
Entre el bambú y el agua de los estanques, bajo la fría luz de luciérnagas y el canto de insectos músicos, quizás exista en estas páginas una pequeña teoría estética y filosófica sobre el valor de los sentidos y las diferencias de gusto y de sensibilidad entre Oriente y Occidente. Dice Hearn que solo los japoneses pueden ver la belleza de un ciempiés o de una rana. Las páginas que siguen dan cuenta de esa belleza. Pero ¿todavía será así? ¿Japón sigue siendo el mismo? ¿Y nosotros? Hearn cuenta que pensando en ranas notó por primera vez que la poesía japonesa nunca hace alusiones al tacto. El sentido del gusto es pocas veces mencionado. Las únicas sensaciones que parecen importar son el color, el sonido y el aroma, que son retratadas con una delicadeza exquisita y sorprendente.
Alguna vez Lafcadio Hearn arriesgó una hipótesis: la naturaleza de cada región tiene un efecto directo y singular sobre la imaginación y la evolución de la mente.
§ 9. Bibliografía
STAMPEL, Daniel (1948). Lafcadio Hearn’s Traveling Regionalism. American Literature, 20(1), 1-19.
HAYA, Vicente. Libélulas, luciérnagas y mariposas: 39 haikus japoneses. Estudios de Asia y África, 39(3), 711-723.
BOYNTON, Percy (1927) H. Lafcadio Hearn. The Virginia Quarterly Review, 3(3), 418-434.
BURNETT, Katharine A. (2009). Lafcadio Hearn’s Traveling Regionalism. The Global South, 3(2), Edición especial: The United States South and the Pacific Rim, 64-82.
“Hay momentos de la vida en que verdades a las que apenas nos habíamos asomado —creencias alcanzadas vagamente a través de múltiples procesos de razonamiento— de pronto asumen un carácter vívido de convicción emocional. Me pasó el otro día, en la costa de Suruga. Mientras descansaba debajo de los pinos que bordean la playa, algo en el calor vital y la paz luminosa de ese momento del día —una especie de rapto conmovedor de viento y luz— reavivaron de pronto una antigua creencia mía: la creencia de que todos los seres somos uno. Me sentí uno con la brisa y con el avance de las olas, con cada movimiento de sombras y cada destello del sol, con el azul del cielo y del mar, con el imponente silencio verde de la tierra. Me convencí, de un modo nuevo y maravilloso, de que no pudo haber nunca un principio, de que no podrá haber nunca un final. Sin embargo, las ideas no eran nuevas: la novedad de la experiencia residía en la intensidad con la que se presentaban, haciéndome sentir que las veloces libélulas, los largos y grises grillos de arena, las cigarras estridentes sobre mi cabeza y los pequeños cangrejos rojos moviéndose entre las raíces de los pinos, eran todos ellos hermanos. Entendí, como nunca antes, que ese misterio que es mi alma había resucitado en toda forma de existencia pasada, y continuaría observando el sol por otros millones de veranos, a través de los ojos de otras innumerables formas de existencia futura”.
por Lafcadio Hearn, “Gaki” (extracto)
en Kottō: Being Japanese Curious with Sundry Cobwebs, 1902
Ranas
I
De las impresiones más simples que depara un viaje, pocas se encuentran tan vívida e íntimamente asociadas