A Roma sin amor. Marina Adair

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      —Es lo que me dijo Carmen. —Mientras hablaba, los ojos de Gray no se apartaron de Emmitt ni un solo segundo—. Cuando no supimos nada de ti, llamé a tu trabajo. Según tu editora, por fin habías conseguido lo que merecías. Según Paisley, estabas disfrutando del viaje.

      —Ay, si te importo y todo —bromeó Emmitt, sorprendido por lo mucho que le había afectado que Gray hubiera llamado para saber de él. Al despertarse en el hospital, vio que tenía varios mensajes de Paisley, pero ninguno de Levi ni de Gray. Emmitt no había contactado con ellos. El bienestar mental de Paisley le impidió avisar a los suyos.

      Normalmente, a su pequeña ya le costaba dormir. No necesitaba visualizarlo a él maltrecho en una cama de hospital cuando cerrara los ojos. De ahí que mantuviera un hilo de mensajes con ella —con memes divertidos, fotos de China, los últimos vídeos del gato Maru—, sin mencionar en ningún momento la gravedad de sus heridas.

      —Le dije a P que no eran más que…

      —Arañazos y rasguños —lo interrumpieron los dos al unísono. Y entonces Gray añadió—: Eso comentó.

      —Un arañazo. —Emmitt se señaló un brazo, antes de enseñarles el otro codo—. Y un rasguño. Lo demás quería contárselo en persona. ¿Está durmiendo?

      —Está pasando la noche en casa de Owen —dijo Levi, refiriéndose al mejor amigo de Paisley.

      —¿Entre semana? —quiso aclarar Emmitt. O sea, que los tres estaban preocupados por que una chica de quince años se quedara unas horas sola en casa después de clase, pero no había ningún problema con que pasara la noche en casa de un chico…, y entre semana, ni más ni menos.

      ¿Acaso era el único de los tres al que le inquietaba que el mejor amigo de su hija fuera un chico? Sí, sabía de sobra que Owen era el mejor amigo de Paisley desde que ambos llevaban pañal. También sabía que la madre de Owen había sido la mejor amiga de Michelle y que protegería a Paisley como si fuera su propia hija.

      Pero muchas cosas habían cambiado entre ellos. La más importante, el tóxico nivel de sus hormonas, que arrastraría hasta al adolescente más centrado a perder la cabeza… y la ropa. Ahora estaban obligados a dormir en habitaciones separadas, así que a Emmitt no le importaba. Pero en cuanto Owen empezara a ver a Paisley como una chica, iban a tener que organizar una reunión de emergencia sobre la abstinencia, con Owen en primera fila.

      —Mañana entran más tarde. Hay una especie de reunión de los profesores del distrito —le contó Gray, como si ese detalle fuera a mejorar la situación—. ¿Quieres que la llame y le diga que estás aquí?

      —No, si quisiera que alguien la llamara, lo haría yo —dijo Emmitt, preguntándose cuán desconectado creían los otros dos que estaba de los asuntos que concernían a su hija—. Mañana le daré una sorpresa.

      —Se pondrá triste porque no la has avisado —dijo Gray—. Pero tú decides.

      Él decidía, sí. Y decidió esperar a que desapareciera la sensación de que la cabeza se le iba a partir por la mitad. Y a no ser él el causante de que la noche entre «amigos» acabase antes de tiempo.

      —Un placer, chavales. —Emmitt se levantó y quiso estirarse, pero se detuvo cuando un dolor desgarrador le recorrió el costado derecho. Disimuló el jadeo con un bostezo y añadió—: Me voy a casa a dormir unas cuantas horas más.

      —¡Hostia! —Levi también se incorporó—. Que te vas a casa. A casa, a tu casa. ¿Cuándo has llegado? Anda, dime que has venido directamente hacia aquí.

      A Emmitt se le escapó una carcajada. Al recordar al bellezón de ojos marrón salvaje que dormía en su cama, supo a ciencia cierta por qué su amigo estaba buscando entre los contactos de su móvil con tanta ansiedad.

