Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud
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De este modo interpretaremos la inclusión de restos de sucesos secundarios en el contenido del sueño como un fenómeno de la deformación onírica (por desplazamiento) y recordaremos que en este proceso deformador vimos una consecuencia de la censura que vigila a la comunicación entre dos instancias psíquicas. Esperamos, por tanto, que el análisis onírico nos descubra siempre la fuente verdadera y psíquicamente importante situada en la vida diurna, cuyo recuerdo ha desplazado su acento sobre el recuerdo indiferente. Esta concepción nos sitúa en abierta contradicción con la teoría de Robert, inutilizable ya para nosotros. En efecto, resulta que el hecho que quería explicar Robert no existe, pues la hipótesis de su existencia se basa en el error que supone la no sustitución del contenido aparente del sueño por el verdadero sentido del mismo. Pero no es ésta la única objeción que puede oponerse a dicha teoría. Si el sueño tuviera realmente la función de libertar nuestra memoria, por medio de una labor psíquica especial, de las «escorias» del recuerdo diurno, el trabajo realizado mientras dormimos sería muy superior al que pudiera significar nuestra actividad anímica despierta. Las impresiones indiferentes del día de las que habíamos de proteger nuestra memoria son infinitamente numerosas, y la noche entera no bastaría para hacerlas desaparecer. Mucho más verosímil es que el olvido de las impresiones indiferentes se realice sin intervención activa de nuestros poderes anímicos.
No obstante, parece haber algo que nos advierte que no debemos todavía echar a un lado sin más detenido examen las teorías de Robert. Hemos dejado inexplicado el hecho de que una de las impresiones indiferentes del día -y precisamente del último- proporcione siempre al contenido onírico un elemento. Entre esta impresión y la verdadera fuente onírica en lo inconsciente no siempre existen relaciones desde un principio, sino que, como ya hemos visto antes, quedan establecidas después, durante la elaboración del sueño, y como para facilitar el desplazamiento que la misma ha de llevar a cabo. Tiene, pues, que existir una coerción que imponga el establecimiento de tales relaciones precisamente con el impresión reciente, aunque nimia, y esta última tiene que ser, por una cualidad particular cualquiera, apropiada para ello. En caso contrario sería igualmente fácil que las ideas latentes desplazasen su acento sobre un fragmento inesencial de su propio contenido de representaciones.
Los conocimientos que a continuación expongo, deducidos de mis análisis, pueden conducirnos a una explicación satisfactoria de esta cuestión. Cuando un día ha traído consigo dos o más sucesos capaces de provocar un sueño quedan ambos mencionados en el mismo por una única totalidad, como si el fenómeno onírico obedeciese a una coerción que le obligase a formar con ellos una unidad. Ejemplo: Una tarde de verano subí a un coche del ferrocarril, en el que encontré a dos amigos míos que no se conocían entre sí. Uno de ellos era un colega mío de gran fama, y el otro, un miembro de una distinguida familia a la que presto mi asistencia profesional. Aunque presenté en seguida a ambos señores, no entablaron durante todo el largo viaje conversación seguida entre ellos, sino que se limitaron a tomar parte en las que por separado hube yo de iniciar con cada uno. En una de ellas rogué a mi colega que recomendase a sus amistades a un conocido común que comenzaba por entonces el ejercicio de la Medicina. Mi colega me observó que estaba convencido de los méritos del principiante, pero que su insignificante figura le había de hacer más difícil el acceso a las casas de personas distinguidas, replicándole yo que precisamente por eso se hallaba necesitado de recomendación. Al otro de mis compañeros de viaje le pregunté poco después por el estado de su tía -madre de una de mis pacientes-, de la que sabía se hallaba gravemente enferma. A la noche siguiente a este viaje soñé que aquel amigo mío para el cual había solicitado ayuda se hallaba en un elegante salón y pronunciaba con toda la serena corrección de una acabado hombre de mundo y ante una selecta concurrencia, en la que situé a todas las personas distinguidas y ricas que me eran conocidas, un discurso necrológico en memoria de la anciana tía de mi compañero de viaje, a la que mi sueño daba ya por muerta. (Confieso francamente que no me hallaba en muy buenas relaciones con esta señora.) Así, pues, mi sueño había hallado de nuevo conexiones entre las dos impresiones del día y había compuesto por medio de ellas una situación unitaria.
Sobre la base de conocimientos análogamente adquiridos por mi experiencia en la interpretación de los sueños sentaré aquí el principio de que para la elaboración onírica existe también una especie de fuerza mayor que la obliga a reunir en una unidad en el sueño todas las fuentes de estímulos dadas. Esta coerción que actúa sobre la elaboración de los sueños se nos revelará en el capítulo que a esta última consagraremos como una parte de la condensación, otro proceso psíquico primario.
Entraremos ahora en el examen de la cuestión de si la fuente onírica a que el análisis nos conduce tiene que ser siempre un acontecimiento externo -e importante-, o si un suceso interior, o sea, el recuerdo de un suceso psíquicamente importante, o un proceso mental, puede asimismo llegar a constituirse en estímulo onírico. Los numerosos análisis realizados nos permiten contestar a esta interrogación en sentido afirmativo. El estímulo de un sueño puede ser un proceso interior que nuestra actividad intelectual diurna ha actualizado. Creo es éste el momento de agrupar en un esquema las fuentes oníricas descubiertas:
La fuente de un sueño puede ser:
1) Un suceso reciente y psíquicamente importante, representado directamente en el sueño.
2) Varios sucesos recientes e importantes, que el sueño reúne en una unidad.
3) Uno o varios sucesos recientes e importantes, representados en el contenido manifiesto por la mención de un suceso contemporáneo, pero indiferente.
4) Un suceso interior importante (recuerdo, proceso mental) representado siempre en el sueño por la mención de una impresión reciente, pero indiferente. Vemos, pues, que en el contenido manifiesto de todo sueño existe siempre un elemento que repite una expresión del día inmediatamente anterior. Este factor, destinado a ser representado en el contenido manifiesto, puede pertenecer al acervo de representaciones del verdadero estímulo del sueño -como parte esencial o nimia del mismo- o proceder del círculo de ideas de una impresión indiferente, enlazado con el del estímulo onírico por relaciones más o menos numerosas. La aparente multiplicidad de las condiciones depende aquí únicamente de una alternativa, esto es, de que hayan tenido o no lugar un desplazamiento; alternativa que nos permite explicar los contrastes del fenómeno onírico con igual facilidad que a la teoría médica el progresivo despertar de las células cerebrales.
Observamos, además, en el esquema antes consignado que el elemento psíquicamente importante, pero no reciente (el proceso mental o el recuerdo), puede ser sustituido en el sueño pro un elemento reciente, pero psíquicamente indiferente, siempre que en la sustitución