Una boda precipitada. Martha Shields

Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Una boda precipitada - Martha Shields страница 3

Автор:
Серия:
Издательство:
Una boda precipitada - Martha Shields Julia

Скачать книгу

que no tenía buen aspecto después de la carrera que se había dado bajo la lluvia, y aquella mirada la puso furiosa. Siguió con la mano extendida, pero se le congeló la sonrisa.

      —Por favor, disculpe mi aspecto, pero me ha sorprendido la tormenta. No suelo abordar a la gente en los ascensores, señor Anderson, pero me gustaría trabajar en Inversiones Pawnee y me preguntaba si usted podría concertarme una cita con el señor Townsend.

      —Usted no lee los periódicos, ¿verdad? —preguntó él, con el rostro crispado.

      Como, evidentemente, no iba a darle la mano, Claire la retiró.

      —He estado fuera de la ciudad los tres últimos días. ¿Por qué?

      —¿Puedo saber qué haría usted en esa cita, señorita Eden?

      Confusa, ella respondió cautelosamente:

      —Le mostraría cómo, con mi ayuda, puede hacer mejor uso del dinero de la empresa.

      —La respuesta es no.

      Ella parpadeó.

      —¿No? ¿Así, sin más?

      —Así, sin más.

      Claire nunca había conocido a un hombre tan grosero. Ni siquiera sus hermanos eran tan arrogantes. Se le ocurrieron algunas réplicas mordaces, pero se mordió la lengua.

      —¿Puedo preguntar por qué? —dijo, diplomáticamente.

      —Puede preguntarlo.

      Claire se quedó atónita, pero solo un segundo. Con dos hermanos vaqueros, tenía mucha experiencia en bajarles los humos a hombres como aquel. Se disponía a hacerlo cuando, de pronto, se fue la luz y el ascensor se paró, dando una fuerte sacudida. Claire perdió el equilibrio. Él la sujetó, pero dio de espaldas contra la pared del ascensor. Los dos se tambalearon y cayeron al suelo. Claire aterrizó encima de él, con las piernas enredadas en las suyas y la frente contra su barbilla.

      Una luz tenue se encendió sobre sus cabezas. Ella se incorporó lentamente, apoyándose sobre una mano, mientras con la otra se retiraba el pelo de la cara.

      —¿Qué ha pasado?

      —Aj… aj…

      La caída le había cortado la respiración. A Claire le entró el pánico. No podía perder a aquel hombre. Le abrió la camisa haciendo saltar los botones y comenzó a darle un masaje en el pecho.

      —¡Respire! ¡Vamos, vamos! ¡Respire!

      Por fin, entró aire en sus pulmones. Cuando comenzó a boquear, Claire se sentó, aliviada.

      —¡Diablos! —él cerró los ojos y reclinó la cabeza contra la pared del ascensor. La rápida actuación de aquella mujer le había evitado unos angustiosos momentos de asfixia—. Gracias por el masaje.

      —¿Qué ha pasado? ¿Cree que la tormenta ha averiado el transformador? —preguntó ella, asustada.

      —Seguramente —dijo él, encogiéndose de hombros—. No se preocupe, todo irá bien.

      —¿Bien? Podemos estar horas encerrados.

      —Señorita Eden, lo último que necesitamos es un ataque de pánico.

      —No se ponga paternal conmigo —contestó ella, entornado los ojos—. No soy una niña.

      —Pues no se comporte como tal —dijo él ásperamente.

      —¡Es usted un grosero y un arrogante! Es igual que mis hermanos. No, es diez veces peor que ellos. Al menos, ellos se preocupan por la gente. Yo no podré tener un hijo, pero ¿a usted qué le importa? Usted posee la mitad del dinero de Colorado. Podría tener miles de hijos.

      —¿De qué habla?

      —A usted no le importa que se me haya averiado el coche, ni que necesite miles de dólares para quedarme embarazada o nunca podré tener hijos. No le importa que mis hermanos me llamen prácticamente todos los días para decirme que me case con algún vaquero. Usted… —su diatriba acabó con un hipido.

      De pronto, se le aclaró la vista. Entonces lo miró, horrorizada.

      Capítulo 2

      JAKE se dio cuenta de que, posiblemente, estaría encerrado durante horas con una loca. Una encantadora lunática que quería un empleo. Todo el mundo quería algo de él. Últimamente, se sentía acechado por una bandada de buitres.

      Apoyó las manos en el suelo para levantarse, pero la mujer estaba sentada sobre él.

      —Oh, perdón… —ella se puso de pie de un salto.

      Él se incorporó, se alisó un poco la ropa y buscó el teléfono de emergencia del ascensor.

      —No puedo creer que me haya puesto así con usted —comenzó a decir ella en voz baja—. Nunca había perdido el control de esa manera, salvo con mis hermanos. Es que he tenido un día realmente horroroso y… —se interrumpió—. Pero a usted no le interesan mis problemas. Solo puedo decir que lo siento.

      —Acepto sus disculpas —dijo él, sorprendido, mientras abría un pequeño panel debajo de los botones del ascensor y sacaba el teléfono. Le respondió una voz femenina. Después de contestar a unas preguntas, Jake lanzó una maldición y colgó el aparato.

      —¿El transformador? —preguntó aquella joven mujer, cuyo nombre era Claire.

      —Sí. Han llamado al servicio de reparaciones. Podría tardar una hora, o cuatro o cinco. Hay apagones en toda la ciudad.

      —Claro, ¿por qué no? El final perfecto para un día perfecto.

      —¿Perdón?

      —Nada.

      De pronto, Jake sintió curiosidad por aquella frágil figura, vapuleada y desvalida. Era más alta que la mayoría de las mujeres, solo unos pocos centímetros más baja que él, que medía un metro ochenta y tres. En la penumbra del ascensor, no podía distinguir el color exacto de su pelo, pero era oscuro y liso y los mechones que se le habían escapado de la trenza le llegaban a los hombros. Su piel parecía pálida, casi traslúcida. Sus pómulos altos enmarcaban una boca de labios carnosos. No era la cara de una modelo, pero sus facciones regulares poseían una dulce belleza.

      Jake sintió la repentina necesidad de preguntarle por aquel día «perfecto». Hacía mucho tiempo que no sentía la elemental preocupación de un ser humano por otro. Pero, ¿por qué debía preocuparse por una mujer que le había gritado sin razón? Sin embargo, ella se había disculpado. ¿Y cuánta gente se atrevía a gritarle a él?

      —Mirar fijamente es una grosería —lo acusó ella, de pronto.

      Él tardó un poco en reaccionar.

      —¿Y qué esperaba de…? ¿Cómo era? ¿Un tipo grosero y arrogante como yo?

      Ella dio un respingo al recordarlo.

Скачать книгу