Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud biblioteca iberica

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Interrumpiré la serie de sueños de esta enferma para intercalar en ella un breve sueño inocente de un joven. Sueña que ha tenido que ponerse de nuevo el gabán de invierno, cosa terrible. El motivo de este sueño parece ser, a primera vista, el frío que de repente había vuelto a hacer. Pero un examen más detenido nos muestra que los dos breves fragmentos de que se compone no concuerdan entre sí, pues el tenerse que poner un gabán de invierno, porque hace frío, no es nada terrible. Por desgracia para la inocencia de este sueño, la primera ocurrencia que surge en el análisis es la de que una señora había dicho en confianza a nuestro sujeto, el día anterior, que su último hijo debía su existencia a la rotura de un preservativo. El sujeto reconstruye ahora los pensamientos que le sugirió esta confidencia: los preservativos finos presentan el peligro de romperse, y los gruesos son muy molestos. Un preservativo es como un vestido o gabán. Si a él, soltero, le ocurriese algo como lo que la señora le ha relatado, sería «terrible». Volvamos ahora a nuestra paciente.

      IV. «Mete una vela en el candelero. Pero la vela está rota y no se tiene derecha. Las muchachas del colegio dicen que es muy desmañada; pero la maestra la defiende diciendo que no es culpa suya.»

      También aquí hallamos un suceso real como motivo del sueño. El día anterior puso una vela en un candelero, pero no estaba rota. La vela es un objeto que excita los genitales femeninos. Rota, y no pudiéndose mantener derecha, significa la impotencia del hombre (no es culpa suya). Pero ¿cómo es posible que la paciente, cuidadosamente educada, pueda conocer tal empleo de la vela? Casualmente puede indicar el origen de este conocimiento. En una excursión en barca por el Rin, pasó junto a ellos un bote lleno de estudiantes, que con toda tranquilidad iban cantando, a voz en grito, una canción obscena: «Cuando la reina de S. cierra las ventanas y con una «vela de Apolo» (Apollokerze)…»

      La sujeto no oyó bien o no comprendió esta última palabra, y su marido tuvo que explicarle lo que significaba. El texto de la canción queda luego sustituido en el contenido onírico por el inocente recuerdo de una comisión de que la encargaron en el colegio y que llevó a cabo muy desmañadamente. Esta sustitución queda realizada por medio de un elemento común: las ventanas cerradas. La conexión del tema del onanismo con el de la impotencia es suficientemente clara. El elemento «Apolo», del contenido latente, une este sueño con otro anterior, en el que se trataba de la virginal Palas. Todo ello, como vemos, nada inocente.

      V. Para que no se crea demasiado fácil el deducir de los sueños conclusiones sobre las verdaderas circunstancias personales del sujeto, expondré un nuevo sueño de esta enferma, inocente también en apariencia. «He soñado algo -me relata- lo que había hecho realmente durante el día; esto es, que metía los libros en un pequeño baúl, que luego me costaba trabajo cerrarlo, y lo he soñado tal y como había sucedido.» En este caso, hace resaltar especialmente la sujeto la coincidencia entre el sueño y la realidad. Todos estos juicios y observaciones sobre el sueño pertenecen, aunque hayan creado un lugar en el pensamiento despierto, al contenido latente, circunstancia que ya demostraremos con otros ejemplos. La paciente nos dice, en este caso, que lo que el sueño le ha presentado había sucedido realmente el día anterior. Nos ocuparía demasiado lugar exponer por qué camino llegamos a la ocurrencia de recurrir al idioma inglés como medio auxiliar de la interpretación. Baste con decir que se trata nuevamente de una pequeña box (cf. el ejemplo de la niña en su caja) que ha sido llenada hasta el punto de que nada más cabía en ella. En todos estos sueños «inocentes» predomina singularmente el factor sexual como motivo de la censura. Pero es éste un tema de esencial importancia que debemos dejar a un lado por el momento.

