Sigmund Freud: Obras Completas. Sigmund Freud

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Sigmund Freud: Obras Completas - Sigmund Freud biblioteca iberica

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son ‘también como una regla deseos eróticos’, y lo que él dice puede ser ampliamente confirmado en los sueños de la mayoría de los adultos. La situación sería diferente si mis críticos usasen ‘sexual’ en el sentido empleado ahora corrientemente por el psicoanálisis en el sentido de ‘Eros’. Pero es escasamente probable que mis adversarios hayan tenido en la mente el interesante problema de si todos los sueños son creados por fuerzas instintivas libidinales en contraste con las destructivas.»

      «La neurastenia y la neurosis de angustia», en estas Obras Completas.

       MATERIAL Y FUENTES DE LOS SUEÑOS

      AL revelarme el análisis que el sueño de la inyección de Irma constituía una realización de deseos, se apoderó de nosotros un vivísimo interés por comprobar si con ello habíamos descubierto un carácter general del fenómeno onírico, y acallamos por el momento todas aquellas otras curiosidades científicas que en el curso de la labor de interpretación habían surgido en nuestro ánimo. Mas ahora, una vez llegados al final del camino que en aquella ocasión elegimos entre todos los que ante nosotros se abrían, podemos ya volver sobre nuestros pasos y escoger un nuevo punto de partida para proseguir en un distinto sentido nuestra exploración de los problemas del sueño, aunque de este modo perdamos de vista por algún tiempo el tema, no agotado aún, ni mucho menos, de la realización de deseos.

      Desde que mediante la aplicación de nuestro procedimiento de interpretación onírica no es posible descubrir un contenido latente de los sueños, muy superior en importancia a su contenido manifiesto, tenemos que sentirnos incitados a examinar de nuevo uno de los problemas que el fenómeno onírico plantea, para ver si este nuevo conocimiento puede acaso procurarnos la solución de aquellos enigmas y contradicciones que mientras no conocíamos sino el contenido manifiesto de los sueños nos parecían inasequibles.

      En nuestro primer capítulo expusimos detalladamente los juicios de los autores sobre la conexión de los sueños con la vida despierta y sobre la procedencia del material onírico. Recordemos ahora aquellas tres peculiaridades de la memoria onírica que, habiendo sido observadas por muchos, nadie había logrado aún esclarecer. Dichas peculiaridades eran:

      1ª Que el sueño prefiere evidentemente las impresiones de los días inmediatos anteriores (Robert, Strümpell, Hildebrandt, Weed-Hallam).

      2ª Que efectúa una selección conforme a principios diferentes de aquellos a los que se adapta nuestra consciencia despierta, recordando no lo esencial e importante, sino lo accesorio y desatendido.

      3ª Que dispone de nuestras más tempranas impresiones infantiles, llegando hasta reproducir detalles de dicha edad que nos parecen nimios y que en nuestra vida despierta teníamos por olvidados hace ya mucho tiempo. Claro es que donde los investigadores han observado estas peculiaridades de la selección del material onírico ha sido en el contenido manifiesto.

      Ateniéndome a mi experiencia personal sobre la procedencia de los elementos emergentes en el contenido onírico, habré de sentar en primer término la afirmación de que en todo sueño puede hallarse un enlace con los acontecimientos del día inmediatamente anterior. Cualquiera que sea el sueño que escojamos, propio o ajeno, comprobaremos siempre la verdad de este principio que nos proporciona en la investigación del suceso del día anterior que ha podido constituir el estímulo de un sueño, el punto de partida del análisis del mismo. Con gran frecuencia resulta, efectivamente, este cambio el más corto y ventajoso para lograr la interpretación. En los dos sueños que hasta ahora hemos sometido a más minucioso análisis (el de la inyección de Irma y el de mi tío José) esta relación con los sucesos del día anterior aparece tan evidente que no necesita de esclarecimiento ninguno. Mas con el fin de demostrar su generalidad expondré una serie de ejemplos tomados de mi propia crónica onírica, aunque sin comunicar por ahora de cada sueño más que la parte necesaria para el descubrimiento de la fuente onírica buscada:

      1. Voy de visita a una casa en la que sólo después de muchas dificultades se me deja entrar. Mientras tanto hago esperar a una mujer.

      Fuente: Conversación de la tarde anterior con una parienta mía sobre la necesidad de esperar antes de realizar una compra que desea.

      2. He escrito una monografía sobre cierta especie de plantas (indeterminada en el sueño).

      Fuente: Por la mañana había visto en el escaparate de una librería una monografía sobre los ciclámenes.

      3. Veo en la calle a dos mujeres, madre e hija. Esta última ha sido paciente mía.

      Fuente: Una paciente a la que tengo en tratamiento me ha comunicado por la tarde las dificultades que su madre opone a la continuación del mismo.

      4. Voy a la librería y me suscribo a una publicación periódica; el coste de la suscripción es de veinte florines al año.

      Fuente: Mi mujer me ha recordado la tarde anterior que le debo veinte florines del dinero que le doy todas las semanas.

      5. Recibo una carta del comité socialdemócrata, carta en la que se me considera como miembro del mismo.

      Fuente: Durante el día he recibido cartas del comité electoral liberal y de la Unión humanitaria, de la cual soy socio.

      6. Veo a un hombre sobre una escarpada roca en medio del mar. Todo ello a la manera pictórica de Böcklin.

      Fuente: Dreyfus en la isla del Diablo y noticias de parientes míos residentes en Inglaterra, etc.

      Podríamos preguntarnos si esta conexión del sueño con la vida diurna no va nunca más allá de los sucesos del día inmediatamente anterior, o si, por el contrario, puede extenderse a impresiones anteriores, dentro siempre de un próximo pretérito. No es ésta cuestión de esencial importancia; pero una vez planteada, me inclinaría a resolverla en el sentido del exclusivo privilegio del último día anterior al sueño, o como en adelante lo denominaremos, del día del sueño (Traumtag). Todas cuantas veces he creído hallar que la fuente de un sueño había sido una impresión anterior al mismo en dos o tres días he podido comprobar después, mediante un más detenido examen, que dicha impresión había sido recordada de nuevo en el día del sueño y que, por tanto, entre el momento del mismo y el día de la impresión se había intercalado -precisamente en el día del sueño- una reproducción de dicha impresión, siéndome dado hallar asimismo la ocasión reciente de la que podía haber partido el recuerdo de la impresión más pretérita. En cambio, no he podido nunca comprobar que entre la impresión diurna estimulante y su retorno en el sueño se hallase intercalado un intervalo regular de importancia biológica (como primer intervalo de este género indica H. Swoboda el de dieciocho horas).

      H. Ellis, que también ha dedicado suma atención a este problema, indica que no ha podido hallar en sus sueños, a pesar de haberla buscado «con especial cuidado», un tal periodicidad de la reproducción. A este propósito relata un sueño en el que, trasladado a España, sale de viaje en dirección a una localidad cuyo nombre era Daraus, Varaus o Zarauz. Al despertar le fue imposible recordar ningún lugar de nombre parecido y dejó de ocuparse de su sueño. Pero meses después cayó en la cuenta de que Zarauz era una estación situada entre San Sebastián y Bilbao, línea por la que había viajado doscientos cincuenta días antes del sueño.

      Así, pues, habremos de opinar que todo sueño posee un estímulo entre los acontecimientos del día a cuya noche corresponde y que las impresiones del pretérito más próximo (con exclusión del día anterior

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