      —No. Antes he conocido a mi compi de litera.

      —Me cago en todo. —Levi se llevó las manos a la cabeza y los dedos a las sienes. Apretó con fuerza sobre las profundas marcas de cansancio de su rostro—. De verdad que quería mandarte un correo, pero estos días han sido una locura. Entre que procuraba que el puerto funcionara a tope y me aseguraba de que el bar siguiera abierto, no he tenido ni un segundo libre. Y cuando Gray me contó que había preaprobado a una inquilina para tu casa, la acepté. Es que no he tenido tiempo de ponerme con mi barco desde…, bueno, desde lo de Michelle.

      La mezcla de complicados sentimientos que llevaban unos cuantos meses macerándose en el estómago de Emmitt se intensificó y se expandió hasta que el mero hecho de respirar fue un doloroso recordatorio de que los agujeros que había dejado la ausencia de Michelle iban mucho más allá de las simples emociones. Y todos procuraban llenar el vacío a su manera.

      —Inquilina —afirmó Gray con rotundidad—. A no ser que hayas comprado una litera, no es tu compañera de litera, ni de cama, ni siquiera de piso. Y que te quede bien clarito que es una persona a la que jamás debes ver desnuda. ¿Entendido?

      Emmitt se quedó pensativo, y sonrió.

      —¿Y ella a mí?

      —¡No! —saltaron los dos al mismo tiempo.

      —Pues la cosa va a ser más difícil de lo que parecía… —Emmitt se golpeó la barbilla con un dedo, con la esperanza de relajar el ambiente—. Pero me gustan los retos. Me obligan a ser creativo.

      —No, no, no —dijo Gray—. Annie es zona prohibida para ti.

      —¿Desde cuándo te has convertido en un poli del amor? ¿Ahora me vas a decir dónde mear?

      —Si así evito que mees encima de mis planes, sí —respondió Gray, muy firme—. Como ya has oído, Levi está ocupado y yo he estado hasta arriba con nuevos pacientes desde que se jubiló el Dr. Smith, por no hablar de la ayuda que presto en Urgencias. Annie es mi médica asociada temporal y, hasta que Denise vuelva de la baja de maternidad, es el único motivo por el que puedo ir a recoger a Paisley al instituto.

      —Ya iré a recogerla yo. ¿Qué pasa? —dijo Emmitt al ver la mueca de incredulidad de sus amigos—. Sale a las tres…

      —A las dos.

      —A las dos. Y estoy aquí. Si puedo llegar un poco antes y todo… Y hablar con alguna mami del AMPA buenorra mientras espero. No será tan duro, ¿no?

      —Las mamis del AMPA buenorras son un mal camino para un padre —dijo Levi—. Hazme caso, no quieras meterte en ese berenjenal.

      —Vale, pues evito a las madres y llevo a Paisley a casa. Ya que estoy aquí, puedo encargarme de eso y todavía me sobrará un montón de tiempo para seguir conociendo a Anh. —Emmitt se obligó a sonar más relajado de lo que se sentía. Le encantaría pasarse las tardes ayudando a Paisley con los deberes, preparando la merienda para después de clase, dando pataditas al balón de fútbol. Conocer a Anh tampoco iba a ser un trabajo demasiado duro, aunque lo había añadido básicamente para tocarle las narices a Gray.

      —¿Durante cuánto tiempo? —Cuando Emmitt empezó a argumentar, Gray lo hizo callar levantando la mano—. Ahora estás aquí, y eso es genial. Pero dentro de unas cuantas semanas, cuando te aburras o te asignen un nuevo trabajo y te vayas a Siberia, nos quedaremos sin nadie que recoja a Paisley en el instituto. Porque te irás, y Annie se habrá largado aunque le digas a las bravas que no quieres nada serio. Porque los tres sabemos que,

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