      Como tercera de las peculiaridades del contenido onírico, hemos señalado, de acuerdo con todos los autores (incluso Robert), la de que en el sueño pueden emerger impresiones de tempranas épocas de nuestra vida, de las cuales no dispone nuestra memoria en la vigilia. Fácilmente se comprenderá que no es nada sencillo determinar la frecuencia con que esto sucede, pues al despertar no sabemos reconocer el origen de tales elementos de nuestros sueños. La demostración de que se trata de impresiones de la infancia tiene, por tanto, que realizarse de un modo objetivo, cosa también difícil, dado que sólo en muy raros casos disponemos de los datos necesarios. A. Maury refiere, como especialmente demostrativa, la historia de un individuo que se disponía a hacer un viaje para visitar su ciudad natal, de la que faltaba hacía veinte años, y la noche anterior a la partida soñó que se hallaba en un lugar desconocido y encontraba en la calle a un señor, también desconocido, con el que entablaba conversación. Llegando luego al fin de su viaje, comprobó que el lugar de su sueño existía realmente en las cercanías de su ciudad natal y que el incógnito individuo era un anciano amigo de su difunto padre. Esta circunstancia prueba que en su niñez había visto tanto el lugar como al individuo de su sueño, el cual debe interpretarse, además, como un sueño de impaciencia, análogo al de aquella paciente mía que pensaba ver al hombre a quien amaba en un concierto para el que ya tenía tomados los billetes, y el del niño al que su padre había prometido llevar de excursión a un lugar determinado. No habiendo sometido este sueño al análisis, no nos es posible, naturalmente, indicar los motivos por los que reprodujo, precisamente, tales impresiones de la infancia del sujeto.

      Uno de mis discípulos, que se vanagloriaba de que sólo raras veces sufrían sus sueños los efectos de la deformación onírica, me comunicó uno en el que había visto a su antiguo preceptor acostado con una criada que había servido en su casa hasta que él tuvo once años. Asimismo le parecía reconocer la habitación en que dicha escena se desarrollaba. Su hermano, al que relató este sueño, le confirmó, con grandes risas, su completa realidad. Recordaba muy bien -pues en la época a que él tuvo once años. Asimismo le parecía reconocer la habitación en que dicha escena se desarrollaba. Su hermano, al que relató este sueño, le confirmó, con grandes risas, su completa realidad. Recordaba muy bien -pues en la época a que le sueño se refería tenía ya seis años- que la amorosa pareja le emborrachaba co cerveza cuando hallaba ocasión favorable a su nocturno comercio. Nuestro sujeto, que por entonces sólo tenía tres años, no era considerado como obstáculo, aunque dormía en la misma alcoba.

      Existe aún otro caso en el que, sin necesidad de interpretación, puede afirmarse que el sueño contiene elementos de la infancia. Sucede esto cuando se trata de sueños de los denominados perennes, o sea de aquellos que habiendo sido soñados por vez primera en la infancia, retornan después, periódicamente, en la edad adulta. Aunque no he tenido nunca tales sueños perennes, puedo citar algunos ejemplos de este género que me ha sido dado observar. Un médico, cercano ya a los treinta años, me refirió que en su vida onírica solía aparecérsele, desde su más temprana infancia hasta el presente, un león amarillo, cuya figura podía describir con todo detalle. Un día descubrió que tal imagen onírica correspondía a un león de porcelana, perdido o roto hace muchos años, que había habido en su casa y constituyó, según le dijo su madre, el juguete predilecto de su más temprana niñez, cosa que él no recordaba en absoluto.

      Si desde el contenido manifiesto volvemos la vista a las ideas latentes que el análisis nos revela, comprobaremos, con asombro, que también en aquellos sueños en que nunca se nos hubiera ocurrido sospecharlo colaboran tales sucesos infantiles. Al mismo médico del «león amarillo» debo un ejemplo singularmente interesante e instructivo de tal sueño. Después de leer la descripción que Nansen escribió de su expedición polar, soñó que en medio del desierto de hielo prestaba sus servicios profesionales al valeroso explorador, aplicándole corrientes eléctricas para curarle unos dolores de vientre que le aquejaban. En el análisis de este sueño recordó una anécdota de su niñez, sin la cual no sería posible explicarlo. Teniendo tres o cuatro años, oyó una conversación sobre los viajes de exploración (Entdeckungsreisen) y preguntó a su padre si aquello era una enfermedad muy grave, confundiendo los viajes (Reisen) con los retortijones (Reißen). Las burlas de sus hermanos grabaron para siempre en su memoria el recuerdo de este suceso.

      En mi sueño de la monografía botánica se da un caso

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